Edgar Borges (Desde España. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
La palabra es una de las formas que tenemos para expresar algo. La palabra es un camino, pero no es el punto de llegada. La palabra es como la arquitectura de ese camino, puede ser de piedra, de barro, de cemento, de vidrio. El punto de llegada es la idea que transita por esa palabra, por ese camino. Cada uno de los elementos que intervienen en la palabra da lugar a una función diferente que a su vez articula un todo que permite la comunicación. El uso del narrador obedece a los intereses del escritor. El narrador podrá existir o no y podrá moverse con los limites o con las libertades que le permita el escritor. La ejecución final de su existencia o de su inexistencia determinará el resultado de la obra.
¿Existe el realismo literario? No lo sé, por lo menos yo no lo conozco. Ocurre que me es muy difícil hablar de “realidad”. Prefiero hablar de realidades. Como lector tanto como escritor reconozco la coexistencia de muchas realidades, me es complejo decir que una cosa es real y otra no lo es. Ya lo expresó muy bien, y muchas veces, Julio Cortázar, el Cronopio Mayor: “Ese sentimiento de lo fantástico, como me gusta llamarle, porque creo que es sobre todo un sentimiento e incluso un poco visceral, ese sentimiento me acompaña a mí desde el comienzo de mi vida, desde muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a escribir, me negué a aceptar la realidad tal como pretendían imponérmela y explicármela mis padres y mis maestros. Yo vi siempre el mundo de una manera distinta, sentí siempre, que entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas, hay intersticios por los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un elemento, que no podía explicarse con leyes, que no podía explicarse con lógica, que no podía explicarse con la inteligencia razonante” (Conferencia “El sentimiento de lo fantástico”. U.C.A.B. Caracas, Venezuela, 1982).
Cada realidad depende de la perspectiva del observador. En cuanto el personaje, su uso depende, al igual que el caso del narrador, de los intereses del escritor. En todo caso no creo que la literatura sea una copia de alguna realidad en particular, eso sería, además de aburrido, imposible. Cada realidad es una cosa que circula en una frecuencia distinta a las frecuencias literarias. La literatura está para alterar la realidad, no para copiarla. La poesía es una fuente que dispone de muchos tempos, de muchos ritmos. Cada lector se sumerge en esa fuente y se baña en el ritmo que más sintoniza con su tempo existencial. La poesía es el punto de partida de todo arte, ojalá también lo fuera de toda existencia.
La palabra, en todo caso, es una vía hacia las realidades (o las ficciones), pero no es la única. Hacia una realidad se llega desde una ficción que también podría nacer de la no palabra, de la sola sensación que posibilita el descubrimiento de lo invisible.