Que el universo conspire para que se cumplan tus deseos en 2011.
El pino de St. Martin
Un
día antes de Navidad, el cura del pequeño pueblo de St. Martin, en los
Pirineos franceses, se preparaba para celebrar la misa, cuando empezó a
sentir en el aire un perfume delicioso. Era invierno, y hacía mucho que
las flores habían desaparecido, pero allí estaba ese aroma tan
agradable, como si la primavera se estuviese adelantando.
Intrigado,
salió de la iglesia para buscar el origen de semejante maravilla, y
acabó encontrando a un muchacho sentado frente a la puerta de la
escuela. Junto a él, había una especie de árbol de Navidad completamente
dorado.
- Pero, ¡qué belleza de árbol! - dijo el párroco -.
¡Con ese aroma divino que desprende, parece que ha tocado el mismísimo
cielo! ¡Y está hecho de oro puro! ¿Dónde lo conseguiste?
El joven no reaccionó con especial alegría a los comentarios del
religioso.
- Es cierto que este árbol, como usted lo llama,
cada vez ha ido pesando más mientras lo cargaba hasta aquí caminando, y
que las hojas se han puesto duras. Pero eso no puede ser oro, y me da
miedo pensar en lo que dirán mis padres cuando vean lo que les traigo.
El muchacho relató entonces su historia:
-
Hoy por la mañana salí hacia la ciudad de Tarbes para comprar un árbol
de Navidad con el dinero que mi madre me había dado. Pero ocurrió que,
al cruzar un poblado, vi a una señora mayor, sola, sin familia con quien
celebrar la gran fiesta de la Cristiandad, y le di un poco de dinero
para la cena, confiado en que luego sabría arrancarle un descuento al
vendedor de la floristería.
"Al llegar a Tarbes, pasé frente a
la gran prisión, y había allí algunas personas esperando la hora de la
visita. Estaban todos tristes, pues iban a pasar esa noche lejos de sus
seres queridos. Escuché que algunas de
estas personas comentaban que ni siquiera habían conseguido comprar un
pedazo de tarta. En ese mismo momento, impulsado por ese romanticismo
que tienen los de mi edad, decidí compartir mi dinero con esas personas
que lo necesitaban más que yo. Apenas guardaría una mínima cantidad para
el almuerzo. Como el florista es amigo de mi familia, seguro que me
daría el árbol, a cambio de que yo trabajase para él durante la semana
siguiente, pagando así mi deuda.
"Sin embargo, cuando llegué al
mercado me enteré de que el florista que conocía no había ido a
trabajar. Intenté por todos los medios que alguien me prestase dinero
para comprar el árbol en otro lugar, pero fue imposible.
"Me
dije a mí mismo que conseguiría pensar mejor con el estómago lleno, así
que me dirigí a una fonda, pero se me cruzó un niño que parecía
extranjero y me preguntó si podía darle alguna moneda, pues llevaba dos
días sin comer. Imaginando que el
niño Jesús alguna vez también debió pasar hambre, le entregué a este
otro lo poco que me quedaba, y me volví para casa. En el camino de
regreso, le rompí una rama a un pino, y luego intenté retocarla, como
podándola, pero fue poniéndose así de dura, que parece de metal, y no se
parece ni de lejos al árbol de Navidad que mi madre está esperando.
-
Pequeño amigo - dijo el cura -, el perfume de este árbol tuyo no deja
lugar a dudas: ha sido tocado por los Cielos. Déjame contarte lo que
falta de tu historia:
"En cuanto te alejaste de aquella señora,
ella inmediatamente pidió a la Virgen María , madre como ella, que te
devolviese de alguna manera el favor recibido. Los familiares de los
presos pensaron que se habían encontrado con un ángel, y rezaron
agradeciéndoles a los ángeles las tartas que consiguieron comprar. Y el
niño con el que te cruzaste, por su parte, le dio las gracias a Jesús
por haber saciado su hambre.
"La Virgen, los ángeles, y el propio Jesús escucharon las
peticiones de toda la gente a la que ayudaste. Cuando rompiste la rama
del pino, la Virgen puso en ella el perfume de la misericordia. Mientras
caminabas, los ángeles iban tocando sus hojas, transformándolas en oro.
Por último, con todo ya concluido, Jesús examinó el trabajo, lo
bendijo, y a partir de ahora, a quien toque este árbol de Navidad se le
perdonarán los pecados y se le cumplirán los deseos.
Y así
ocurrió. Cuenta la leyenda que el pino sagrado aún se encuentra en St.
Martin; pero su poder es tal que su bendición alcanza a todos los que
ayudan al prójimo en la víspera de la Navidad, por muy lejos que se
encuentren de este pequeño pueblo de los Pirineos.
(inspirado en una historia jasídica)
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