VIERNES SANTO: PASION Y MUERTE DE JESUS
Volvemos a vivir con Jesús su Pasión: la aprehensión, interrogatorios, flagelación, coronación de espinas y la crucifixión.
Este
día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: su aprehensión, los
interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de
espinas y la crucifixión .
En
aquel entonces, la Crucifixión era la ejecución más cruel y degradante
que se conocía. Un ciudadano romano no podía ser crucificado. La muerte
sobrevenía después de una larga agonía. Jesús en la cruz, con un sufrimiento físico y moral muy grande, fue capaz de perdonar a los que lo ofendieron.
LAS SIETE PALABRAS
Jesucristo
en la cruz pronunció siete palabras, tal como lo han testimoniado los
cuatro evangelistas. Siete palabras, tres recogidas por Lucas, tres por
Juan y una misma por Marcos y Mateo.
REFLEXION SOBRE LAS SIETE PALABRAS
Las
Palabras sobre las que vamos a reflexionar son nuevas, muy nuevas
podríamos decir, porque Jesús las pronuncia a cada instante. Y no
envejecen, porque las pronuncia a cada corazón y a cada hombre en el hoy
de la historia. Son palabras para siempre. Sí, estas palabras
históricas pronunciadas desde la cruz son palabras eternamente nuevas, y
hacen a quienes las acogen y las viven hombres también nuevos.
PRIMERA PALABRA: " PADRE PERDONALOS POR QUE NO SABEN LO QUE HACEN"
¡Qué
diferente, qué nuevas se nos hacen, por contraste, las palabras de
Jesús en el momento supremo de la cruz! Jesús nada sabe de venganza, no
siente que ha perdido su dignidad filial, no pide ni promete castigos ni
maldiciones. "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Padre,
perdona a todos: a los ladrones, a las autoridades judías, al gentío, a
los transeúntes, a los soldados, a mis discípulos; perdona a todos: a
los corruptos, a las prostitutas, a los hipócritas, a los desinhibidos, a
los hutus y a los tutsis, a los serbios y a los kosovares, a los que
construyen las armas y a los que hacen las guerras, a los genocidas y a
los abortistas, a los que pecan de oculto y a los que lo hacen en
público, a los criminales de profesión y a los que lo son sin que lo
aparenten...
SEGUNDA PALABRA: " EN VERDAD TE DIGO QUE HOY ESTARAS CONMIGO EN EL PARAISO"
En
el Antiguo Testamento se habla del sheol después de la muerte, ese
lugar tenebroso, algo fantasmal y como lleno de sombras, bastante triste
en que yacían las almas de los muertos. Muy lejos se está todavía de
considerar el paso de la vida a la muerte, como el paso al paraíso, el
lugar de todas las delicias y felicidades.
La
concepción judía sobre la
resurrección estaba relacionada con el fin de los tiempos, no con el
hoy con que Jesucristo la asegura: HOY estarás conmigo en el paraíso. En
la Torah se dice que es maldito quien cuelga de la cruz, puesto que
eso
significa que se trata de un criminal, de alguien que no ha cumplido la
Ley de Dios y sus preceptos. Jesús acepta que su interlocutor es un
criminal, pero no lo considera maldito, sino bendito, digno de gozar
eternamente del paraíso; él es muy consciente de que no ha venido a
salvar a los justos, sino a los pecadores.
La
novedad de esta palabra de Jesús requiere un corazón de niño, un volver
a nacer por obra del Espíritu. Así es ahora el corazón de este hombre
que de ladrón se
ha convertido en niño: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey.
También nosotros digamos: "Yo quiero ser como un niño". Y como niños
escucharemos de labios de Jesús: Hoy estarás conmigo en el paraíso...
Con Jesús, la vida, cualquiera que sea su circunstancia, es un paraíso,
el único paraíso.
TERCERA PALABRA: "MUJER AHI TIENES A TU HIJO; HIJO AHI TIENES A TU MADRE"
En
el Antiguo Testamento el pueblo de Israel es simbolizado por una
esposa. "Te desposaré conmigo para
siempre, te desposaré en justicia y en derecho, en amor y en ternura,
te desposaré en fidelidad, y tú conocerás al Señor" (Os 2, 21-22). Pero,
que yo recuerde, no existe el símbolo de una madre aplicado a Israel;
el símbolo de padre y madre es aplicado a Yavéh únicamente. En el Nuevo
Testamento la Iglesia, el nuevo Israel, es presentada por varios
símbolos: ciertamente el de esposa (Ef 5,21-33) y el de hijo que puede
llamar papá a Dios (Gál. 4, 6-7), pero también el de madre, como aquí en
la cruz. María, la madre de Jesús, la mujer nueva de la historia,
simboliza la Iglesia que nos engendra a la fe, a la esperanza y al amor
de Dios. A su vez, el discípulo amado, representa a la Iglesia que día
tras día vamos engendrando mediante la palabra y el sacramento. De modo
que la Iglesia es madre como María e hijo como el discípulo amado.
Cristo en la cruz regala a la Iglesia, simbolizada en María, un atributo
de Dios: el ser padre, el ser madre de los creyentes, de la
humanidad.
CUARTA PALABRA: " DIOS MIO DIOS MIO" ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?
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En
el libro de los salmos encontramos muchos que hablan de peligros,
persecuciones, intrigas, malignidad humana... y de confianza en Yahvéh
que salva al que ora de todo ello. El salmo 22 pertenece a este grupo de
salmos. Sobre él, como sobre un pentagrama,
parece haber sido redactado el texto de la pasión de Jesucristo.
Escuchemos algunos fragmentos:
-
¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? ¿por qué no escuchas mis gritos y me salvas?
-
todos los que me ven se ríen de mí:
-
Se encomendó al Señor, ¡pues que él lo libre, que lo salve, si es que lo ama!
-
taladran mis manos y mis pies,
-
puedo contar todos mis huesos,
-
se reparten mis
vestiduras, echan a suerte mis ropa
Si nos fijamos en la figura de Job, los lamentos en su desgracia, son impresionantes a nuestros oídos (Job 3,3-4.24,26):
-
Desaparezca el día en que nací y la noche que dijo: Ha sido concebido un hombre. Que ese día se convierta en tinieblas...
-
Lo único que me quedan son mis gemidos; como el agua se derraman mis lamentos...
-
No tengo paz, ni calma, ni descanso, y me invade la turbación.
Jesús
es el último y supremo de entre los justos
perseguidos. "El mismo Cristo, en los días de su vida mortal presentó
oraciones y súplicas con grandes gritos y lágrimas a aquél que podía
salvarlo de la muerte" (Hbr 5,7). Pero es también el Hijo obediente y el
sumo sacerdote que ofrece voluntariamente su vida para la salvación de
la humanidad: "Fue escuchado en atención a su actitud reverente. Y
aunque era Hijo, aprendió sufriendo lo que cuesta obedecer" (Hbr 5,7-9).
Jesús no grita a su Padre que le libre de la muerte como el justo
perseguido, Jesús no se lamenta de su estado desgarrador e inhumano al
estilo de Job, Jesús grita al Padre el abandono que siente su alma, y el
deseo de consumar hasta el final su sacrificio redentor.
QUINTA PALABRA: " TENGO SED"
En el Antiguo Testamento la sed está muy presente. Se
nos habla del pueblo de Israel, sediento cuando marcha por el desierto, y
que se queja de haber sido conducido allí para morir en él de sed (cf.
Ex 17,1ss).
¡Cuánto mejor estaban en Egipto!
De
sed se habla también en algunos de los salmos. Por ejemplo, en el salmo
41: "Tengo sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo entraré a ver el rostro
de Dios?" o en el salmo 68: "Los insultos me han roto el corazón y
desfallezco; espero compasión, y no la hay; nadie me consuela. Me
pusieron veneno en la comida, me dieron a beber vinagre para mi sed".
Jesús
tiene sed, como junto al pozo de
Jacob en Siquén, pero ahora ya no pide que le den de beber, como lo
hizo allí cuando se dirigió a la samaritana (Jn 4,10-15). Jesús en las
bienaventuranzas dijo:
"Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados"
(Mt 5, 6), y ahora el Padre, no los hombres, sacia misteriosamente esa
sed de justicia de Jesús, es decir, de redención. Y al término del libro
del Apocalipsis dice Jesús: "Si alguno tiene sed, venga y beba de
balde, si quiere, del agua de la vida" (22,17), porque "el que viene a
mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed" (Jn
6,35). Y el Apocalipsis no es sino el eco de unas palabras del
Evangelio: "El último día, el más importante de la fiesta (fiesta de los
tabernáculos), Jesús, puesto en pie ante la muchedumbre, afirmó
solemnemente: Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba" (Jn 7,
37-38). Y en el gran momento
del juicio final escucharemos estas palabras de Jesús: "Venid, benditos
de mi Padre, porque estuve sediento y me disteis de beber" (Mt 25,
31-40).
Es
nueva la sed de Jesús. No es sed del Dios vivo, porque esa sed está
completamente saciada. No es tampoco la palabra de Jesús un grito de
queja, de desesperación, de rebelión, como en el caso de los israelitas.
Es sed real, sí, pero no sólo en su realidad física, sino sobre todo en
su realidad más íntima y espiritual. Es sed de justicia, de redención
por la sangre. Es sed que sólo el Espíritu Santo puede apagar en el
corazón de Cristo y del cristiano. Es sed que no es suya, sino de sus
hermanos los hombres, hecha propia por él en el calvario.
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SEXTA PALABRA: "TODO ESTA CUMPLIDO" |
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Ha
ido a donde el Padre quería; ha predicado cuando, donde y por el tiempo
que el Padre quería; ha hecho los milagros que el Padre quería; ha
elegido a los hombres que el Padre le indicó; ha predicado la verdad y
la justicia, como el Padre quería; ha vivido conforme a lo que
predicaba, para agradar a su Padre; ha sufrido los tormentos
indescriptibles de la pasión y de la cruz; ha cumplido las Escrituras.
Ahora ya puede expirar como un
soldado valiente que ha combatido el buen combate y que grita: Adsum!
SEPTIMA PALABRA: " PADRE EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU"
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A ti, Señor, me acojo; no quede yo defraudado... Sé para mí roca de cobijo y fortaleza protectora... guíame y condúceme, por el honor de tu nombre... En tus manos encomiendo mi espíritu; tú, Señor, el Dios fiel, me rescatarás (Sal 31, 2-6).
Jesús,
con este salmo, llama a Dios su roca y su fortaleza. Esa roca y
fortaleza ya no es Yahvéh, es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Hay
una novedad radical: No es la relación de un vasallo con su rey, sino la
de un hijo para con su Padre. No se abandona a las manos poderosas de
Yahvéh, el Señor de los ejércitos, el rey de las naciones, sino en las
manos tiernas y benditas del Padre. Digamos también nosotros: Padre, a
tus manos confío mi espíritu, mi vida entera, ahora en el tiempo de la
lucha, luego en la eternidad del amor.
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