Lo
más triste no es despedirse, sino no saber hacia dónde ir... ¡Y lo más
triste no es despedir al que parte, sino no saber dónde y para qué te
quedas!
Si toda la vida
es un camino, y si toda la vida es una búsqueda, acéptalo, aunque te
duela, toda la vida es una despedida. Sólo aprendiste a vivir, ¿cuándo
aprendiste a despedirte?
No habrás
aprendido a caminar en libertad, buscando lo no alcanzado, mientras no
te hayas despedido de lo andado y lo logrado. La libertad y la valentía
que no tienes para despedirte de todo lo dejado y lo perdido, son la
libertad y la fuerza que te faltan para seguir andando.
Despídete de los padres que ya no necesitas, y cuida de ti mismo haciéndote responsable de tu vida.
Despídete de los hijos que ya no te necesitan, y déjalos ser libres.
Despídete de lo bueno que viviste, sin apegarte al tiempo que pasó, por temor del presente y el futuro.
Despídete del mal que cometiste, sin atarte con culpas y reproches perdonándote a ti mismo.
Despídete de las ofensas que te hirieron, sin esclavizarte en la prisión del rencor y la amargura.
Despídete de
los que, muriéndose, partieron para que dejes de esperar su regreso, y
camines tu camino en la esperanza de encontrarte tú con ellos.
Despídete, deja
correr el río de la vida, llevándose las aguas que estás viendo, para
que tengan lugar ante tus ojos las aguas que no viste todavía, y ya
están viniendo.
Desconozco su autor.
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