En la primera semana de enero, de acuerdo al índice de la Agencia Bloomberg que mide a los hombres más ricos del mundo, Elon Musk pasó a ser el primero, con un patrimonio de u$s 188.500 millones, y superó así a Jeff Bezos, que había encabezado el ranking en años recientes, por u$s 1.500 millones.
El gran impulso a la riqueza de Musk se dio en 2020 con las acciones de Tesla, su empresa que produce autos eléctricos, que subieron 743%, mientras que su patrimonio personal crecía 482% durante el mismo periodo, en una evidencia de que la gran acumulación de riqueza que ha generado la pandemia no se ha dado sólo en el sector tecnológico. Esto sucedió aunque la empresa Amazon de Bezos, quien bajó al segundo lugar, subió su valor accionario también varias veces.
Pero los dos empresarios más ricos del mundo que se disputan el primer lugar en el ranking de Bloomberg tienen otra competencia menos visible pero con mayor proyección en el largo plazo: la pugna por la participación en la carrera espacial. Desde que la ley de Obama sancionada en noviembre de 2014 reconociera el derecho de propiedad de ciudadanos y empresas estadounidenses de lo que se apropien en el espacio, esto impulsó la política para ampliar el rol de las empresas privadas en el plan espacial estadounidense, que tiene al Estado como principal ejecutor a través de la NASA.
En los últimos años se incrementó notoriamente el rol privado en este ámbito, lo que permitió a los Estados Unidos mantener una posición predominante frente a China, lo que no ha podido hacer en otros ámbitos.
La empresa SpaceX de Musk ha avanzado mucho en este campo. Lo ha hecho no solamente por el monto de las inversiones y contratos obtenidos, sino también por la capacidad de innovar tecnológicamente, como la idea de reutilizar los cohetes, disminuyendo sensiblemente los costos. La carrera espacial para los Estados Unidos tiene como próximos hitos la llegada del hombre a la Luna en 2024 y a Marte a partir del 2030, año en el que también China planea establecer una presencia humana en la Luna.
La explotación de los recursos naturales extraterrestres es la clave económica de largo plazo de la carrera espacial, junto con la mayor capacidad en el campo de la defensa que tendrán los países que tengan más desarrollo en este campo.
Pero Bezos también es un jugador en este terreno. Su empresa se denomina Blue Origin y también es un activo contratista de la NASA en la carrera espacial y un innovador en el campo tecnológico. En esta área también el sudafricano Musk por ahora lleva ventaja.
Una firma tecnológica como Amazon es un gran jugador en el campo de las empresas de este orden en el corto plazo, mientras que una de automóviles eléctricos como Tesla, que tiene efectos beneficiosos para el medio ambiente, es un jugador decisivo en el mediano plazo. Pero empresas privadas líderes en la carrera espacial como SpaceX y Blue Origin lo son en el largo plazo.
El objetivo en el corto plazo de Musk es enviar una nave espacial a Marte en 2022. Para el empresario, llegar a este planeta implica iniciar su colonización, algo que tendría lugar a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XXI. Pero para ello necesita hacer un pie en Marte lo antes posible.
La misión que está preparando para el año próximo tiene como premisa llegar con una nave espacial con carga, buscando que la presencia humana se dé a finales de esta década o, de ser posible, alrededor de 2025.
Pero su empresa también participa en los vuelos terrestres suborbitales con la nave Starship, un sistema de transporte extremadamente innovador que permite enviar personas y cargas de un punto a otro dentro de la Tierra utilizando cohetes.
Según el plan de negocios de la empresa, ello permitiría un viaje entre Los Ángeles y Nueva York en 20 minutos y de Londres a Hong Kong en sólo 34. Otro proyecto de Space X, más allá de las expediciones espaciales, es la puesta en órbita de una constelación de satélites denominada "Starlink", capaz de proveer conexión de banda ancha en todo el planeta a muy bajo costo.
Respecto a Blue Origin, su objetivo en el corto plazo es lograr llevar humanos a la Luna en 2024, algo que Bezos impulsa como parte del programa Artemisa. Está dando prioridad tecnológica a resolver la etapa de descenso del módulo lunar, para lo que se utilizará el cohete New Glenn, ya probado y reutilizado. De acuerdo a la NASA, se necesitarán u$s 25.000 millones para que el proyecto sea posible.
El objetivo inicial era que el hombre volviera a la luna en 2028, pero Donald Trump, a principios de 2019, decidió adelantarlo al 2024, para el final de un hipotético segundo mandato, aumentando para ello el ritmo de la inversión. El proyecto de largo plazo de Bezos es la creación de cápsulas cilíndricas gigantes espaciales con capacidad de servir de hábitat a grandes poblaciones terrestres.
Mientras tanto, la prioridad por llegar a Marte se acelera. En 2021 se enviarán tres misiones hacia el Planeta rojo: la sonda Hope de Emiratos Árabes Unidos, el rover Tianwen-1 de China, que explorará la superficie, y el descenso de un robot helicóptero, el Ingenuity, en la superficie de Marte por parte de Estados Unidos.
En este contexto, la ventaja global que tiene Estados Unidos es haber logrado que la inversión privada participe de ella, como lo confirma que los dos hombres más ricos del mundo, Musk y Bezos, con clara visión de largo plazo, ya sean jugadores en este ámbito.
La geopolítica del siglo XXI, que tiene como principales protagonistas a Estados Unidos y China, se manifiesta en la pugna entre ambos por el predominio en la tecnología y la carrera espacial. En ambos campos, los dos hombres más ricos del mundo están jugando un rol muy relevante. Pero en el mundo hiper-globalizado empresas y empresarios terminan teniendo también nacionalidad.
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