Seguirá, mi mano izquierda ayudando con caricias
a tus ya pétreos pezones sin dejar de lado el fabricar
un vacío con mis labios y mi lengua puntuda en compañía
de mi dedo medio inmiscuyéndose
en tus más olvidados rincones.
Y anhelo llenarte de placer hasta el punto del éxtasis
con tus piernas apretando mi cabeza y empujándola
aún más dentro hasta que mi rostro quede lleno de tu miel,
pues quiero que me dejes regocijarme en tu sabor y con tu aroma,
que desde ya supongo divino.
¿El lugar? Puede en la mitad de una calle, la arena de Cuba
en medio de un baile o tu dormitorio.
¿La hora? Sería encantador de frente al amanecer,
mientras el sol nos hace cobre la piel al mediodía,
o en una noche en la que el frío reclame los gemidos de los amantes.
¿La posición? Preferiblemente yo de rodillas y tú de pie,
a riesgo de ser descubiertos.
¿La razón? Cualquiera, mientras el principio sea el deseo
y la pasión.