Cesaraugusta dos.
Cuando el cierzo desciende y se alza la niebla, toda la ciudad –mi Zaragoza amada- se cubre de palabras que surgen del silencio hacia la nada.
Es entonces –el enorme Paseo se hace suave y hermoso- cuando veo las cosas como fueron: El niño, la explanada, la vieja que vendía cacahuetes y almendras. Pero cuando otra vez el aire del Moncayo violentamente baja, surgen los comerciantes en paños y en alhajas aupando a un tonto sabio que viene a hablar del alma.
¡Ay mi ciudad con tantos pedestales cubiertos de anónimas palabras!: ¿A dónde te diriges?
Sólo tu espesa niebla permite ver las cosas igual que se veían en la infancia.
José Antonio Labordeta.
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