LA DIVINIDAD O DEIDAD DE CRISTO:
En tiempos de la existencia física de Isaías-profeta, a él de parte de EL (Dios) IEUE de los hebreos, le fue dada una revelación acerca de un niño que nacería y nos sería dado, pero con una particularidad distinta a como lo llamarían los demás (Is. 9:6). Esta gran revelación tuvo fiel cumplimiento en el reinado del emperador romano Augusto Cesar, cuando el ángel Gabriel encomendado por la Divina Providencia, le anuncia a la Joven Miriam “María” de la simiente de Natán, hijo de David, el nacimiento de IESUE, que quiere decir: “Io soy, El Salvador que ha Ustedes me ha Enviado”, y quien por la transliteración que los romanos le hicieron a este Poderoso Nombre, fue llamado IESVS, y luego al español Jesús. IESUE aún de haber sido conocido por hebreos, gentiles y sus propios discípulos, fue crucificado, sepultado y resucitado de entre los muertos, conforme a las Sagradas Escrituras (Salm. 16.10; Is. 53:1-12; Lc. 24:44-47; y Hch. 2:31). Trascurridos algunos siglos de estos eventos, se originaron controversias ideológicas en cuanto a la Deidad de Cristo, con las que el emperador Constantino el grande de Roma, se sentía seriamente amenazado. Dándose así el primer concilio ecuménico de Nicea actualmente (Iznik), ciudad de Asia Menor, en el territorio de la actual Turquía, donde el obispo Arrio por defender que Cristo no era Dios sino el primer ser espiritual creado, resultó derrotado, ya que el acuerdo de la mayoría de los obispos presentes Fue:
“Creemos en un solo Dios Padre omnipotente… y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre…” (Dezinger-Dz 54).
Ese acuerdo sería desde entonces, el primer credo de fe que asumieron quienes se constituyeron en la iglesia católica, romana y apostólica. Pero por las consecuentes controversias ideológicas de varios obispos acerca de la Deidad en tres creencias distintas y el desacuerdo incesante con el paganismo, ocurrió que en el 381 d.C., el emperador Teodosio I de Roma, hizo convocar y realizar el concilio ecuménico de Constantinopla, en el que se acordó la oficialidad del cristianismo en religión de todo el imperio romano y la modificación del credo Niceno con la inclusión del Espíritu Santo, como una tercera persona de la Divinidad; y que esto desde luego se conocería como el credo o dogma de la Santísima Trinidad, que en teoría devino de Tertuliano con su hipótesis “trinita” en la que los tres son uno por unidad de sustancias. Credo ese que no aparece reflejado en los textos sagrados del Antiguo Pacto, ni en los textos griegos más antiguos del Nuevo Testamento, y menos las interpolaciones que el sacerdote católico Jerónimo, introdujo mediante la Vulgata Latina en Mateo 28:19; y en 1 de Juan 5:7, en los siguientes términos:
“Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28:19).”
“Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno (1 Jn. 5:7).”
Estas interpolaciones entre otras que en 1522 d.C., fueron agregadas por Erasmus Desiderius en la tercera edición del Textus Recetus, y que hoy es la base de las versiones actuales del Nuevo Testamento, de hecho son evidentes con la carta hecha por el mismo Jerónimo al papa Dámaso I, cuando en lo concerniente a los antiguos libros, expresó:
“¿No se encontrará acaso a más de uno, sea instruido o lo contrario, que no me llame un falsificador o un delincuente religioso porque tuve la osadía de agregar, cambiar o mejorar algo en los antiguos libros? Dos reflexiones son entretanto las que me consuelan y que me permite cargar con esta odiosidad: Por un lado, que tú, el obispo superior en rango a todos los demás, me llamaste a hacer esto; y por otro lado el que, como confirman también mis calumniadores, en lecturas que difieren entre sí, difícil es encontrar la verdad …” (Revisión de los evangelios, preámbulo, MPG 29, Sp. 525, citado según Adolf Martin Ritter, «Kirchen- und Theologiegeschichte in Quellen», tomo I, pág. 18).
Los textos genuinos en cuanto a Mt. 28.19 y 1 Jn. 5:7, son:
“Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el Nombre de Jesucristo (Mt. 28:19)”
“Tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan (1 Jn.5:7).”
Los cuales a la par de Lucas 24:47; y Hechos 2:38 concuerdan perfectamente que el bautismo en agua, el perdón de pecados por la sangre del cordero y el Don del Espíritu Santo, es el Nombre de JESUCRISTO en todas las naciones del mundo, comenzando desde IERUSALÉN. Nombre ese que es sobre todo nombre, ya que no hay otro nombre ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra dado a los hombres, en el cual podemos salvarnos (Hch. 4:12, R.V. 1960).
Como sea que la Divinidad de Cristo fue y es cuestionada por grupos ignorantes del cristianismo, no hace falta caer en un círculo vicioso de concilios ecuménicos para determinar que si es Dios conforme al Espíritu, pues la Regla Suprema de Conducta del Cristiano, que son las Sagradas Escrituras, y no el dogmatismo ni mandamientos de los hombres, así lo declara de manera concisa y precisa, mediante los siguientes fragmentos escriturales:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Todas las cosas por El fueron hechas, y sin El nada de lo que ha sido hecho, fue hecho… Y aquel Verbo fue hecho Carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria como la del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn. 1:1, 3,14, R.V. 1960)”
“El cual siendo Dios, no consideró ser Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho igual a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló así mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de Cruz. Por lo tanto Dios se exaltó hasta lo sumo, con un Nombre sobre todo Nombre, para que en Nombre de IESUE, se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de El Dios Padre (Fl 2:6-11, N.V.B).”
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su Nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Is. 9:6, R.V. 1960).”
“Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo (Is. 35:3-6; y Mt. 11.5, R.V. 1960).”
“Tomé luego mi cayado gracia, y lo quebré para romper mi pacto que concerté con todos los pueblos. Y fue desecho en ese día, y así conocieron los pobres del rebaño que miraban a mí, que era palabra de Dios, que era palabra de IEÚE. Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y me dijo IEUE: Échalo al tesoro; ¡Hermoso precio con que me han apreciado! Y tomé las 30 piezas de plata, y las eché en la casa de IEUE al tesoro (Zc. 11.10-13; Mt. 26.14-15; y 27.3-10, R.V. 1960).”
“Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos. Entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes (Slm.22:16-18; y Mt. 27:25).”
“No será quebrado hueso suyo (Ez. 12.46; Núm. 9:12; Slm. 34:20; y Jn. 19:36, R.V. 1960).”
“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, Espíritu de Gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por El cómo quien se aflige por el Primogénito (Zc. 12:10: y Jn. 19:37, R.V. 1960).”
“de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén (Ro. 9:5, R.V. 1960).”
“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria (1 Timt. 3.16, R.V. 1960).
“Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es Verdadero; y estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el Verdadero Dios y la vida eterna (1 Jn. 5:20, R.V. 1960).”
“Simón Pedro, siervo y Apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra” (2ª de Pedro 1.1, R.V. 1960).”
Hay que saber entender lo que el Apóstol Pablo nos dice acerca de la Unidad de Dios y de la diversidad, que consiste en un Cuerpo y un Espíritu en perfecta Unidad, de que así como El Eterno es uno con su Velo de Carne “Jesucristo”, también en la iglesia estando Cristo como la cabeza somos uno con su Santo Espíritu, aunque seamos varios miembros con distintos dones espirituales (Ef. 4: 1-16; Jn. 10:30; y 1 Co. 12:1-13).
En definitiva, en los fragmentos escriturales antes mencionados es incuestionable la Divinidad o Deidad de Cristo, y que ellos nos conlleva a interpretar un solo Dios que se manifestó en carne, mediante la forma de su Hijo “Jesucristo” (1 Timt. 3:16; Ro, 9:5). Es claro que no hay tres Deidades que confluyan en uno, ni un primer ser creado al mismo nivel de El (Dios) Todopoderoso, sino que en principio de haber hecho todas las cosas, tan sólo su Espíritu se paseó sobre las aguas que estaban sobre toda la tierra, cuando esta se hallaba desordenada y vacía en total oscuridad. En el capítulo 1 de Génesis, es evidente que este espíritu fue el único quien se paseó sobre las aguas y habló para que todo fuera hecho, y según la nueva alianza o nuevo pacto, es el mismo que tomó la forma de Hijo al engendrarlo en el vientre de la joven Miriam “María”. Esta es la razón para que este Hijo no tuviera pecados, heredara más excelente nombre por encima de todos, se sacrificara por toda la humanidad y se pudiera levantar de entre los muertos, para darnos redención, salvación y vida eterna, conforme al misterio de la piedad. Es pues que la forma humana de Cristo (Enviado o Mesías), tiene en el morando toda la plenitud de la Deidad, y es su forma humana la que ha mediado entre su Santísimo Espíritu y los hombres, como el Sacerdote Real, y no de año a año mediante sacerdotes mortales de la tribu de Leví (Col. 2:9; 1 Timt. 2:5; Heb. 7:11-28; y 8:1-13). No obstante, aunque Él intervino de esa manera por el bien del hombre, llegará el momento que el Hijo mismo (cuerpo humano) se sujete al Espíritu Divino que le sujetó todas las cosas, para que tan sólo la naturaleza de Dios sea sobre todo y en todos (1 Co. 15:28).