Durante más de 15 años la identidad del creador de Bitcoin ha permanecido como un enigma. Sin duda, se trata de uno de los misterios sin resolver más intrigantes del siglo XXI, pues su fortuna lo colocaría entre las 30 personas más ricas del mundo, según la revista Forbes. ¿Quién es realmente Satoshi Nakamoto?
En el lejano octubre de 2008, un mensaje en un foro firmado por un tal ‘Satoshi Nakamoto’ titulado “Bitcoin P2P e-cash paper” anunciaba la creación de la criptomoneda. Durante los dos años siguientes, Satoshi permaneció activo en la comunidad, comunicándose con otros en el desarrollo de la blockchain. El último mensaje de Satoshi se publicó en diciembre de 2010. Desde entonces, el fundador de BTC está totalmente desaparecido y sus Bitcoin continúan en el mismo lugar donde los dejó.
¿Quién es Satoshi Nakamoto?
Existen cientos de teorías alrededor de la verdadera identidad de Satoshi Nakamoto. Se han realizado exhaustivas investigaciones para descubrir la identidad del creador de la primera criptomoneda de la historia. Sin embargo, los resultados han sido tan ambiguos como cuestionables.
Asimismo, es difícil saber realmente cuántos bitcoins posee Nakamoto, ya que se sospecha que podría haber utilizado diferentes direcciones al minar los primeros bloques. Sin embargo, algunos estiman que los monederos Bitcoin asociados a Nakamoto contienen aproximadamente 1,1 millones de BTC.
Dado que sólo se minarán 21 millones de Bitcoin, las tenencias de Nakamoto representan el 5% de todos los bitcoin que se crearán.
Satoshi es importante para el ecosistema Bitcoin más allá de su condición de fundador. El personaje se ha convertido en una especie de figura filosófica para los defensores de la criptomoneda. Debido a sus mensajes, el libro blanco y su manera de describir el mundo que le rodea, se ha propuesto a un puñado de individuos, ninguno de los cuales ha demostrado ser Satoshi Nakamoto. Te presentamos 8 candidatos, ¿Quién de ellos es Satoshi Nakamoto?
Dorian Nakamoto
Probablemente hayas visto la imagen de este personaje al googlear sobre Satoshi Nakamoto. Este fue quizás el intento más sonado de revelar al fundador de Bitcoin. Dorian Prentice Nakamoto es un físico radicado en Los Ángeles, licenciado en la Politécnica de California y que trabajó en proyectos clasificados de defensa.
En marzo de 2014, el portal Newsweek identificó a Dorian como el creador de la criptomoneda. Newsweek afirmó varias similitudes entre Satoshi Nakamoto y Dorian Nakamoto. Por ejemplo, ambos tenían supuestamente inclinaciones libertarias y ascendencia japonesa. El autor del artículo también afirmaba que Dorian había dicho que “ya no” estaba involucrado en Bitcoin y que lo había “entregado” a otras personas.
El mayor error de la revista fue publicar una fotografía de la casa de Nakamoto. Una búsqueda superficial de imágenes podría revelar fácilmente su ubicación. Aunque muchos no creían que Dorian Nakamoto fuera el fundador de bitcoin, la comunidad de criptomonedas estaba horrorizada de que se hubiera violado su privacidad, según Investopedia.
Dorian Nakamoto negó posteriormente la cita y afirmó que había entendido mal la pregunta y que no tenía nada que ver con Bitcoin. Además, ha rechazado de manera agresiva haber formado parte del libro blanco de Bitcoin, y al momento de su publicación, había ‘dejado de trabajar por años’.
Sin embargo, no está demás decir que Dorian sacó provecho del circo mediático. En marzo de 2014, el empresario y ‘bitllonario’ Andreas Antonopoulos lanzó una recaudación de fondos para apoyar a Nakamoto.
La campaña de crowdfunding sirvió como disculpa por ‘el daño y las dificultades que Nakamoto experimentó durante el calvario’. Más de 2.100 seguidores donaron 102,23 bitcoin por un valor aproximado de 34.500 dólares en 2014; en febrero de 2023, valían unos 2,3 millones de dólares.
Publicado en el año 2020, el filósofo francés Mark Alizart nos presenta un trabajo donde analiza el origen y desarrollo de la más famosa de las criptomonedas, el bitcoin, con el fin de explicar y justificar por qué en el software libre blockchain se encontraría la clave para cumplir el objetivo político de Marx: destruir el Estado y crear una sociedad comunista, pero fundada en la criptografía y no en la lucha de clases.
Mark Alizart es un filósofo francés contemporáneo que desde hace aproximadamente una década viene publicando obras en las que discute temáticas contemporáneas desde su particular óptica filosófica: entre sus trabajos destacados está Teología Pop (2015), donde afirma que la sociedad del entretenimiento, el ocio y el consumo debe su forma a la religión, y más específicamente a la ética protestante que Max Weber y su interpretación del capitalismo; en Golpe de estado climático (2020) denuncia la voluntad política de que el clima esté en crisis debido a que vivimos en un golpe “carbofascista” contra la humanidad y la única salida es pensar las condiciones de una revolución en favor de un verdadero “ecosocialismo”. Finalmente llegamos a su último trabajo que vamos a analizar en este artículo Criptocomunismo, un libro donde abundan las tesis, afirmaciones y criticas al marxismo de toda forma y color (sin mucho fundamento) pensando en la tecnología blockchain como herramienta emancipadora y salvadora de la humanidad frente a las crisis económicas (pasadas y venideras).
Apropiación colectiva de los medios de producción monetaria
Corría el año 2008 cuando en los Estados Unidos de Norteamérica estalló la “burbuja inmobiliaria”, o la crisis más importante de la historia contemporánea del capitalismo; el gobierno norteamericano, para evitar la caída y posterior crack financiero de su país, decide socializar las pérdidas de la banca privada absorbiendo sus deudas con fondos públicos y generando una situación de crisis económica y social en la población trabajadora que se tradujo en la expropiación (lisa y llana) de ahorros particulares y viviendas hipotecadas.
El 1.° de noviembre del 2008 un usuario con el seudónimo de Satoshi Nakamoto subió a la red una publicación titulada: “Bitcoin: un sistema de efectivo electrónico de usuario a usuario”. En dicho texto se sientan las bases de los protocolos de programación que dan por resultado el modelo criptográfico que da nacimiento a la primera criptomoneda: el bitcoin. En respuesta al rescate financiero de la banca privada por parte de la Reserva Federal de los EE. UU., Satoshi propone la creación de una cyber-moneda que sirva de resguardo y protección de los ahorros particulares ante una nueva amenaza de rescate de los bancos privados por parte del gobierno federal usando fondos públicos.
Para Alizart, el “bitcoin fue concebido para proteger el ahorro privado, para salvarlo de la voracidad de los gobiernos, aún en el caso de que se tratara de participar en un esfuerzo colectivo, incluso sobre todo en el caso de que se tratara de ‘socializar’ las perdidas” [1].
Cripto la solución
Según Alizart, en el software libre bitcoin se encuentra la clave para destruir al Estado y lograr una representación individual lo más directa y menos mediada posible. Todo un programa político revolucionario en el código de un software: “Bitcoin es un algoritmo de fe. Al permitir librarse matemáticamente de los ‘terceros de confianza’, bitcoin es una máquina de producir fe y libertad” [2].
En ese sentido Alizart nos plantea que en la filosofía blockchain del bitcoin se encuentran elementos de corte político que permitirían lograr un nuevo tipo de organización social comunitaria nunca antes vista por la humanidad, “una nueva ley, una nueva Iglesia y un nuevo Estado”, pero no de cualquier tipo ni de cualquier forma: esta será una revolución histórica más austera que las “reformas de Lutero” y con una voluntad general más fuerte que la “república de Rousseau”.
Entonces llegamos así a la tesis principal del libro: “el régimen teológico-político que la Cripto finalmente establecerá no es el ‘criptoanarquismo’. Por el contrario, es un régimen conocido precisamente por hacer que las personas reconozcan que viven en comunidades y no como átomos separados” [3]; es a partir de este uso de las criptomonedas que nacerá el “Criptocomunismo”.
La batería de argumentos a favor del universo Cripto van desde la no existencia de mediadores, el refuerzo de los lazos comunitarios, la destrucción organizada del Estado, minando lo que Alizart identifica como el corazón del capitalismo en el monopolio de producir dinero fiduciario (se llama dinero fiduciario al que se basa en la fe o confianza de la comunidad, es decir, se respalda por una promesa de pago por parte del ente emisor). Alizart afirma (sin fundamentación histórica alguna) que la cripto-revolución socialista es posible y además pacífica, ya que a diferencia del modelo social marxista que exige cambios profundos y radicales, “el ambiente de la Cripto pretende ser pragmático. No cree más que en lo que funciona. Y pretende conducir una revolución pacífica, ya que solamente está hecha por ingenieros desprovistos de prejuicios filosóficos” [4].
Según Alizart, el bitcoin va a permitir todo un universo de reformas estructurales de tinte mesiánico y profético que van desde el debilitamiento progresivo del capitalismo internacional, que va a colapsar a partir del momento en que el bitcoin suplante al dólar como unidad de valor mundial [¡¿?!], hasta el fin de la guerras entre Estados, que será posible ya que no van a poder financiar sus conflictos bélicos debido a que al no tener el monopolio de la moneda no van a poder recaudar impuestos.
Qué es un blockchain y cómo funciona
Pero ¿qué es lo novedoso o vanguardista de todo este asunto de la criptografía y el blockchain? Para Mark Alizart la creación del software libre blockchain (cadena de bloques) representa un salto cualitativo, cuantitativo y evolutivo en la historia de la humanidad. Pero vamos por partes.
El blockchain o cadena de bloques es una teoría de encriptamiento que Satoshi Nakamoto subió a la red en el 2008, cuando se minó (programó) el primer bloque de bitcoins de la historia. Según Satoshi, el protocolo de programación del blockchain es la respuesta a una teoría de juegos llamada El problema de los generales Bizantinos en donde la solución que se busca encontrar es cómo manejar información de forma segura y descentralizada. La paradoja es la siguiente: el ejercito invasor amenazada la ciudad y el comandante defensor debe dar la orden de atacar, pero debe ser en simultáneo entre todos sus ejércitos, si no la defensa pierde efectividad. Hay varios generales apostados listos para atacar, pero sus ejércitos están en posiciones separadas e incomunicadas, el único nexo comunicador es el mensajero oficial que debe llevar la orden en forma y tiempo a cada general para que sepan a qué hora exacta atacar; y es aquí donde surgen los problemas: ¿cómo sabemos si llegó el mensaje? ¿Cómo sabemos si el mensaje fue capturado? Y ¿óomo sabemos que el mensaje no fue alterado por un general traidor? La solución que propone Satoshi a este dilema es el protocolo blockchain.
Podemos definir el blockchain como un protocolo de programación para compartir información en internet, un protocolo de interacciones virtuales descentralizadas que permite intercambio de información entre bloques de datos. O sea: es una sintaxis digital (como el “http://”), una forma de organizar la información que circula en la web.
El blockchain funcionaría como un tipo de libro contable online. La base de toda esta información no tiene un servidor central sino que es público. Los registros contables son distribuidos en miles de computadoras, llamadas nodos, conectadas a internet, que se actualizan con cada transacción. La cadena entera puede ser auditada por quien lo desee. Cada transacción es certificada mediante pruebas de trabajo y se encripta (no se pueden hackear), lo que significa que no se puede falsificar ni adulterar; la cadena se verifica constantemente en cada operación. Y funciona con un esquema de dos claves, una pública y una privada. La clave pública autoriza a recibir bitcoins, mientras que la privada autoriza a que uno mueva los propios. En definitiva, el uso de las claves autoriza que las transacciones queden registradas en la cadena de bloques, evidencia de que los bitcoins han pasado de mano y pertenecen a un determinado usuario.
Hablemos también con Satoshi
Como vimos, Alizar sostiene que el bitcoin es mucho más que una simple moneda, sino una manifestación social de valor, ya que según él los bitcoins son una relación social cuyo valor esta determinado por la energía/electricidad necesaria para crearlo: “Bitcoin es energía cautiva (la energía que se necesita para crackear el criptograma)” [5].
En ese sentido Alizart afirma que el bitcoin no puede caer en el fetichismo de las monedas debido a dos razones: la primera consiste en que su valor esta determinado por su costo energético, y por otro lado que no puede ser falsificado. Pero ¿cómo se estructura una cadena de bitcoins? Un bloque minado de toda una cadena, uno solo, contiene 50 bitcoins. Y de la misma manera en que 1 peso esta compuesto de 100 centavos, un bitcoin esta compuesto por 100 millones de satoshis –un satoshi es la unidad mínima de un bitcoin–. Y es acá donde está lo esencial del bitcoin, ya que cada satoshi es un hash o si se quiere: un código alfanumérico compuesto de 35 dígitos 1GZPvex89rBMtrvYfFiqWJBTp7WNU55Cs, y esto es lo infalsificable del criptograma del blockchain. El mismo Satoshi ilustra la cuestión de la siguiente manera:
La criptografía de clave pública depende del hecho de que es difícil factorizar números primos grandes. Todos saben eso. Si las transferencias de bitcoins se asignaron a una clave pública bien formada, y se requirió una firma de clave privada asociada para la futura transferencia, permitiría que las transferencias cifradas de bitcoins fueran completamente seguras. Para validar una transacción, los nodos toman la clave pública de la firma y la usan para verificar la firma real. Si la firma es válida, habrá que ver luego los hashes de la clave pública para confirmar que coincide con la dirección de bitcoin asignada en la transacción. Actualmente el hash es de 35 caracteres de longitud, alfanumérico 26 (mayúscula) + 26 (minúscula) + 10 (números) = 62 posibles por carácter. Entonces tenemos 541,638,008,296,341,754,635,824,011,376,225,346,986,572,413,939,634,062,667,808,768 combinaciones posibles. Así que creo que no tenemos mucho trabajo por hacer en comparación con ir con fuerza bruta contra la clave privada/pública principal [6].
Cada hash es único e irrepetible dentro del universo Cripto, por lo tanto es ese el parámetro que sugiere Satoshi para determinar el valor de cada hash; no es el costo energético de su acuñación/programación/minado (contar hashes) lo que determina su valor (como sugiere Mark Alizart) sino su valor simbólico; para Satoshi Nakamoto, cada hash es una obra de arte criptográfica en sí misma, y por lo tanto su valor es socialmente determinable; no es inmune al fetiche tal como lo entiende Alizart, no son más que meras fichas intercambiables. El propio Satoshi lo definió así: “Los bitcoins no tienen dividendos o potenciales futuros dividendos, por lo que no son como una acción. Más como un coleccionable o producto” [7].
¿La tecnología logrará el comunismo?
Todas las tesis que plantea Alizart a lo largo del libro se fundamentan en dos críticas (muy superficialmente planteadas) a Marx y su visión económica, donde ataca la visión fetichista del dinero que tendría este, y un cruce mecánico y desprolijo entre el concepto de economía y termodinámica.
Según Alizart, “Marx pasó por alto el papel que juega el dinero en la economía porque pasó por alto el papel que juega la información en la termodinámica” [8]. Esta crítica de Alizart a Marx merece especial atención por dos razones: la primera es que solamente una persona que no leyó El capital (o lo miró muy superficialmente) puede sostener que Marx pasó por alto el papel que juega el dinero en la economía, ya que en todo caso Karl Marx mostró que el dinero es una relación social y no un signo, como sostenían exponentes de la economía política de su época o una “cadena de información”, como parece creer Alizart.
En segundo lugar estaría la cruza mecánica de los conceptos: economía y termodinámica. Alizart considera al bitcoin como algo más que una simple moneda digital de cambio. Él ve una “criptomoneda viviente” que como tal produce no solo un valor de uso sino también relaciones sociales y estructuras políticas nuevas. Algo similar a lo que fueron las primeras máquinas a vapor del siglo XIX, que no solamente daban ganancias increíbles (en comparación con el sistema agrícola-artesanal) sino que literalmente esas máquinas permitieron que surja una clase social nueva que posteriormente se organizó políticamente en un partido y tomó poder por medio de la revolución de 1789, dando nacimiento a una sociedad nueva. El estudio de las leyes de la termodinámica aparecen a la par de las revoluciones industriales del siglo XIX con la llegada de la máquina de vapor; el estudio de las máquinas térmicas fue fundamental para hacer más eficientes los procesos de producción lo que, desde el punto de vista capitalista, significaba una mayor eficiencia y una mayor ganancia. Para Alizart, el bitcoin es un nuevo tipo de máquina a vapor cuya producción se mide no solo por su valor de uso y su valor de cambio, sino además por el valor en sí de la información política y social que puede producir el blockchain. Resumidamente podemos decir: la criptomoneda no solo es una moneda, tampoco es solo una máquina, sino que es una “cripto-moneda viviente” que además funciona como “una máquina de producir fe y libertad”.
Alizart ve en el bitcoin un tecno-fenómeno inédito que por sí solo va a revolucionar el sistema productivo, pero en sus afirmaciones se refleja un optimismo técnico digno de los socialistas-utópicos del siglo XVIII como Saint-Simon. Y por otro lado una “tecno-ingenuidad” escandalosa, ya que sin sonrojarse Alizart afirma que la revolución bitcoin va a ser pacífica porque la impulsan “ingenieros desprovistos de prejuicios filosóficos”, cuando si hay una lección que nos dejó en claro el siglo XX y dos guerras mundiales es que la ciencia de ninguna forma es neutral y absolutamente toda técnica o máquina que fabrica el capitalismo destila ideología. El bitcoin no está exento a eso.
Sin ir muy lejos, el propio Satoshi Nakamoto (2010) expuso públicamente en la red sus intereses políticos y morales cuando se negó a permitir que WikiLeaks use bitcoin como forma de financiamiento, ya que los problemas legales de Julian Assange y su campaña contra los secretos diplomáticos burgueses e imperialistas de EE. UU. podían “destruir la pequeña comunidad beta que todavía está en su infancia” como es bitcoin [9].
Por último, una observación de tipo técnica política: como desarrollamos arriba, el plus sociopolítico del bitcoin Alizart lo ubica en el blockchain como algo en sí mismo (es el blockchain lo que hace posible el criptocomunismo). Pero ¿qué es concretamente un blockchain?: es una sintaxis digital que ordena la información en la web, por lo tanto podemos afirmar que no es un software ni un hardware; pero entonces, sin internet no podría existir el bitcoin, el blockchain y por elevación el criptocomunismo. En sus afirmaciones Alizart demuestra que termina siendo un fetichista del dinero y la información.
A modo de cierre
El manifiesto de Mark Alizart es un conjunto de tesis, afirmaciones y criticas tan abundantes como poco desarrolladas en profundidad; apunta sus armas de la crítica contra el marxismo y el comunismo, pero sus armas son de cotillón, ya que todas sus tesis son engendros conceptuales, violentamente unidos, que dan como resultado definiciones contradictorias que son más provocadoras que teóricamente útiles; lo podemos ver en conceptos como “comunismo de las cosas”, “criptomoneda viviente”, “ingenieros sin ideología”, “máquinas que producen fe y libertad”, “termodinámica de la economía”, etc., etc.
En ese sentido podemos definir al manifiesto de Alizart Criptocomunismo como un intento retórico de querer contrabandear el concepto de comunismo bajo la idea de que una moneda emitida de forma privada (sin control estatal) y con las cadenas de información como garantía (blockchain) bastaría para disolver las cadenas de producción del capital y planificar la economía. Alizart establece una relación mecánica y superficial entre la economía y la criptografía dejando en evidencia el extremo fetichismo de dinero o información que expresa acríticamente por el bitcoin.
Podemos afirmar que su libro es el exponente de un intento de conciliar (sin anestesia ni fundamento) corrientes como el neorreformismo y el postcapitalismo bajo el eufemismo de criptocomunismo con la idea de que se puede “superar” el capitalismo tan solo con la apropiación de los medios de producción monetarios.
Utilice la cadena de bloques para "apoderarse de los medios de producción monetaria". Ese es el llamado del filósofo Mark Alizart en un nuevo libro llamado Criptocomunismo.
Él argumenta que blockchain proporciona una base para construir nuevos tipos de instituciones fuera del capitalismo: plataformas de propiedad colectiva que facilitan las necesidades administrativas de las comunidades.
Y blockchain presenta una salida al déficit democrático que se observa tanto en el comunismo como en el capitalismo al permitir que las comunidades construyan sus propias instituciones monetarias administradas colectivamente que emiten moneda.
Él llama al documento técnico de bitcoin un manifiesto revolucionario que proclama que podemos comerciar sin banqueros, a la par con la proclamación de Martín Lutero de que no necesitamos sacerdotes para la salvación o la declaración de Oliver Cornwall de que no necesitamos príncipes para el gobierno. En el breve resumen, el autor dice:
“En la medida en que nos permiten 'apropiarnos colectivamente de los medios de producción monetaria', parafraseando a Marx, y reemplazar 'el gobierno de las personas por la administración de las cosas', como defendía Engels, forman la base de un régimen político que comienza a verse como un comunismo que por fin se ha materializado: un criptocomunismo ".
El libro ha sido calificado de revelador por su versión de una tecnología que a algunos les gusta llamar de derecha.
Es "esencialmente un manifiesto comunista para el siglo XXI", dice Red Pepper, una revista fundada por el movimiento socialista en los años 80 tras la derrota de las huelgas mineras.
"La izquierda debe tomarse en serio la cadena de bloques", dice la revista, por lo que agrega delicadeza a un 2020 notable donde los comunistas ahora se unen a los libertarios para lograr la emancipación monetaria.
Durante mucho tiempo hemos argumentado que hay mucho para la izquierda en la cadena de bloques, especialmente en lo que respecta a las Organizaciones Autónomas Descentralizadas (DAO), que pueden describirse como colectivos o Asambleas de ciudadanos.
Una Renta Básica Universal también sería mucho más facilitada por blockchain y la eliminación de los intermediarios que buscan rentas en general sería, naturalmente, una propuesta atractiva tanto para la izquierda como para la derecha.
De hecho, la izquierda y la derecha "independientes" tienen mucho más en común de lo que la izquierda y la derecha "organizadas" les haría creer, ya que ambas apuntan a desempoderar los abusos que surgen de las dinámicas de poder.
Por lo tanto, ya es hora de que la 'izquierda' llegue oficialmente a la escena, ya que extraoficialmente ha estado aquí desde al menos 2014.
Entonces, mostrar una calidad notable como bitcoin ha logrado unir a cristianos y musulmanes, blancos y negros, occidentales y asiáticos, y ahora incluso a los comunistas y la extrema derecha.
The word cryptex is a neologism coined by the author Dan Brown for his 2003 novel The Da Vinci Code, denoting a portable vault used to hide secret messages. It is a word formed from Greekκρυπτόςkryptós, "hidden, secret" and Latincodex; "an apt title for this device" since it uses "the science of cryptology to protect information written on the contained scroll or codex" (p. 199 of the novel). The first physical cryptex was created by Justin Kirk Nevins in 2004.[1]
The (first) cryptex featured in the novel The Da Vinci Code is described as a stone cylinder comprising "five doughnut-sized disks of marble [that] had been stacked and affixed to one another within a delicate brass framework"; end caps make it impossible to see inside the hollow cylinder. Each of the disks is carved with the entire alphabet and can be rotated independently of the others to create different letter-alignment combinations, including but not limited to words, initialisms, and anagrams. Although it is not clear whether the alphabet in question preserves the U/V and/or I/J distinctions and/or includes the letter W, when only the alignment of the disks with respect to each other is considered, the number of potential combinations is between 234 (279,841) and 264 (456,976); if the mechanism treats combinations having the same disk alignment but different degrees of rotation around the cylinder's long axis as distinct, as does a multiple-wheel combination lock or slot machine employing an indicator bar along which the specified numbers are to be aligned, this number rises to between 235 (6,436,343) and 265 (11,881,376).
The cryptex works "much like a bicycle's combination lock", and if one arranges the disks to spell out the correct password, "the tumblers inside align, and the entire cylinder slides apart" (p. 200). In the inner compartment of the cryptex, secret information can be hidden, written on a scroll of thin papyrus (sometimes inside another smaller cryptex) wrapped around a fragile vial of vinegar as a security measure: if one does not know the password but tries to force the cryptex open, the vial will break and the vinegar will dissolve the papyrus before it can be read.
In Season 4, episode 14 of the TV series Parks and Recreation, Ron helps Ben open a cryptex that Leslie has given him in an elaborate Valentine's Day scavenger hunt.[citation needed]
In "The Brothers Grimoire", a second-season episode of the American TV series Witches of East End, Dash and Killian inherit a cryptex from their mother.[citation needed]
On the NBC American reality series Treasure Hunters, nested cryptex were among the puzzles that challenged contestants, and were used in the finale.[citation needed]
In "Phased and Confused", a season 3 episode of the American TV series Eureka, a nearly-unbreakable cryptex is the key to a hidden underground bunker.[citation needed]
In episode 88 of the South Korean variety show Running Man, the cast members must find clues attached to other staff members to open their cryptex.[citation needed]
In "Down the Rabbit Hole", a fourth season episode of the American TV series The Vampire Diaries, depicts a sword with a cryptex under its hilt.[citation needed]
In "The Blame Game", a Season 8 episode of the American TV series Castle, one of the puzzles the characters need to solve involves a cryptex.[citation needed]
In "Valley of the Wolves", the head of the mafia has a cryptex to store his diary narrating his actions and political connections.[citation needed]
The Wii version of Tomb Raider: Anniversary features cryptex puzzles that Lara Croft must solve to activate certain mechanisms.[2] The solution to each cryptex puzzle can be found in its vicinity. When Lara makes a rubbing of the puzzle, the player is given a limited number of disk rotations to reproduce the solution before the cryptex resets. In more difficult puzzles, rotating one disk will cause one or more disks to rotate simultaneously.[citation needed]
The 2009 first-person shooter The Conduit features hidden "pyramid lock" puzzles that function like cryptexes, which can be solved to open secret weapon caches. They resemble the Eye of Providence with three incomplete concentric rings directly above it that must be rotated such that none of them overlap with the symbol's pyramid. In more difficult pyramid lock puzzles, rotating one ring in a certain direction may cause one or two other rings to rotate simultaneously.[citation needed]
In series 9, episode 6 of the British comedy panel game show Taskmaster, comedian Rose Matafeo presents a cryptex as her offering for the prize category "The Thing That, If You Found It In a Field, You'd Be Most Pleased About".
Hagia Sophia (Turkish: Ayasofya; Ancient Greek: Ἁγία Σοφία, romanized: Hagía Sophía; Latin: Sancta Sapientia; lit.'Holy Wisdom'), officially the Hagia Sophia Grand Mosque (Turkish: Ayasofya-i Kebir Cami-i Şerifi; Greek: Μεγάλο Τζαμί της Αγίας Σοφίας),[3] is a mosque and former church serving as a major cultural and historical site in Istanbul, Turkey. The last of three church buildings to be successively erected on the site by the Eastern Roman Empire, it was completed in AD 537. The site was an Eastern rite church from AD 360 to 1453, except for a brief time as a Latin Catholic church between the Fourth Crusade and 1261.[4] After the fall of Constantinople in 1453, it served as a mosque until 1935, when it became a museum. In 2020, the site once again became a mosque.
The current structure was built by the Byzantine emperorJustinian I as the Christian cathedral of Constantinople for the Byzantine Empire between 532 and 537, and was designed by the GreekgeometersIsidore of Miletus and Anthemius of Tralles.[5] It was formally called the Church of God's Holy Wisdom (Greek: Ναὸς τῆς Ἁγίας τοῦ Θεοῦ Σοφίας, romanized: Naòs tês Hagías toû Theoû Sophías)[6][7] and upon completion became the world's largest interior space and among the first to employ a fully pendentive dome. It is considered the epitome of Byzantine architecture[8] and is said to have "changed the history of architecture".[9] The present Justinianic building was the third church of the same name to occupy the site, as the prior one had been destroyed in the Nika riots. As the episcopal see of the ecumenical patriarch of Constantinople, it remained the world's largest cathedral for nearly a thousand years, until the Seville Cathedral was completed in 1520. Beginning with subsequent Byzantine architecture, Hagia Sophia became the paradigmatic Orthodox church form, and its architectural style was emulated by Ottoman mosques a thousand years later.[10] It has been described as "holding a unique position in the Christian world"[10] and as an architectural and cultural icon of Byzantine and Eastern Orthodox civilization.[10][11][12]
The complex remained a mosque until 1931, when it was closed to the public for four years. It was re-opened in 1935 as a museum under the secular Republic of Turkey, and the building was Turkey's most visited tourist attraction as of 2019.[20]
In July 2020, the Council of State annulled the 1934 decision to establish the museum, and the Hagia Sophia was reclassified as a mosque. The 1934 decree was ruled to be unlawful under both Ottoman and Turkish law as Hagia Sophia's waqf, endowed by Sultan Mehmed, had designated the site a mosque; proponents of the decision argued the Hagia Sophia was the personal property of the sultan. The decision to designate Hagia Sophia as a mosque was highly controversial. It resulted in divided opinions and drew condemnation from the Turkish opposition, UNESCO, the World Council of Churches and the International Association of Byzantine Studies, as well as numerous international leaders, while several Muslim leaders in Turkey and other countries welcomed its conversion into a mosque.
The first church on the site was known as the Magna Ecclesia (Μεγάλη Ἐκκλησία, Megálē Ekklēsíā, 'Great Church')[21][22] because of its size compared to the sizes of the contemporary churches in the city.[13] According to the Chronicon Paschale, the church was consecrated on 15 February 360, during the reign of the emperor Constantius II (r. 337–361) by the Arian bishop Eudoxius of Antioch.[23][24] It was built next to the area where the Great Palace was being developed. According to the 5th-century ecclesiastical historian Socrates of Constantinople, the emperor Constantius had c. 346 "constructed the Great Church alongside that called Irene which because it was too small, the emperor's father [Constantine] had enlarged and beautified".[25][23] A tradition which is not older than the 7th or 8th century reports that the edifice was built by Constantius' father, Constantine the Great (r. 306–337).[23]Hesychius of Miletus wrote that Constantine built Hagia Sophia with a wooden roof and removed 427 (mostly pagan) statues from the site.[26] The 12th-century chronicler Joannes Zonaras reconciles the two opinions, writing that Constantius had repaired the edifice consecrated by Eusebius of Nicomedia, after it had collapsed.[23] Since Eusebius was the bishop of Constantinople from 339 to 341, and Constantine died in 337, it seems that the first church was erected by Constantius.[23]