¿PORQUE ES NECESARIO QUE EL BAUTISMO SE REALICE EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO, Y NO DICIENDO: “EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO; Y DEL ESPÍRITU SANTO”?
Para dar una respuesta satisfactoria a este interrogante tan significativo, fue necesario la realización de un estudio bíblico, con el cual se pudo verificar que en el remoto pasado, acaeció durante la claridad y la oscuridad de 40 días consecutivos, un diluvio universal, donde por la maldad y la gran violencia desatada sobre la tierra, tan solo de la humanidad que pereció anegada en agua, ocho personas se pudieron salvar; y en torno a esto hubieron espíritus que fueron encarcelados.
De ello el apóstol Pedro con ocasión a Jesucristo, comentó en su primera carta, que: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos para llevarnos a Elohim, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Elohim, en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto, ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como una nueva conciencia hacia Elohim), por la resurrección de Jesucristo.” (1 Pd. 3:18-21).
No obstante a que el viejo mundo pereció anegado en agua, aconteció que luego de haber otro mundo sumido en el pecado y apartado del bien, se hizo necesario escoger de entre los pueblos, a uno que fuese diferente, para ir creando las condiciones necesarias, que permitan a futuro, el florecimiento o comienzo de una nueva fase de vida sobre el planeta, regida por un mesiánico reinado universal de mil años, que en lo porvenir coadyuve al establecimiento de un reinado eterno sobre nuevos cielos y nueva tierra, desde la nueva Jerusalén, que pronto ha de descender desde lo alto (Ap. 20:1-8; y 21:1-27).
Para que fuese posible de salvar a ocho personas por agua, Elohim hizo mediante Noé, un arca; y luego de erradicar de sobre la tierra al resto de la humanidad y descender las aguas para que salieran los sobrevivientes a tierra firme, Noé le hizo un holocausto, que causó la concertación de un pacto, que por esto es la señal del arco iris en los cielos, cuando hay un fenómeno atmosférico. Y en lo consiguiente de estar la tierra poblada con el surgimiento de un nuevo mundo, y la descendencia de Abraham ya existente mediante el patriarca Jacob, el Eterno hizo salir de Misraim “Egipto”, a los israelitas, por quienes de hacerse previamente el sacrificio de animales y de haberse de estos derramado la sangre, concertó con ellos un pacto, contentivo de 10 mandamientos y de diferentes leyes; y antes de que a los israelitas los hizo estar en el desierto durante 40 años, todos ellos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar (1 Co. 10:1-2).
Se ha de notar que en el diluvio universal, y luego Israel en el mar cuando estaba libre, el agua jugó un papel muy importante, que en una oportunidad fue para la muerte y sepultura de los que vivían en el mundo antiguo; y en la otra la muerte y sepultura no literal, del pueblo que había salido de Egipto. Pero que en ambos escenarios, hubo necesariamente la presencia física de uno que en su nombre, intermediaba entre Elohim y sus prójimos, como fue el caso de primeramente Noé, mediante se hizo la salvación de ocho personas en el arca que navegó sobre las aguas; y después Moisés, que a través del cual de salvar a los de su pueblo de la esclavitud de Egipto, en él fueron bautizados en la nube y en el mar. Pero por la desobediencia y las transgresiones que el pueblo de Israel hizo en contra del viejo pacto, se requería que en lugar de Noé y de Moisés, se apersonaran los que conllevarían a la concretización del propósito del Eterno, de salvar al pueblo de la esclavitud del pecado; y por tanto se realizara el bautismo en agua, bajo la directriz de Juan el Bautista y del Mesías, quien en definitiva por la mengua de la voz que clamaba en el desierto, tuvo que hacerse cargo de todo, y quien en su nombre y con el derramamiento de su propia sangre, tuvo que concertar un nuevo pacto, en cual se tiene la oportunidad de salvación, a fin de poder tener el privilegio de estar en la nueva tierra que ha de permanecer para siempre, bajo el reino eterno del Altísimo.
A razón de todo eso, es pues, que a consecuencia de haberse quitado los pecados de la tierra en un día mediante el renuevo que había sido enmarcado dentro de un nombre con la alegoría sobre el sumo sacerdote IESUE (Josué), vino la salvación de los israelitas, tal cual como se les vaticinó, que IEUE el Elohim de ellos lo haría (Zc. 3:1-9). Para este cumplimiento, el ángel del Señor les anticipó a José y a María, el nacimiento de un hijo, anunciándoles que se le tendría que llamar IESUE (Jesús), porque él había de salvar al pueblo de sus pecados, y acerca del cual fue la acertada profecía del sacerdote Zacarías, el padre biológico de Juan Bautista, haciendo alusión entre otras cosas de un poderoso Salvador, que había levantado el Señor en la casa de David su siervo, teniendo delante de él a un profeta que prepararía sus caminos, para dar conocimiento de la salvación de su pueblo, para el perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Elohim, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por camino de paz (Mt. 1:21; y Lc. 1:26-33, 67-79).
En lo tocante a eso aún cabe señalar, que para tenerse la facultad de ser hechos hijos de Elohim, hay que recibir a ese poderoso Salvador y creer en su nombre, el cual es sobre todo nombre, y por cuanto no hay otro nombre dado a los hombres, en el que podamos ser salvos (Jn. 1:12-13; Hch. 4:12). Al respecto, otro dato de suma importancia que tiene estrecha relación, es el mandamiento que Jesucristo le dio a sus discípulos, ordenándoles a predicar en su nombre, el arrepentimiento y perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la cual fue la ciudad donde tiempo después, él les envió poder desde lo alto, para que en el día de pentecostés tuvieran los dones espirituales; y así pudieran hablar en otras leguas, a fin de que estando allí los miles que por ese hecho tan extraordinario fueron atraídos, estos se bautizaran también en su nombre para arrepentimiento y perdón de pecados, en cumplido de ese mandamiento (Lc. 24:47-49; y Hch. 2:1-42).
En conocimiento ahora de todo lo antes narrado, es necesario que el bautismo en agua para la muerte y sepultura del viejo hombre, se haga en el nombre de JESUCRISTO, y no diciendo: “en el nombre del Padre, y del Hijo; y del Espíritu Santo”, ya que la mediación en el nuevo pacto, no se hizo en el nombre de tres, sino en el nombre de uno, quien es el mediador entre Elohim y los hombres; y ese mediador es Jesucristo Hombre (1 Ti. 2:5; Heb. 8:6; 9:15; y 12:4). El cual se ofreció a sí mismo para que con su sacrificio sobre la cruz una vez para siempre, derramar su sangre, concertar el nuevo pacto y morir por el pecado de los demás, a fin de que como él murió y resucitó, también ocurra la muerte y la sepultura no literal de sus elegidos, para andar en vida nueva y vivir para siempre, que es lo que el Apóstol Pablo con ocasión a los romanos, les diserta lo que de manera semejante, adujo en colosenses 2:12, diciéndoles: “¿…O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo IESUE, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva….” (Ro. 6:3-11).
Y que en fin con respecto a ello, el apóstol Pablo al ser muy diligente con su carta a los Gálatas, fue muy propicio de aprovechar la oportunidad en la que venía hablando de la fe, de la promesa y de la ley, para hablar del bautismo correspondiente, que entre otras cosas, les dijo: “…pues todos sois de Elohim por la fe en Cristo IESUE; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo IESUE. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa (Gálatas 3.19-29).