…Cuando Adam y Eva, su mujer, fueron expulsados del paraiso se pusieron a caminar en dirección a Occidente, levantaron una tienda y permanecieron allí seis días entre sollozos, lamentándose con la mayor aflicción. Al cabo de los seis días comenzaron a sentir sed y a preocuparse por la comida, pero no encontraban qué comer. Eva dijo a Adam: Señor, tengo mucha hambre. ¿Por qué no vas a buscarnos comida hasta que comprobemos si EL SEÑOR DIOS se compadece de nosotros y nos vuelva a colocar en el lugar donde estábamos antes?
Transcurridos ocho días, Adam se puso de pie, recorrió toda aquella tierra y no encontró ningún alimento similar al que habían tenido en un princpio. Eva volvió a decir a Adam: Mi señor, ojalá muera yo de hambre; quiero morir. ¿Por qué no me matas, puesto que yo soy la causa de que EL SEÑOR DIOS esté enojado contigo? Contestó Adam: Grande es en el cielo y en la Tierra SU criatura; si es por culpa tuya no lo sé.
Insistió Eva a Adam: Mi señor, mátame para que muera y desaparezca de la presencia del SEÑOR DIOS y de la mirada de SUS ángeles; de esta forma tal vez te introduzca en el paraiso, ya que por mi culpa fuiste expulsado de él. Adam respondió: No hables así, Eva, no sea que EL SEÑOR DIOS acarree de nuevo la maldición sobre nosotros. ¿Cómo voy a alzar la mano contra mi propia carne? Anda, levantémonos y busquemos dónde vivir para no desfallecer.
Se pusieron a buscar y no hallaron nada igual a lo que habían tenido en el paraiso, sino tan sólo alimento de animales y bestias. Dijo Adam: Esto lo disponde DIOS para que vivan los animales y las bestias. Y añadió: Lloremos en presencia del SEÑOR DIOS que nos hizo y mortifiquémonos con una gran penitencia de cuarenta días por si EL SEÑOR DIOS se compadece y nos suministra algún recurso para vivir.
Y preguntó Eva a Adam: Mi señor, ¿Qué es la penitencia y cómo debemos arrepentirnos? No vaya a ser que nos impongamos unas cargas que no somos capaces de cumplir, que no sean escuchadas nuestras oraciones y aparte DIOS SU Rostro de nosotros si no cumplimos lo que prometemos. Adam contestó: ¿Es que puedes hacer tantos días como yo, y no los haces? Te repito: Haz lo que quieras; pero yo cumpliré cuarenta y siete días porque fui hecho en el día séptimo, y en el día séptimo acabó DIOS todas las cosas.
Y dijo a Eva: Levántate y ve al río Tigris, llévate una piedra y colócate sobre ella con el agua hasta el cuello. Que no salga ninguna palabra de tu boca, porque no somos dignos de implorar al SEÑOR, puesto que nuestros labios están impuros por haber comido el árbol prohibido. Quédate allí cuarenta días y yo estaré cuarenta y siete días en el Jordán por si EL SEÑOR DIOS se compadece de nosotros.
Ella se fue al río Trigris, como le había dicho Adam, y él vino al río Jordán con una piedra y se hundió en el río hasta el cuello; los cabellos de sus cabezas estaban flotando sobre las aguas. En ese momento dijo Adam: A ti te digo, Jordán, reúne a todos los seres vivos que están dentor de ti; que me rodeen y lloren conmigo. No lloren por ustedes, sino por mí, porque ustedes no han pecado, sino que yo soy el que acaba de pecar injustamente contra EL SEÑOR; ustedes no han cometido pecado ni están privados de sus alimentos, sino que soy yo quien ha pecado y quien está privado de los manjares que se me habían concedido. En cuanto Adam pronunció estas palabras, todos los seres vivos acudieron y le rodearon, y en aquel momento la corriente del río se detuvo. Entonces Adam invocó a gritos al SEÑOR DIOS, y su garganta enronquecía cada día que pasaba. Todos los seres vivos estuvieron llorando con Adam diecinueve días.
Entonces, Satán, el enemigo, se sobresaltó, y en su ángel resplandeciente se fue al río Tigris, donde se encontraba Eva. Al verla llorar con un dolor tan enorme, también él lloró. Acto seguido, le dijo: Sal de ahí, regresa, descansa y no llores más. Deja ya tu tristeza, que tanto te abruma, pues EL SEÑOR ha escuchado tu lamento y ha aceptado tu penitencia. Todos los Santos de DIOS y Yo hemos implorado en favor de tu aflicción; y me ha enviado a sacarte del agua y devolverte los alimentos que tuviste y perdiste por tu falta. Así que sal y te conduciré al lugar donde está preparada tu comida.
Salió, pues, Eva del agua; su carne estaba como la hierba por los rigores del agua. Pero al ponerse a caminar se desplomó y permaneció inconciente casi todo el día. El díablo la levantó del suelo, y junto con Él continuó el camino hasta donde estaba Adam. Adam al verlos, exclamó entre sollozos: Eva, ¿Dónde están tus rigores penitenciales? ¿Cómo te dejaste seducir por tu adversario, el que nos apartó de la morada del paraiso y de la alegría espiritual? Y Eva, al oir esto, se dio cuenta de que el diablo la había seducido persuadiéndola a que saliera del río; se postró en la tierra y duplicó su dolor, sus lamentos y su llanto. Adam, por su parte, exclamó: ¡Ay de ti, diablo, que no dejas de acometernos con tan grande dureza! ¿Qué tienes que ver con nosotros? ¿Qué te hacemos para que nos persigas con tanto engaño? ¿Qué nos importa tu maldad? ¿Acaso te hemos arrebatado tu gloria o provocado tu deshonra? ¿Es que vamos a ser tus enemigos limpios y envidiosos hasta la muerte?…