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General: DESPUES DE LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO MIL AÑOS DESPUES
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DESPUES DEL REGRESO DE CRISTO POR SEGUNDA VEZ LOS IMPIOS SON MUERTOS POR CRISTO ,CRISTO RESUCITA A LOS SUYOS Y SE LLEVA A LOS VIVOS COMO MUERTOS SUYOS .El juicio durante el milenio de los impíos los que obtuvieron la marca de la Bestia .
¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de la vida? 1 Corintios 6:3. Apocalipsis 15:2 Y vi también como un mar de cristal mezclado de fuego, y a los que habían triunfado de la Bestia y de su imagen y de la cifra de su nombre, de pie junto al mar de cristal, llevando las cítaras de Dios.
Durante los mil años que transcurrirán entre la primera resurrección y la segunda, se verificará el juicio de los impíos. El apóstol señala este juicio como un acontecimiento que sigue al segundo advenimiento. “No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor; el cual sacará a luz las obras encubiertas de las tinieblas, y pondrá de manifiesto los propósitos de los corazones”. 1 Corintios 4:5 (VM). Daniel declara que cuando vino el Anciano de días, “se dio el juicio a los santos del Altísimo”. Daniel 7:22. En ese entonces reinarán los justos como reyes y sacerdotes de Dios. San Juan dice en el Apocalipsis: “Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar”. “Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”. Apocalipsis 20:4, 6. Entonces será cuando, como está predicho por San Pablo “los santos han de juzgar al mundo”. 1 Corintios 6:2. Junto con Cristo juzgan a los impíos, comparando sus actos con el libro de la ley, la Biblia, y fallando cada caso en conformidad con los actos que cometieron por medio de su cuerpo. Entonces lo que los malos tienen que sufrir es medido según sus obras, y queda anotado frente a sus nombres en el libro de la muerte.
También Satanás y los ángeles malos son juzgados por Cristo y su pueblo. San Pablo dice: “¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?” Vers. 3. Y San Judas declara que “a los ángeles que no guardaron su original estado, sino que dejaron su propia habitación, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas, hasta el juicio del gran día”. Judas 6 (VM).
Al fin de los mil años vendrá la segunda resurrección. Entonces los impíos serán resucitados, y comparecerán ante Dios para la ejecución del juicio “decretado”. Así el escritor del Apocalipsis, después de haber descripto la resurrección de los justos, dice: “Los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. Apocalipsis 20:5. E Isaías declara con respecto a los impíos: “Serán juntados como se juntan los presos en el calabozo, y estarán encerrados en la cárcel; y después de muchos días serán sacados a suplicio”. Isaías 24:22 (VM).
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Cristo regresa nuevamente a la Tierra para destruir a los impíos y a Satanás .
También profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos. Judas 14, 15.Apoc 19:20 Pero la Bestia fue capturada, y con ella el falso profeta - el que había realizado al servicio de la Bestia las señales con que seducía a los que habían aceptado la marca de la Bestia y a los que adoraban su imagen - los dos fueron arrojados vivos al lago del fuego que arde con azufre.
Al fin de los mil años, Cristo regresa otra vez a la tierra. Lo acompaña la hueste de los redimidos, y lo sigue una comitiva de ángeles. Al descender en majestad aterradora, manda a los muertos impíos que resuciten para recibir su condenación. Se levanta ese gran ejército, innumerable como la arena del mar. ¡Qué contraste entre ellos y los que resucitaron en la primera resurrección! Los justos estaban revestidos de juventud y belleza inmortales. Los impíos llevan las huellas de la enfermedad y de la muerte.
Todas las miradas de esa inmensa multitud se vuelven para contemplar la gloria del Hijo de Dios. A su voz las huestes de los impíos exclaman: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” No es amor a Jesús lo que les inspira esta exclamación, sino que el poder de la verdad arranca esas palabras de sus labios. Los impíos salen de sus tumbas tales como a ellas bajaron, con la misma enemistad hacia Cristo y el mismo espíritu de rebelión. No disponen de un nuevo tiempo de gracia para remediar los defectos de su vida pasada, pues de nada les serviría. Toda una vida de pecado no ablandó sus corazones. De serles concedido un segundo tiempo de gracia, lo emplearían como el primero, eludiendo las exigencias de Dios e incitándose a la rebelión contra él.
Cristo baja sobre el monte de los Olivos, de donde ascendió después de su resurrección, y donde los ángeles repitieron la promesa de su regreso. El profeta dice: “Vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos”. “Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente: y el monte de los Olivos se partirá por en medio... haciendo un valle muy grande”. “Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre”. Zacarías 14:5, 4, 9. La Nueva Jerusalén, que desciende del cielo en su deslumbrante esplendor, se asienta en el lugar purificado y preparado para recibirla, y Cristo, su pueblo y los ángeles, entran en la santa ciudad.
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Satanás queda libre al resucitar los impíos
Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá para engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra. Apocalipsis 20:7, 8.
Al fin de los mil años vendrá la segunda resurrección. Entonces los impíos serán resucitados, y comparecerán ante Dios para la ejecución del juicio “decretado”. Así el escritor del Apocalipsis, después de haber descripto la resurrección de los justos, dice: “Los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. Apocalipsis 20:5. E Isaías declara, con respecto a los impíos: “Serán juntados como se juntan los presos en el calabozo, y estarán encerrados en la cárcel; y después de muchos días serán sacados al suplicio”. Isaías 24:22 (VM).
Entonces Satanás se prepara para la última tremenda lucha por la supremacía. Mientras estaba despojado de su poder e imposibilitado para hacer su obra de engaño, el príncipe del mal se sentía abatido y desgraciado; pero cuando resucitan los impíos y ve las grandes multitudes que tiene a su lado, sus esperanzas reviven y resuelve no rendirse en el gran conflicto. Alistará bajo su bandera a todos los ejércitos de los perdidos y por medio de ellos tratará de ejecutar sus planes. Los impíos son sus cautivos. Al rechazar a Cristo aceptaron la autoridad del jefe de los rebeldes. Están listos para aceptar sus sugestiones y ejecutar sus órdenes. No obstante, fiel a su antigua astucia, no se da por Satanás. Pretende ser el príncipe que tiene derecho a la posesión de la tierra y cuya herencia le ha sido arrebatada injustamente. Se presenta ante sus súbditos engañados como redentor, asegurándoles que su poder los ha sacado de sus tumbas, y que está a punto de librarlos de la más cruel tiranía. Al no estar presente Cristo, Satanás obra milagros para sostener sus pretensiones. Fortalece a los débiles y a todos infunde su propio espíritu y energía. Propone dirigirlos contra el campamento de los santos y tomar posesión de la ciudad de Dios. En un arrebato belicoso señala los innumerables millones que han sido resucitados de entre los muertos, y declara que como jefe de ellos es muy capaz de destruir la ciudad y recuperar su trono y su reino.
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Se disponen a atacar la nueva Jerusalén la Santa ciudad de Dios
Satanás... saldrá a engañar a las naciones... a fin de reunir [las] para la batalla. Apocalipsis 20:7, 8.
Entre aquella inmensa muchedumbre se cuentan numerosos representantes de la raza longeva que existía antes del diluvio; hombres de estatura elevada y de capacidad intelectual gigantesca, que habiendo cedido al dominio de los ángeles caídos, consagraron toda su habilidad y todos sus conocimientos a la exaltación de sí mismos; hombres cuyas obras artísticas maravillosas hicieron que el mundo idolatrase su genio, pero cuya crueldad y malos ardides mancillaron la tierra y borraron la imagen de Dios, de suerte que el Creador los hubo de raer de la superficie de la tierra. Allí hay reyes y generales que conquistaron naciones, hombres valientes que nunca perdieron una batalla, guerreros soberbios y ambiciosos cuya venida hacía temblar reinos... Al salir de la tumba, reasumen el curso de sus pensamientos en el punto mismo en que lo dejaran. Se levantan animados por el mismo deseo de conquista que los dominaba cuando cayeron.
Satanás consulta con sus ángeles, y luego con esos reyes, conquistadores y hombres poderosos. Consideran la fuerza y el número de los suyos, y declaran que el ejército que está dentro de la ciudad es pequeño, comparado con el de ellos, y que se los puede vencer. Preparan sus planes para apoderarse de las riquezas y la gloria de la Nueva Jerusalén... Hábiles artífices fabrican armas de guerra. Renombrados caudillos organizan en compañías y divisiones las muchedumbres de guerreros.
Al fin se da la orden de marcha, y las huestes innumerables se ponen en movimiento; un ejército cual no fue jamás reunido por conquistadores terrenales ni podría ser igualado por las fuerzas combinadas de todas las edades desde que empezaron las guerras en la tierra. Satanás, el más poderoso guerrero, marcha al frente, y sus ángeles unen sus fuerzas para esta batalla final. Hay reyes y guerreros en su comitiva, y las multitudes siguen en grandes compañías, cada cual bajo su correspondiente jefe. Con precisión militar las columnas cerradas avanzan sobre la superficie desgarrada y escabrosa de la tierra hacia la ciudad de Dios. Por orden de Jesús, se cierran las puertas de la nueva Jerusalén, y los ejércitos de Satanás circundan la ciudad y se preparan para el asalto.
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El juicio final de los impíos
Vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios;... y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Apocalipsis 20:12.
Entonces Cristo reaparece a la vista de sus enemigos. Muy por encima de la ciudad, sobre un fundamento de oro bruñido, hay un trono alto y encumbrado. En el trono está sentado el Hijo de Dios, y en torno suyo están los súbditos de su reino. Ningún lenguaje, ninguna pluma pueden expresar ni describir el poder y la majestad de Cristo. La gloria del Padre eterno envuelve a su Hijo. El esplendor de su presencia llena la ciudad de Dios, rebosando más allá de las puertas e inundando toda la tierra con su brillo.
Inmediatos al trono se encuentran los que fueron alguna vez celosos en la causa de Satanás, pero que, cual tizones arrancados del fuego, siguieron luego a su Salvador con profunda e intensa devoción. Vienen después los que perfeccionaron su carácter cristiano en medio de la mentira y de la incredulidad, los que honraron la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró abolida, y los millones de todas las edades que fueron martirizados por su fe. Y más allá está la “grande muchedumbre, que nadie puede contar, de entre todas las naciones, y las tribus, y los pueblos, y las lenguas... de pie ante el trono y delante del Cordero, revestidos de ropas blancas, y teniendo palmas en sus manos”. Apocalipsis 7:9 (VM)...
Los redimidos entonan un canto de alabanza que se extiende y repercute por las bóvedas del cielo: “¡Atribúyase la salvación a nuestro Dios, que está sentado sobre el trono, y al Cordero!” Vers. 10. Angeles y serafines unen sus voces en adoración...
En presencia de los habitantes de la tierra y del cielo reunidos, se efectúa la coronación final del Hijo de Dios. Y entonces revestido de suprema majestad y poder, el Rey de reyes falla el juicio de aquellos que se rebelaron contra su gobierno, y ejecuta sentencia contra los que transgredieron su ley y oprimieron a su pueblo...
Apenas se abren los registros, y la mirada de Jesús se dirige hacia los impíos, éstos reconocen todos los pecados que cometieron.
Toda obra será traída a juicio.
Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala. Eclesiastés 12:14.
En el caso de cada individuo hay un proceso en marcha mucho más maravilloso que aquel por el cual el artista transfiere los rasgos de una persona a la placa bruñida.* El arte del fotógrafo consiste meramente en obtener fotografías de algo que es perecedero; pero en el registro de la vida, el carácter se graba con exactitud, y si ese registro es oscuro, jamás podrá ser borrado, excepto por la sangre del sacrificio expiatorio.
Los ángeles de Dios están ocupados en obtener un daguerrotipo del carácter con la misma fidelidad con que el artista reproduce las facciones del rostro humano; ¡y seremos juzgados por lo que revele ese daguerrotipo!
Cuando se inicie el juicio y los libros se abran, habrá muchas revelaciones asombrosas. Los hombres no aparecerán entonces como se exponen ante los ojos humanos y los juicios falibles. Los pecados secretos quedarán a la vista de todos. Se revelarán motivos e intenciones que se ocultaron en la cámara secreta del corazón.
Todo aparecerá como un retrato de tamaño natural.
En esa hora solemne y tremenda la infidelidad del esposo quedará expuesta ante la esposa, y la deslealtad de la esposa ante el esposo. Por primera vez los padres sabrán cuál fue el carácter verdadero de sus hijos, y los hijos verán los errores y desaciertos de sus padres. El que robó a su vecino recurriendo a falsedades, no escapará con sus ganancias mal habidas. Dios lleva en sus libros un registro exacto de todo acto injusto y de cada negocio deshonesto.
La memoria será fiel y vívida cuando condene al culpable que en ese día haya sido hallado falto. La mente recordará todos los pensamientos y acciones del pasado; la vida entera pasará en revista como las escenas de un panorama.
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Personajes históricos presentes en el juicio
Por mí mismo hice juramento... que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua. Isaías 45:23.
Entre la multitud de los rescatados están los apóstoles de Cristo: el heroico Pablo, el ardiente Pedro, el amado y amoroso Juan y sus hermanos de corazón leal, y con ellos la inmensa hueste de los mártires; mientras que fuera de los muros, con todo lo que es vil y abominable, se encuentran aquellos que los persiguieron, encarcelaron y mataron. Allí está Nerón, monstruo de crueldad y de vicios, y puede ver la alegría y el triunfo de aquellos a quienes torturó, y cuya dolorosa angustia le proporcionara deleite satánico. Su madre está allí para ser testigo de los resultados de su propia obra; para ver cómo los malos rasgos de carácter transmitidos a su hijo y las pasiones fomentadas y desarrolladas por la influencia y el ejemplo de ella, produjeron crímenes que horrorizaron al mundo.
Allí [está] el soberbio y ambicioso Napoleón cuya presencia [hizo] temblar reinos.
Allí hay sacerdotes y prelados católicos, que dijeron ser los embajadores de Cristo y que no obstante emplearon instrumentos de suplicio, calabozos y hogueras para dominar las conciencias de su pueblo. Allí están los orgullosos pontífices que se ensalzaron por encima de Dios y que pretendieron alterar la ley del Altísimo. Aquellos así llamados padres de la iglesia tienen que rendir a Dios una cuenta de la que bien quisieran librarse. Demasiado tarde ven que el Omnisciente es celoso de su ley y que no tendrá por inocente al culpable de violarla. Comprenden entonces que Cristo identifica sus intereses con los de su pueblo perseguido, y sienten la fuerza de sus propias palabras: “En cuanto lo hicisteis a uno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mí lo hicisteis”. Mateo 25:40 (VM).
Todos los impíos del mundo están de pie ante el tribunal de Dios, acusados de alta traición contra el gobierno del cielo. No hay quien sostenga ni defienda la causa de ellos; no tienen disculpa; y se pronuncia contra ellos la sentencia de la muerte eterna.
Los impíos reconocen la justicia de Dios
Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. Romanos 14:10, 11.
Como fuera de sí, los impíos han contemplado la coronación del Hijo de Dios. Ven en las manos de él las tablas de la ley divina, los estatutos que ellos despreciaron y transgredieron. Son testigos de la explosión de admiración, arrobamiento y adoración de los redimidos; y... todos exclaman a una voz: “¡Grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, oh Rey de los siglos!” Apocalipsis 15:3 (VM). Y cayendo prosternados, adoran al Príncipe de la vida.
Satanás parece paralizado al contemplar la gloria y la majestad de Cristo. El que en otro tiempo fue uno de los querubines cubridores, recuerda de dónde cayó. El que fue serafín resplandeciente, “hijo de la aurora”, ¡cuán cambiado se ve, y cuán degradado! Está excluido para siempre del consejo en que antes se lo honraba. Ve ahora a otro que, junto al Padre, vela su gloria. Ha visto la corona colocada sobre la cabeza de Cristo por un ángel de elevada estatura y majestuoso continente, y sabe que la posición exaltada que ocupa este ángel habría podido ser la suya.
Recuerda la mansión de su inocencia y pureza... Al considerar Satanás su reino y los frutos de sus esfuerzos, sólo ve fracaso y ruina... Pero llegó el momento en que la rebelión debe ser sofocada finalmente y puestos en evidencia la historia y el carácter de Satanás. El arohiengañador ha sido desenmascarado por completo en su último gran esfuerzo para destronar a Cristo, destruir a su pueblo y apoderarse de la ciudad de Dios. Los que se han unido a él se dan cuenta del fracaso total de su causa... Ahora se vuelve objeto de execración universal.
Satanás ve que su rebelión voluntaria lo incapacitó para el cielo. Ejerció su poder guerreando contra Dios; la pureza, la paz y la armonía del cielo serían para él suprema tortura. Sus acusaciones contra la misericordia y la justicia de Dios están ya acalladas. Los vituperios que procuró lanzar contra Jehová recaen enteramente sobre él. Y ahora Satanás se inclina y reconoce la justicia de su sentencia.
La destrucción del pecado y los pecadores.
He aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz, ni rama. Malaquías 4:1.
A pesar de que Satanás se ha visto obligado a reconocer la justicia de Dios, y a inclinarse ante la supremacía de Cristo, su carácter sigue siendo el mismo. El espíritu de rebelión, cual poderoso torrente, vuelve a estallar. Lleno de frenesí, determina no cejar en el gran conflicto. Ha llegado la hora de intentar un último y desesperado esfuerzo contra el Rey del cielo. Se lanza en medio de sus súbditos, y trata de inspirarlos con su propio furor y de moverlos a dar inmediata batalla. Pero entre todos los innumerables millones a quienes indujo engañosamente a la rebelión, no hay ahora ninguno que reconozca su supremacía. Su poder ha concluido. Los impíos están llenos del mismo odio contra Dios que el que inspira a Satanás; pero ven que su caso es desesperado, que no pueden prevalecer contra Jehová. Se enardecen contra Satanás y contra los que fueron sus agentes para engañar, y con furia demoníaca se vuelven contra ellos.
Dice el Señor: “Por cuanto has puesto tu corazón como corazón de Dios, por tanto, he aquí que voy a traer contra ti extraños, los terribles de las naciones; y ellos desenvainarán sus espadas contra tu hermosa sabiduría, y profanarán tu esplendor. Al hoyo te harán descender”. “Te destruyo, ¡oh querubín que cubres con tus alas! y te echo de en medio de las piedras de fuego... Te echo a tierra; te pongo delante de reyes para que te miren... Te torno en ceniza sobre la tierra, ante los ojos de todos los que te ven... Serás ruinas, y no existirás más para siempre” Ezequiel 28:6-8; 16-19 (VM)...
Dios hace descender fuego del cielo. La tierra se quebranta. Salen a relucir las armas escondidas en sus profundidades. Llamas devoradoras se escapan por todas partes de grietas amenazantes. Hasta las rocas están ardiendo. Ha llegado el día que arderá como horno. Los elementos se disuelven con calor abrasador, la tierra también y las obras que hay en ella están abrasadas.
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El único recuerdo del pecado.
Ciertamente el justo será recompensado en la tierra; ¡Cuánto más el impío y el pecador! Proverbios 11:31.
Los impíos reciben su recompensa en la tierra. Proverbios 11:31. “Serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos”. Malaquías 4:1. Algunos son destruidos como en un momento, mientras otros sufren muchos días. Todos son castigados “conforme a sus hechos”. Habiendo sido cargados sobre Satanás los pecados de los justos, tiene éste que sufrir no sólo por su propia rebelión, sino también por todos los pecados que hizo cometer al pueblo de Dios. Su castigo debe ser mucho mayor que el de aquellos a quienes engañó. Después de haber perecido todos los que cayeron por sus seducciones, el diablo tiene que seguir viviendo y sufriendo. En las llamas purificadoras quedan por fin destruidos los impíos, raíz y rama: Satanás la raíz, sus secuaces las ramas.
Satanás y todos los que se han unido con él en la rebelión serán cortados... Entonces “no existirá el malo: observarás su lugar, y no estará allí”; “serán como si no hubieran sido”. Salmos 37:10; Abdías 16
La justicia de Dios ha sido satisfecha y los santos y toda la hueste angélica dicen en alta voz: Amén.
Mientras el fuego de la venganza de Dios envuelve la tierra, los justos moran seguros en la santa ciudad. La segunda muerte no tiene poder sobre los que han participado de la primera resurrección. Apocalipsis 20:6. En tanto que para los impíos Dios es fuego consumidor, para su pueblo es un sol y un escudo. Salmos 84:11.
El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de la maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado.
Sólo queda un recuerdo: Nuestro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión... Todo lo que se había perdido por el pecado, ha sido restaurado... El propósito primitivo que Dios tenía al crear la tierra se cumple al convertirse ésta en la morada eterna de los redimidos. “Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella.
Cielos nuevos y Tierra nueva.
Nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. 2 Pedro 3:13.
Los pies de los malvados nunca profanarán la tierra renovada. Del cielo descenderá fuego de Dios para devorarlos y quemarlos: raíz y rama. Satanás es la raíz y sus hijos las ramas.
El mismo fuego proveniente de Dios que consumió a los impíos purificó toda la tierra. Las desgarradas montañas se derritieron con el ardiente calor; también la atmósfera y todo el rastrojo fueron consumidos. Entonces nuestra heredad apareció delante de nosotros, gloriosa y bella, y heredamos toda la tierra renovada.
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han pasado”. Apocalipsis 21:1 (VM). El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado.
El mar separa a los amigos; establece una barrera entre nosotros y aquellos a quienes amamos. El vasto e insondable océano rompe nuestros vínculos. En la tierra nueva ya no habrá mar, ni habrá allí “galeras con remos”. En lo pasado, muchos que amaban y servían a Dios fueron encadenados a los asientos de las galeras y obligados a cumplir la voluntad de hombres crueles y de corazón duro. El Señor ha contemplado sus sufrimientos con simpatía y compasión. Gracias a Dios, en la tierra nueva no habrá corrientes impetuosas, ni océanos invasores, ni olas inquietas y bulliciosas.
Todo lo hermoso de nuestra patria terrenal ha de recordarnos el río de cristal y los campos verdes, los árboles ondeantes y las fuentes de aguas vivas, la ciudad resplandeciente y los cantores vestidos de blanco de nuestra patria celestial, el mundo de una belleza que ninguna lengua humana puede describir. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.
Cielos nuevos y Tierra nueva.
Nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. 2 Pedro 3:13.
Los pies de los malvados nunca profanarán la tierra renovada. Del cielo descenderá fuego de Dios para devorarlos y quemarlos: raíz y rama. Satanás es la raíz y sus hijos las ramas.
El mismo fuego proveniente de Dios que consumió a los impíos purificó toda la tierra. Las desgarradas montañas se derritieron con el ardiente calor; también la atmósfera y todo el rastrojo fueron consumidos. Entonces nuestra heredad apareció delante de nosotros, gloriosa y bella, y heredamos toda la tierra renovada.
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han pasado”. Apocalipsis 21:1 (VM). El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado.
El mar separa a los amigos; establece una barrera entre nosotros y aquellos a quienes amamos. El vasto e insondable océano rompe nuestros vínculos. En la tierra nueva ya no habrá mar, ni habrá allí “galeras con remos”. En lo pasado, muchos que amaban y servían a Dios fueron encadenados a los asientos de las galeras y obligados a cumplir la voluntad de hombres crueles y de corazón duro. El Señor ha contemplado sus sufrimientos con simpatía y compasión. Gracias a Dios, en la tierra nueva no habrá corrientes impetuosas, ni océanos invasores, ni olas inquietas y bulliciosas.
Todo lo hermoso de nuestra patria terrenal ha de recordarnos el río de cristal y los campos verdes, los árboles ondeantes y las fuentes de aguas vivas, la ciudad resplandeciente y los cantores vestidos de blanco de nuestra patria celestial, el mundo de una belleza que ninguna lengua humana puede describir. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”
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