Sí, lo soy…
¿Y quién es el dueño de tus pasos?
¿Quién guardián de tu destino?
¿No eliges acaso lo que has de ser, o existen otros que eligen por ti?
Porque digo, que no hay caminos ni senderos que te sean extraños, solamente tu miedo a recorrerlos.
¿Y quien puede cambiar su historia?
¿Quién de todos nosotros, no se ha perdido alguna vez… y mirándose al espejo, maldijo su suerte?
¿Quién no clama a su Dios, en busca de ayuda, en los momentos que solamente existe el aire para apoyarse y mantenerse en pie?
Sí, lo soy…
No existen tantos miedos que tu alma no guarde, solamente tu temor a revelarlos.
Y ciertamente, no hay virtud alguna, que tu corazón no posea, solamente tu elección que inclinará la balanza, hacia tu lado más natural.
¿Y quien puede decir, que alguna vez no sintió todos los miedos bailando a su alrededor, como fantasmas de algún tiempo perdido?
¿Quién es aquel que puede decir, que es tan valiente, como para entregar su cuerpo y su alma sin nada a cambio, sin que su sacrificio cambie una ínfima parte de algo o alguien?
¿Quién es ése, que es tan cobarde, como para en su más oscura soledad, no soñar con ser el más feroz de lo leones?
Y aunque la sombra de lo inconcluso te persiga… ¿Quién es aquel que puede legar sus sueños a otros, por más osados y magníficos que fuesen?
Otros podrán hablar de lo que has soñado; pero jamás podrán tener tus sensaciones.
¿Y quien será el que escriba tu historia?
¿Será tal vez el mismo que elige o eligió tu suerte; o será aquel, al que te revelaste, aún consciente de tu destino?
Dime, quien escribirá la historia de aquellos que eligieron vivir de rodillas, atándose a sus días inmóviles; sin apreciar, sin querer ver los dones inmensos de los que eran dueños.
Dime quien querrá imitar, a aquellos que decidieron irse antes de tiempo, usando sus propias manos y acciones, en contra de sus virtudes y milagros.
Háblame de los que seguirán a aquellos que, temerosos de su suerte, prefirieron cargar sus culpas a su Dios, a sus hermanos, a sus padres, a sus amigos… o al incauto de turno.
Sí, lo soy…
Y que señalen tu camino, pero que nadie camine por ti.
Y que seas digno de que se develen tus más grandes sueños, pero que nadie sueñe por ti.
Que tu sangre lave tus errores, aliente tus acciones, y hable de tu honor; pero que nadie la derrame por ti.
Que tu mano sea justa, pero que no haga justicia en contra de ti.
Que tu cobardía te enseñe el camino apropiado hacia tu destino; pero que los otros, no sean los que carguen con tu aprendizaje.
Y si aún sabiendo de tu propia suerte, decides caminar hacia tu elección… que tus ojos miren tus pies, y tu boca se mantenga serena, porque no habrá nadie que ocupe tu lugar; y nadie existirá ya, que puede lavar tu recuerdo de sus retinas.
¿Quién no se ha entregado desnudo de todo poder humano, a las fuerzas que no comprende?
¿Y a quien no le han temblado las rodillas, antes de dar un paso hacia lo desconocido?
¿Y no es tu elección de hoy, la que cambia la historia de miles; aún sabiendo, que tu propia cabeza está en juego?
Sí, lo soy…
¿Y de quien será la tarea de guardar la memoria de aquellos que se mantuvieron firmes y con valor delante de sus sueños; sin ser ajenos al terror, conociendo e imaginando las sensaciones del dolor, la humillación, y de la misma muerte?
¿Y quien es el dueño de tus pasos?
"…y se acercó amenazadoramente una vez más, lo miró fijamente, pero nada sucedió. El hombre se mantenía inmutable, aunque el anciano vio que las rodillas parecían bailarle al ritmo de un imperceptible temblequeo, seguido casi al compás por sus labios.
Viendo esto, se acercó un poco más, y le susurró al oído
-Mira muchacho, ya no hay nada para ti; retráctate, señálame a tus… cómplices, y te aseguro que si haces esto, por la mañana te irás de aquí, tranquilo, y evitarás así una horrible muerte.
El anciano se alejó nuevamente, y estando seguro de que su persuasión sería efectiva, miró a todas las personas que estaban alrededor; y elevando los brazos al cielo, exclamó:
-¡Te pregunto una vez más…! ¿Eres tú el hijo de Dios?
-Sí... lo soy.
Autor
: © JESÚS ALEJANDRO GODOY