Fernando
Silva dirige el hospital
de niños en Managua.
En
vísperas de Navidad,
se quedó trabajando
hasta muy tarde. Ya
estaban sonando los
cohetes, y empezaban
los fuegos artificiales
a iluminar el cielo,
cuando Fernando decidió
marcharse. En su casa
lo esperaban para festejar.
Hizo
una última recorrida
por las salas, viendo
si todo queda en orden,
y en eso estaba cuando
sintió que unos
pasos lo seguían.
Unos pasos de algodón;
se volvió y descubrió
que uno de los enfermitos
le andaba atrás.
En
la penumbra lo reconoció.
Era un niño que
estaba solo. Fernando
reconoció su
cara ya marcada por
la muerte y esos ojos
que pedían disculpas
o quizá pedían
permiso.
Fernando
se acercó y el
niño lo rozó
con la mano:
-Decile
a... -susurró
el niño-
Decile
a alguien, que yo estoy
aquí.
Reflexión:
¡Todos podemos
hacer algo para que
esto no suceda con los
niños tan amados
por Dios, todos somos
las manos y los brazos
de Dios para rodearlos
y llenarlos de Su Amor
!
Desconozco
su autor