Que en últimas dos décadas el avance tecnológico en las sociedades desarrolladas haya alcanzado un ritmo de vértigo hace que, a priori, pensemos que es irrepetible en los años venideros. De hecho, se han comenzado a cuestionar principios que han marcado ese progreso, como la ley de Moore, dado que parece que será irrepetible el hecho de que el número de transistores de los microprocesadores vuelva a duplicarse cada uno o dos años. Sin embargo, al repasar estos factores, no se tiene en cuenta la velocidad de desarrollo que puede llegar con la singularidad tecnológica.
Hacia uno de las mayores cambios en la historia
El proceso de singularidad tecnológica engloba una serie de ideas sobre la que destaca que el progreso tan fuerte que se viene produciendo durante décadas en inteligencia artificial acabará propiciando una superación de la inteligencia humana. El avance en ciencia y tecnología es exponencial, por lo que, en última instancia, al llegar a la singularidad se habrá alcanzado respecto a la inteligencia artificial un punto de complejidad y potencia no controlable por nosotros, sus creadores. Y según varios autores, desde John Von Neumann en los años 50 hasta otros posteriores como Vernor Vinge, no estamos demasiado lejos de ese momento.
Aunque según ciertas leyes y principios clásicos en ciencia ficción como las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov el ser humano nunca debería perder su papel hegemónico, si un robot o máquina llega a superarnos en capacidad de proceso lógico, lo cierto es que probablemente para ellos tendría muy poco sentido cumplir las leyes, al igual que en muchos momentos de la historia muchos colectivos consideraron -justamente- que las leyes escritas no eran justas, y por lo tanto había que atendar al iusnaturalismo o derecho natural.
Volviendo a la singularidad tecnológica, la segunda asunción es que la situación no sólo no quedaría en el punto de pérdida de control, sino que los propios robots seguirían "reproduciéndose" recursivamente (Von Neumann teorizó sobre ello y de él tomaron el nombre "máquinas de Von Neumann") según sus principios y conciencia. En este estadio sería imposible predecir cómo avanzaría el curso de la historia, pero el proceso de la singularidad también se alcanzaría con la integración en los humanos de tecnología en un sentido mucho más profundo que el de los wearables actuales.
Singularidad y transhumanisno, unidos
Como ejemplo, a nivel cerebral también hablaríamos de una obtener una capacidad muy superior a la actual como consecuencia de las ayudas recibidas por la inclusión tecnológica en la biología humana. A día de hoy estamos tratando de conocer el cerebro, y aunque el avance es lento, sí hay cierto progreso e investigación en comunicación cerebro-máquina.
Así conectan a Neo en "Matrix".
Eso sí, de momento, muy lejos de la superinteligencia o superlongevidad que afirman los defensores de la singularidad. Y es que, como se puede apreciar más allá del desarrollo de los robots, el transhumanismo también tiene mucha importancia en estas ideas.
El transhumanismo supondría superar la barrera biológica del ser humano y encaminarnos hacia una realidad donde estaríamos cerca de no sólo tener mayores capacidades físicas o mentales, sino de, prácticamente, ser inmortales. Una cifra común en las estimaciones sobre cuándo llegaría la singularidad tecnológica es el año 2045. De hecho, mediante este curioso reloj/cuenta atrás, podemos saber cuánto queda exactamente para la hipotética llegada de la explosión de conocimiento.
¿Es evitable?
Es la gran pregunta para muchos. Ante los riesgos que una situación como la presentada entrañaría con alta probabilidad para la especie humana, ya que incluso el transhumanismo controlado se llega a ver como una pérdida de esencia de la especie, los autores se preguntan cómo evitar la llegada de la singularidad tecnológica. La respuesta, aunque tan en el aire como el problema real, no es muy positiva.
Mientras sigamos desarrollando e integrando al ritmo actual la tecnología en nuestras vidas, será muy difícil que la explosión de inteligencia no llegue, porque es precisamente lo que a día de hoy buscamos. Otra cosa, eso sí, es cómo llegue. Para saber qué visiones son más acertadas, sólo hay que esperar 28 años.