Todo está en silencio.
Es temprano. Mi café está caliente. El cielo aún
está negro. El mundo sigue durmiendo, el día se
aproxima. En pocos momentos llegará el día. Se
acercará rugiendo por la vía al levantarse el
sol. La quietud de la madrugada, se tornará en el ruido
del día. La calma de la soledad se reemplazará
por el golpeteo rítmico del paso de la raza humana.
Al refugio de la temprana mañana,
lo invadirán las decisiones que deban tomarse y las obligaciones
que deban cumplirse. Durante las próximas doce horas
quedaré expuesto a las exigencias del día. Ahora
es el momento en que debo tomar una decisión.
Por causa del Calvario, tengo
la libertad de decidir. Así que decido.
Elijo el amor... Ninguna ocasión
justifica el odio; ninguna injusticia autoriza la amargura.
Elijo el amor. Hoy amaré a Dios y lo que Dios ama. Elijo
el gozo... Invitaré a mi Dios para ser el Dios de la
circunstancia. Rehusaré la tentación de ser cínico...
la herramienta del pensador perezoso.
Rehusaré considerar a
las personas como menos que seres humanos, creados por Dios.
Rehusaré ver en los problemas algo menos que una oportunidad
de ver a Dios. Elijo la paz... Viviré habiendo sido perdonado.
Perdonaré para que pueda vivir. Elijo la paciencia...
Pasaré por alto los inconvenientes del mundo. En lugar
de maldecir al que ocupa el sitio que me corresponde, lo invitaré
para que así lo haga en lugar de quejarme porque la espera
es demasiado larga, agradeceré a Dios por un momento
para orar. En lugar de cerrar mi puño ante nuevas tareas
asignadas, las encararé con gozo y valor.
Elijo la amabilidad... seré
amable con los pobres, pues están solos. Amable con los
ricos, pues tienen temor. Y amable con los malvados, pues de
tal manera me ha tratado Dios.
Elijo la bondad... Prefiero
estar sin un peso, antes que aceptar uno de manera deshonesta.
Prefiero ser ignorado antes que jactarme. Prefiero confesar
antes que acusar.
Elijo la fidelidad... Hoy guardaré
mis promesas. Mis acreedores no se lamentarán de su confianza.
Mis asociados no cuestionarán mi palabra. Mis hijos nunca
tendrán temor de que su padre no regrese a casa.
Elijo la mansedumbres Nada se
gana por la fuerza. Elijo ser manso. Si levanto mi voz, que
sólo sea en alabanza. Si cierro mi puño, que sólo
sea en oración. Si hago exigencias, que sólo sean
a mí mismo. Elijo el dominio propio... Soy un ser espiritual.
Luego de que haya muerto éste
cuerpo, mi espíritu remontará vuelo. Me niego
a permitir que lo que se va a podrir, gobierne lo eterno. Elijo
el dominio propio, sólo me emborracharé de gozo.
Sólo me apasionará mi Fe. Sólo Dios ejercerá
influencia sobre mí.
Amor, alegría, paz, paciencia,
amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio.
A éstos encomiendo mi día. Si tengo éxito
daré gracias. Si fallo, buscaré su gracia.
Y luego cuando este día
haya acabado, pondré mi cabeza sobre la almohada y descansaré.