Eres
así: sencilla, sin pretensiones,
sin soberbia, sin hambre de
aplausos. Una sencilla flor
de campo, sin nombre, sin historia,
sin barreras defensivas, sin
miedos al viento, a la lluvia,
al granizo, al hombre caprichoso.
Brillas,
con tu blanco alegre, entre
el verde vivo que acaricia el
viento. Hablas un lenguaje antiguo
y nuevo, fresco y cansado, reflexivo
y lleno de entusiasmo. Susurras
tu mensaje sin preocuparte por
el hoy, sin preguntar si habrá
alguien que te alabe, sin soñar
en si mañana serás
más bella o ya marchita,
sin sospechar que tal vez pronto
un niño te cogerá
entre sus manos para llevarte
a su madre, para ponerte ante
una imagen de la Virgen.
Hermosa
como reina y humilde como pastora,
ligera y llamativa, alegre y
armoniosa. Abierta a todos:
al colibrí y a la abeja,
a la esfinge y a la hormiga,
al sol y a las gotas del rocío
mañanero.
Hablas
porque Alguien te dio un lenguaje
de belleza. Hablas porque el
mundo es la obra de un Dios
artista. Hablas aunque los hombres
vivamos encerrados en nuestras
casas de cemento y de cristal,
ajenos a la belleza de tu saludo,
esclavos de modas que pasan
sin embellecer los cuerpos y
sin consolar las almas.
Hoy
quisiera escuchar tu voz callada,
contemplar de nuevo tus estambres
y tus pétalos, dejarte
acariciar mi piel sofisticada,
oler tu aroma de armonías,
de vida fresca y pura.
Salomón
no fue capaz de vestirse ni
siquiera por un día como
tú, sencilla flor de
campo. Por eso déjame
avanzar, a través de
ti, para ir más lejos.
Para descubrir que hay un Padre
Creador y Bueno. Para no olvidar
que el Amor es la palabra más
hermosa de la vida. Para ponerme
en las manos de ese Dios que
vela y cuida cada una de sus
maravillas.
Déjame,
humilde y blanca flor silvestre,
vivir abierto, sin complejos.
Con la esperanza de que mi vida
vale mucho más que la
tuya. Y si tú eres maravillosa,
estupenda, ¿qué
podré decir de la belleza
y la ternura que se esconde
en cada corazón humano?
¿Qué podré
encontrar en la sonrisa de tantos
hombres y mujeres que me acompañan,
como tú, en el camino
que nos lleva hacia el Dios
que nos ama con locura?
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