Era joven pero ya muy popular. Tras sus éxitos en Italia, la ambición de Napoleón Bonaparte crecía a pasos agigantados. En medio de todo esto, en 1798, la República francesa le confió la conquista de Egipto, una campaña que acabó en fracaso militar. Eso sí: logró una gran victoria cultural.
Napoleón no se embarcó solo con 30.000 soldados a los que arengó frente a las Pirámides: llevó también una tropa de unos 150 sabios encargados de investigar la historia, la naturaleza y la geografía del país del Nilo. "Desde estos monumentos cuarenta siglos de historia los contemplan", aseguran que dijo el militar en aquel momento.
El resultado fue la obra "Description de l'Égypte" ("Descripción de Egipto"). Además, el destino quiso que uno de sus tenientes descubriera la piedra Rosetta, la pieza clave para que Jean-François Champollion lograra descifrar más tarde los jeroglíficos.
Napoleón Bonaparte fue emperador de Francia entre 1804 y 1814. (Foto: Archivo)
Napoleón, atrapado por la egiptología
Antes del regreso a Francia (tras pasar incluso por Nazaret), Napoleón sorprendió a sus hombres con un extraño aviso: iba pasar una noche completamente solo en el interior de la Gran Pirámide, la última morada del gran faraón Keops.
La Gran Pirámide de Keops, en Egipto. (Foto: AP)
A recordar: todavía nadie hablaba de la maldición de Tutankamón, ya que aún faltaban más de 120 años para que Howard Carter descubriera su tumba. Pero las historias de momias eran populares desde hacía milenios.
Los libros de historia cuentan lo sucedido: en una calurosa noche del 12 de agosto de 1799, el general accedió a la Gran Pirámide acompañado de su séquito y de un religioso musulmán.
El grupo anduvo por los bajos y estrechos pasadizos hasta llegar a la cámara del rey, el mismísimo corazón de la única de las siete maravillas de la antigüedad que se mantenía (y todavía se mantiene) en pie. Y allí dejaron a Napoleón durante toda una noche.
La noche que Napoleón pasó dentro de la Gran Pirámide de Egipto
El joven militar tuvo tiempo de analizar detalladamente la sala, rectangular, construida a base de losas de granito lisas, sin ninguna decoración ni inscripciones.
Napoleón decidió pasar la noche dentro de la Gran Pirámide de Egipto.
Era una especie de minimalismo faraónico. En toda la estancia noble, de unos diez metros y medio de largo por poco más cinco de ancho, se encontraba un único elemento, un sarcófago de granito rojo tallado de una sola pieza, completamente vacío.
La pregunta se hace desde ese momento: ¿por qué Napoleón decidió encerrarse en un lugar tan peculiar? Según explicó Peter Tompkins en su célebre obra "Secretos de la Gran Pirámide", pretendía emular a otros dos grandes estrategas militares que también habrían decidido vivir esta experiencia, como Alejandro Magno y Julio César, con el objetivo de encontrarse a sí mismos.
Las pirámides, la única de las 7 maravillas del mundo antiguo que sobrevive.
Una mirada alternativa es que tal vez buscaba recibir una especie de revelación mística o iniciática vinculada al simbolismo de renacimiento inherente a las pirámides, según especuló el egiptólogo Bob Brier en "Secretos del Antiguo Egipto mágico".
Lo cierto es que Napoleón salió de la Pirámide tras 7 horas, cuando el Sol ya iluminaba la meseta funeraria de Guiza. Lo hizo pálido y aterrorizado.
Sus hombres, claro, quisieron saber qué era lo que había sucedido, pero el general solo respondió: "Aunque lo contara, no lo creerían". Napoleón nunca más quiso hablar al respecto. El secreto, al cabo, quedó entre él y las milenarias piedras de la Pirámide de Keops.
Con información de La Vanguardia