Debido al paralelo pragmático entre la moral religiosa-cristiana y la emanada de la Constitución Política de los EUM (no robar, no matar, no calumniar, ...), es que resulta ventajoso para el ciudadano poder mimetizarse entre la colectividad cristiana y viceversa. Lo que implica de forma mas o menos imperfecta, pero implica, que un buen ciudadano equivale a ser buen cristiano y claro, viceversa.
Esta equivalencia moral, le acarrea al cristiano doble deuda, pues el hecho de no ser buen cristiano lo expone también como virtual mal ciudadano.
De no ser cierto el paralelo, de chocar estruendosamente una moral contra la otra, colapsaría la estabilidad nacional quizá con una guerra santa, que no es así.
En el pasado, la Guerra Cristera católica, no fue por causas morales sino rituales, al prohibirse en la Constitución los ritos religiosos fuera de sus inmuebles.
Actualmente, se ha modificado el artículo dándole oportunidad a las asociaciones religiosas celebrar fiestas y ritos con previo permiso de las autoridades locales.
No solo es posible percatarse que fue una acción atinada y diplomática del Estado modificar el artículo y evitarse problemas, también un favoritismo disimulado a favor de la iglesia católica.