Cuento
El Juez, el ladrón, el rico y el Rey
Sucedió hace algún tiempo en cualquier lugar.
Un rey nombro juez a un hombre sabio.
Era un taoísta. El rey confiaba en que el sabio
resolvería con justicia muchos problemas.
El primer caso del juez parecía muy simple.
Se trataba de un ladrón que había confesado y fue agarrado
“con las manos en la masa”.
Así que el sabio condenó a un año de cárcel al ladrón.
Pero también condenó al rico.
— ¿Cómo es esto? —dijo el rico.
Yo he sido el damnificado, ¿y me arrestas? —Sí, respondió el juez.
Tú eres tan responsable como él,
si no hubieras acumulado tantas riquezas,
él no te habría robado, toda tu acumulación
es responsable de su hambre.
Cuando se enteró de esto el rey,
inmediatamente destituyó al juez porque pensó así:
“Si este hombre continúa su razonamiento llegará hasta mí.”
Ésta es una historia muy actual.
Son incompatibles los principios de esta civilización
con el amor que es la única fuerza capaz de traernos la felicidad.
El sistema alienta la rapidez, la competencia,
el consumo de lo artificial y superfluo.
El amor necesita paciencia,
solidaridad, unión y el cultivo de lo natural y esencial.
El valor económico está siempre primero que el valor humano.
Como en el caso del juez,
el desequilibrio social que se multiplica engendra violencia,
la solución se encuentra en redistribuir.
La economía está en ruinas por acumulación del libre flujo del dinero.
Es que confundimos los medios con los fines:
el dinero es un medio,
sólo compra lo barato, no compra el amor,
ni la sonrisa de un niño, ni el aire puro, ni la vida.
Puede pagar la obra social pero no la salud.
AUTOR DESCONOCIDO

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