Era callejero por derecho propio. Su filosofía de la libertad fue ganar la suya sin atar a los otros y sobre los otros no pasar jamás. Aunque fue de todos, nunca tuvo dueño que condicionara su razón de ser, libre como el viento era nuestro perro, nuestro y de la calle que le vio nacer.
Era un callejero con el sol a cuestas, fiel a su destino y a su parecer, sin tener horarios para hacer la siesta ni rendirle cuentas al amanecer.
Era nuestro perro y era la ternura que nos hace falta cada día más. Era una metáfora de la aventura, que en el diccionario no se puede hallar.
Era nuestro perro porque lo amamos lo consieramos nuestra propiedad, y era de los niños y del viejo Pablo, a quien rescataba de su soledad. Era un callejero y era el personaje de la puerta abierta en cualquier hogar. Era en nuetro barrio coo del paisaje, el sereno, el cura y todos los demás.
Era el callejero de las cosas bellas y se fue con ellas, cuando se marchó; se bebió de golpe todas las estrellas, se quedó dormido y ya no despertó. Nos dejó el espacio con testamento, lleno de nostalgia, lleno de emoción, vaga su recuerdo por los sentimientos, para derramarlos en esta canción.