Documentos estadounidenses desclasificados por el Archivo Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés), organismo civil que ha revelado importantes secretos sobre Chile en los últimos 30 años, entregan nuevos y escabrosos antecedentes de las sucesivas maniobras realizadas por distintos personajes del régimen de Augusto Pinochet, incluyendo su propio rol, para ocultar y luego encubrir la directa responsabilidad de militares en la operación en la que fueron quemados vivos Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana en julio de 1986
La serie de informes hasta hoy desconocidos fueron escritos, entre otros, por el entonces embajador de Estados Unidos en Chile, Harry Barnes. Los documentos fueron enviados en carácter de confidenciales entre julio y diciembre de 1986 a la Casa Blanca, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Departamento de Defensa norteamericano.
En uno de ellos, fechado el 22 de julio de 1986, se revela “en base a fuentes confiables” de la policía uniformada que el 11 de julio de 1986 –nueve días después del ataque de los militares contra Rojas y Quintana– el general director de Carabineros y miembro de la Junta Militar, Rodolfo Stange Oelckers, sostuvo una reunión clave con el general Pinochet, en momentos en que tanto el Ejército como autoridades civiles del régimen negaban toda participación de militares en los hechos.
Rodolfo Stange
En ella, Stange le presentó un informe oficial de la institución con las conclusiones de una investigación sobre el suceso que conmocionó al país y a la opinión pública internacional. Allí se “indicaba claramente que miembros de una unidad de patrullaje del ejército chileno estaban involucrados en la quema de dos jóvenes chilenos y su posterior abandono”. El documento consigna que Pinochet le dijo en ese momento a Stange que “no creía en el reporte” e incluso “rechazó recibirlo”.
Un día antes, el 10 de julio, el general Pinochet había puesto el primer candado que hasta hoy ha impedido que se haga justicia en el Caso Quemados. Ese día, en una visita a Concepción, Pinochet levantó la tesis del “accidente” para encubrir el brutal ataque contra Rojas y Quintana: “Es muy curioso que la parka que tenía el joven que murió quemado, no estaba quemada por fuera, sino por dentro. No quiero pensar mal, pero me da la impresión de que llevaba, a lo mejor, algo oculto, se le reventó y les produjo la quemazón por dentro”.
Esta versión fue refrendada un día después, justo cuando tuvo lugar la reunión secreta entre Pinochet y Stange, por el ministro de Defensa de la época, el almirante Patricio Carvajal Prado, quien señaló al diario La Tercera: “Rechazo terminantemente la versión que involucra a uniformados en caso quemados”.
Siete días más tarde vino la versión oficial del Ejército. Fue el comandante general de la Guarnición de Ejército de Santiago, el brigadier general Carlos Ojeda Vargas, quien la dio a conocer a la opinión pública:
–En circunstancias que una patrulla militar vigilaba el orden público, sorprendió a un grupo de personas que pretendía alterarlo y portaba material inflamable contenido en envases destinados a ese objeto (…) Al volcarse uno de los envases con material inflamable, por la acción de uno de los propios detenidos, se encendió la vestimenta de los nombrados (Rojas y Quintana), la que fue apagada con frazadas que llevaba el personal militar –sostuvo en un comunicado.
Pese a las sucesivas y burdas maniobras de encubrimiento del régimen de Pinochet, para entonces al gobierno de Estados Unidos le quedaban pocas dudas de la participación de los militares en los hechos. El 14 de julio, un documento enviado al ex presidente Reagan hablaba ya del “probable involucramiento del Ejército chileno en el asesinato de Rojas”. Así lo consigna otro de los documentos recientemente desclasificados, en el que además se agrega:
–El gobierno chileno, siguiendo las instrucciones de Pinochet, está tratando públicamente de etiquetar a Rojas y Carmen Quintana como terroristas, supuestamente víctimas de su propio cóctel de molotov (ver documento).
La feroz agresión contra Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana –y que terminó con la muerte del primero el 6 de julio de 1986– significó el inicio del deterioro de la relación entre la administración del ex presidente de Estados Unidos Ronald Reagan y la dictadura de Pinochet (ver reportaje de CIPER: Reagan y Pinochet, el momento en que Estados Unidos rompió con la dictadura).
En noviembre de 1986 Reagan propuso a sus asesores hacer una visita de Estado a Chile con el fin de convencer a Pinochet de iniciar una transición democrática. “De ninguna manera”, le replicó el secretario de Estado, George Shultz, “Este hombre tiene las manos llenas de sangre. Ha hecho cosas monstruosas”. Pese a la resistencia inicial de Reagan, el quiebre era ya irreversible.