El dato había llegado a mis oídos hace muchos años ya pero sinceramente, siempre creí que era apenas otra leyenda urbana. Se me hacía difícil imaginar un guiño tan obvio para expertos en Teología y Satanismo. No podía ser verdad… pero lo era.
Estábamos en París, en el tramo final de nuestro último viaje. Y allí, de pie en la amplia explanada que da acceso al famoso Museo del Louvre, contemplaba el enigma: la pirámide cristal que confirma el «hall» de acceso al mismo, formada por 666 cristales.
Seiscientos sesenta y seis. El número bíblico del Anticristo. Esa era la «leyenda urbana» que, después de todo, parecía ser realidad. Los había contado: había 654, pero como la puerta de acceso, cerrada, hubiera sumado más cristales, el área de aquella necesitaba otros… doce, lo que nos daba el número «maldito». Si a esto le sumamos que fue mandado construir por indicación del que supo ser máximo mandatario francés, François Miterrand, conocido por sus inquietudes esotéricas, la cosa se alejaba dramáticamente de la posibilidad de una «casualidad».
Pero lo llamativo no terminaba allí…
El autor de este artículo, Gustavo Fernández, frente a la pirámide del Louvre.
En otro amplio espacio, frente a la primera Gran Pirámide Cristal –que se encuentra rodeada, a su vez, por otras tres pequeñas cuyo número de cristales no es numerológicamente significativo—, a cierta distancia, otra enorme pirámide de cristal, pero esta vez invertida y subterránea, hace de gigantesca claraboya de luz para un área despejada del centro comercial que se encuentra en el subsuelo. Entiéndase bien: no actúa como boca de luz para el área comercial, sino para una zona «muerta» anexa a aquél. Y su vértice invertido casi toca otra pequeña, de material, que poya sobre el suelo. Para quienes vieron la película El Código da Vinci, es el lugar donde, al final del filme, el académico Roberto Langdom deduce que se encuentran enterrados los restos de María Magdalena.
La pirámide respeta las proporciones de la pirámide egipcia de Keops, y pese a que la Wikipedia dice que tiene 673 cristales, insisto: contados y recontados, son 666. Supongo que ese dato, proveniente del mismo museo, es una forma de desalentar los rumores que corren sobre esa extraña correspondencia (total, ¿cuántos turistas tendrán la paciencia de ponerse a contarlos? Vaya este comentario como humilde homenaje a mi mujer, Mariela, aterida de frío bajo la pertinaz llovizna de esa helada mañana mientras yo contaba pacientemente…).
La pirámide invertida.
Y este es el punto en que debo fijar una posición personal: no me parecen congruentes —evito decir «no creo», porque sería una contradicción lógica: estaría expresando entonces sólo una creencia que no debería ser empíricamente demostrada— las supuestas «evidencias» de la probabilidad del hipotético anticristo, y por otro lado, está demostrado que en los primeros escritos cristianos la Marca de la Bestia era 616, y no 666. Por ende, sospecho que el tal 666 remite a otra cosa (intuyo vinculado con la Geometría Sagrada) y su transliteración «demoníaca» en el Apocalipsis fue una estrategia de la Iglesia para «demonizar» el conocimiento numerológico, neopitagórico, es decir, esotérico. La Wikipedia nos ofrece distintas interpretaciones al gusto del lector…
¿Cuál será la razón de ser de ese número? A la interpretación clásica y perimida que adjudica al 666 al «anticristo», otros muchos estudiosos de lo esotérico señalan también que el número debe interpretarse de otra manera. En el sentido de «final de un ciclo» para dejar paso a otro completamente renovado. Además, dicha construcción se ubica, también, en el centro de quartier (barrio) uno, de los 20 en que se divide el París antiguo, y que se desarrolla en una espiral como el centenario Juego de la Oca, partiendo, precisamente, del Louvre hasta su final. Así, se supone que Miterrand envió a construir este «edificio de poder» en el corazón de la gran espiral que es París, como un elemento que «despertara» el poder dormido de la otrora gran nación. En ese sentido, revisar mi artículo El Grial de la Búsqueda. Allí señalo la esotérica importancia que tendría el quartier (barrio) donde, en el siglo XII, se edificó el palacio real del Louvre, tardíamente devenido en Museo.
«Ha logrado, asimismo, que a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente; ya nadie podrá comprar ni vender si no está marcado con el nombre de la bestia o con la cifra de su nombre. Aquí verán quién es sabio. Si ustedes son entendidos, interpreten la cifra de la bestia. Se trata de un hombre, y su cifra es 666». Apocalipsis 13, 16-18.
Los estudiosos de Piramidología (la disciplina que estudia la energía de las pirámides) hemos, de hecho, escrito extensos trabajos señalando como las pirámides invertidas, enfrentadas a otras puestas al derecho, amplifican el «poder» que se manifiesta dentro de ellas, cualquier cosa que eso sea. Y esas pirámides enfrentadas son, precisamente, las que encontramos en el subsuelo ya señalado.
Miterrand, quien, entre otros hechos conocidos, poco antes de ganar sus elecciones estuvo en Rennes le Chateau interesándose por los enigmas descubiertos por aquél cura entonces ignoto llamado Bérenguer Saunière (y sobre lo que escribí en mi nota El arcano misterio de un cura millonario) frecuentaba sociedades secretas y era un convencido que esos conocimientos espirituales podían ser determinantes tanto para la política doméstica como la internacional.
https://noticierouniversal.com/cosas-que-pasan/la-piramide-de-cristal-del-louvre-y-el-numero-666/