Entrevista a Mariela Michelena, Psicóloga y miembro de la Asociación Psicoanalítica de Madrid.
Autora de "Mujeres malqueridas"
Hay
mujeres que sufren por amor: enganchadas a relaciones imposibles,
engañadas, sumisas...todo debido a una malsana adoración. Una trampa de
la que hay salida.
- Su último libro se titula Mujeres malqueridas.¿ Qué quiere decir con "malqueridas" ?
Todas
las mujeres que sufren por un mal amor, atadas a relaciones furtivas.
Mujeres muy fuertes en todos los ámbitos de su vida que se transforman
en niñas enfermizas si un hombre no las llama. Mujeres dispuestas a
esperar y esperar. Engañadas, traicionadas. ..
- Tengo una amiga que entra en esa definición y a veces, parece que le gusta sufrir.
Sí, eso es lo que parece pero, en realidad, con las mujeres malqueridas hay una transacción oculta.
La mujer malquerida sufre pero saca algo a cambio que sólo sabe ella.
- ¿ Nos desvela el secreto?
Lo
que obtienen esas mujeres a cambio del sufrimiento del maltrato es una
gran sensación de poder. Hacen del hombre un ser extraordinario, crean
un "dios", y ellas ocupan el rol de servidoras de ese dios. Eso las
hace sentirse muy bien porque, pese a todo, están al lado de alguien
digno de adoración.
Sí. Podemos entender esta actitud si observamos la psicología particular de una madre.
Con
un recién nacido, la mujer soporta el maltrato, la indiferencia, el
llanto inexplicable, las reclamaciones a deshora. Ningún maltrato se
identifica como tal porque ése es "su bebé" y eso lo convierte en un
dios adorable.
Ya dormirá y cuando duerma, la dejará descansar. Ya sonreirá y una de sus sonrisas borrará cualquier ofensa.
- ¡Pero un hombre no es un bebé!
Exacto.
Ese es el problema. Cuando convertimos a un adulto en un "niño-dios".
Si nos fijamos bien veremos que las mujeres malqueridas tratan a sus
parejas como a un bebé. Él la desprecia, la usa le es infiel, la llama
sólo cuando le conviene y ella le perdona siempre. Una sonrisa de él y
vuelta a empezar...
- El hombre también es responsable de malquerer ¿no?
Claro.
Es una danza que bailan los dos.Él asume inconscientemente ese papel de
bebé despota y a la vez llorón. De hecho, estos hombres siempre lloran
para que la mujer pueda adoptar su confundido rol maternal: el
hombre-dios está estresado, tiene problemas económicos, está saliendo
de una relación traumática, no está pfreparado para el compromiso.. .y
así, se le perdonan todos los desplantes.
- ¿Existen también los hombres malqueridos?
Desde
luego. Todos tenemos una parte femenina y masculina, y hay hombres que
asumen ese rol de sumisión. Pero esconden el mismo afán que la mujer
malquerida: ser extraordinario por estar cerca de un ser especial.
- ¿Cómo ayudar a las mujeres y hombres en esta situación?
No
es fácil, pero hay que aconsejarles que hagan balance de la relación:
"¿Gano o pierdo con esta persona ?" ¿Me hace más infeliz que feliz?"
Y
si la relación es deficitiaria, tienen que ser conscientes de que para
dejarla tendrán que hacer un gran esfuerzo, igual que cuando se deja
una adicción.
- ¿Se tienen que desenganchar?
Como
los alcohólicos. El primer paso entonces será reconocer la adicción:
"Soy adicta a esta persona, me siento incapaz de gobernarme frente a
él/ ella.
La
abstinencia. Hay que decir "no" al primer café. Siempre hay coartadas,
excusas para volver a verle, pero eso sólo lleva a la dependencia y al
dolor. Por otro lado, el premio a ese esfuerzo será tener de nuevo las
riendas de su vida. Para hacer más fácil la salida de una relación que
nos hace sufrir es conveniente buscar apoyo en otras facetas de nuestra
vida: laboral, familiar, creativa...
Saber que se cuenta con más recursos para afrontar la vida nos dará más fuerza interior.
Después, habrá que buscar una pareja que no lleve al sometimiento, una pareja que realmente funcione.
- ¿Cómo definiría entonces a la pareja que funciona?
Como
dos personas que forman un equipo. Dos que, a través de su relación se
dan fuerzas para salir al mundo y conquistar sus sueños.
Dos que comparten su atención por el otro, su complicidad, sus preocupaciones, en difinitiva, su amor.
Pero sin que nadie pretenda ser dueño de nadie.
Rafael Santandreu
|