Recordó a su padre recostado sobre la vieja camioneta Chevy de 1957,
trabajando hasta altas horas de la noche para reparar el motor. Ya él
había vencido una completa faena de trabajo, pero el motor de la
camioneta necesitaba ser restablecido y nadie más podía hacerlo.
Una segunda escena desfiló por la mente de Tom. Vio a su padre
sentado a la mesa, comiendo en soledad una cena tardía. Eran cerca de
las diez de la noche y finalmente él había llegado a casa, luego de su
jornada de catorce horas de labor. Le vino a la memoria su padre, en
una iglesia podando la hierba, recortando la cerca de setos y limpiando
el lugar de las flores.
Por encima de todo, en su padre se resumía el adjetivo responsable, y
para Tom, saber que él era el ejemplo de su hijo, justamente como su
padre lo fue para él, le hacía reflexionar en gran medida.
Mientras Tom cerraba suavemente la puerta de la habitación, vinieron a
su mente las palabras de Tomás More: El primer gran regalo que podemos
obsequiar a otros, es un buen ejemplo. Como Tom y su padre, podemos
ofrecer este presente a nuestros hijos cada día hasta el fin.
Fuente: Amanecer con Dios, Editorial Unilit