EL ASUNTO DE JEHOVA
Bendito sea por todos los siglos (Salmo 89: 52)
La Biblia muestra claramente que la motivación central de la rebelión era apoderarse del trono: deseaba primar sobre los demás, argumentando que el kerub rebelde tenía más poder, más riquezas y más sabiduría, lo cual queda comprobado en las tres tentaciones que le propone al Señor Jesús, descritas en ese orden.
Curiosamente, esos tres órdenes (si se puede decir) son los tres factores que caracterizan a quienes dominan el escenario político mundial; o sea, que se parecen a su padre Shatán.
Pensemos en esto: Si un ser consciente (de la genética “hombre”) que es inteligente, sabio y poderoso piensa que es posible apoderarse del trono, es porque en realidad puede lograrlo.
Y si una Asamblea de seres conscientes (de la genética “hombre”) que son inteligentes, sabios y con mucho conocimiento se reúne para oponerse, es porque el riesgo era grande.
La inocencia del Altísimo es tanta que no puede ver al agravio ni puede ver el mal (Habacuc 1: 13). Por eso se reunieron quienes comprenden el valor de la inocencia como autoridad suprema.
Desde antiguo, desde la más remota Era, dicha conciencia inocente había prometido presentarse y darse a conocer, encarnando en un ser de la genética “hombre” para mostrar el resplandor de su gloria (su infinita sabiduría). Esto es anterior al plan de restauración adámico (Juan 17: 5).
Se reunieron, pues, en la Magna Asamblea e iniciaron un Plan de Restauración sobre el mal ocasionado por los rebeldes.
El primer paso fue organizar los “cuadros de autoridad” y delegaron el poder ABSOLUTO en una entidad conocida como Jehová de los ejércitos. Entonces Jehová de los ejércitos, bendito sea por todos los siglos, forma para sí un pueblo en el propósito de llevar el conocimiento de todo cuanto ocurrió, a la humanidad.
En la consumación del plan nace entre los hijos de los hombres, del linaje de Israel, de la tribu de Judá aquel de quién la profecía advertía: Jesucristo, el Mesías, el prometido, el ungido, el “logos” Divino quién enseña un camino para devolver a la humanidad la honra perdida.
Y nos enseña cosas que nunca antes se habían dicho: Que debemos perdonar a los enemigos y amarlos. Que debemos ser perfectos, como nuestro Padre celestial (Mateo 5: 48; Mateo 19: 21; Juan 17: 23; Efesios 4: 13; Colosenses 3: 14; 1ª de Juan 2: 5).
(Basado en los apuntes del maestro Ignacio Gómez Yackovich)