Pero los años han pasado, hemos crecido, |
y en adultos fríos nos hemos convertido. |
Ya no vemos, ni despiertos ni en nuestros sueños,
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los seres en los que creíamos de pequeños. |
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Y a pesar de todo, cada mañana sin faltar,
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las mimosas hadas nos vienen a despertar.
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El sueño cansino que alejamos de los ojos |
lo guardan ellas en lindos tazones rojos. |
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Y sin desesperar, se sientan y esperan
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a que digamos las palabras que tanto anhelan: |
" ¡ Creo en las hadas ! " ¡ Dilo alto y claro ! |
Vamos, amiga, no tengas reparo. |
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Cada vez que lo pronuncies conseguirás |
que sobreviva una delicada hada más. |
Si dices: " ¡ No creo en las hadas ! ", en cambio, |
un hada morirá sin poder remediarlo |