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En el Salmo 110.1, se encuentra una profecía bastante significativa, que dice:
“Dijo el SEÑOR a mi SEÑOR: Siéntate a mi Diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
En análisis de ese Salmo que está en estrecha relación con Hechos 2:34; Hebreos 1:13; y 10:12-13, tenemos a Cristo el único Señor y Ser Humano, que pudo sentarse a la Diestra de YHVH, es decir, en el trono mismo de YHVH, ya que además de lo que está escrito en Apocalipsis 4:2,8 y 12:5, del HIJO dice: “TU TRONO OH ELOHIM, CETRO DE EQUIDAD ES EL CETRO DE TU REINO”. Y es necesario que él con sus dos naturaleza (la Humana y la Divina), también se siente en el trono de David, hasta que ponga a sus enemigos por estrado de sus pies, que es lo que las Sagradas Escrituras en estrecha concordancia con Apocalipsis 20:4; y 1 de Corintios 15.20-28,50, revelan que ha de reinar por mil años, y el postrer enemigo a vencer será la muerte. La cual como lo dice 1 Corintio 15:54 en relación a la primera resurrección, que cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará la palabra que está escrita: “Sorbida es la muerte con victoria”; y luego con la ejecución del juicio final, la muerte será lanzada en el lago que arde con fuego y azufre; y por consiguiente se instaurará el Reinado Eterno, donde en el entendido de que por cuanto la carne y la sangre no heredarán el Reino de Elohim, entonces el Hijo (Cuerpo Humano de Elohim, en el cual mora toda la plenitud de la Deidad), se ha de detener o de disolverse en su Espíritu Divino, que es el Padre, para que ya no siendo más, sea únicamente Elohim en todo y en todos.
Para ser un poco más aclarativo en ese sentido, es que a la carne en la cual Elohim se ha manifestado y le sujetó todas las cosas para señorear sobre ellas, se le dio el calificativo de Hijo, como la imagen del Elohim invisible (1 Tm. 3:16; y Col. 1:15, 27); y que a pesar de ser ella de naturaleza humana que procede del polvo la tierra, dentro de sí está morando de manera plena la naturaleza Divina, que es el mismo Elohim “nuestro Padre Creador” (Gn. 2:7; Colosenses 2.9-10; y Jn. 14:10-11). Elohim este que siendo un Espíritu extremadamente Poderoso, Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente, no puede estar en sumisión o en sujeción a su carne, aunque con esta en una forma de siervo, se encuentre en una situación de perfecta unidad, porque está en grado de superioridad por encima de ella; y cuya carne que tiene el calificativo de Hijo y que con el Espíritu de Elohim en sí, ha de reinar a partir de la primera resurrección, por mil años, acontecerá que todos sus enemigos serán puestos por estrado de sus pies, y el último enemigo a vencer será la muerte. La que en el fin de los tiempos, será lanzada en el lago de fuego y azufre, junto con los que no estén inscritos en el libro de la vida, y será el final de la sangre y de la carne, puesto que no heredarán el reino de Elohim, y sucederá que el cuerpo humano de Cristo no existirá más, para que él únicamente en su naturaleza de Elohim, sólo pueda ser el Padre Creador en todo y en todos (1ª Co. 15:20-28,50).
El Cordero que toma el royo del que está sentado en el trono (Ap. 5.1-14):
Lo visto por Juan, es una visión simbólica de un cordero como inmolado con siete cuernos y siete ojos, que además de simbolizar con ellos a los 7 espíritus de Elohim que recorren toda la tierra, simboliza como la imagen humanizada al que está sentado en el trono, en demostración de ser el único digno de poder tomar de su mano el libro y desatar sus sellos, por haber vencido en forma humana y con su Espíritu sobre el pecado y la muerte (Zc. 3.9; Heb. 1.1-4; Ap. 1.10-18; y Ro. 8:2). A esto de tomarse también en cuenta la Omnipresencia de Elohim, ningún develamiento en visión le pudo ser impedimento para mostrarse a Juan de dos formas distintas; y por lo tanto en su forma humana, conjuntamente con su forma Divina, debe ser exaltado hasta lo sumo. (Flp. 2.6-11; y Ap. 4.11; y 5.8-13). |