Generosidad:
Dar
y darse sin esperar nada a cambio, esa capacidad dentro del corazón
humano que debería despertar la necesidad de ayudar a los demás, de
entregar parte de nuestro tiempo a causas nobles, es un concepto que
debería estar más presente en nuestra vida diaria, pues aunque abundan
las campañas e iniciativas volcadas en ayudar económicamente a quienes
tienen menos, a veces, nos olvidamos que simplemente, un poco de nuestro
tiempo es un preciado regalo que puede dar muchos frutos muy
beneficiosos.
En esta época nuestra, que exalta como valores supremos la comodidad, el
éxito personal y la riqueza material, la generosidad parece ser lo
único que verdaderamente vale la pena en esta vida. El egocentrismo
nos lleva a la infelicidad, aunque la sociedad actual nos quiera
persuadir de lo contrario.
A lo largo de los cinco años que llevo colaborando en proyectos
solidarios he visto a muchas personas atravesar por situaciones muy
crudas y puedo segurar que absolutamente todos agradecerían contar con
el apoyo, la ayuda y, sobre todo, la compresión de alguien que, además
de darles un paquete de arroz, se presta a escucharles dedicándoles algo
de su tiempo. Muchos de ellos, tras haber superado los peores momentos
de su vida, se han sumado al carro de la solidaridad en la medida de sus
posibilidades, volcándose en dar apoyo a quienes pasan por lo que ellos
vivieron. Creo que ésta es la mejor manera de agradecer la ayuda
recibida.
El
cuerno de África se muere de hambre. Mi intención al escribir este
testimonio es llamar la atención sobre estas situaciones, pero también
aprovecharé para hacerles partícipes de la dura experiencia que se vive
cuando se va a esas zonas formando parte de una oenegé Médicos sin
fornteras. Por ellos sé que, a diario, más de 2.000 somalíes cruzan la
fronteras de Kenia y Etiopía recorriendo largas distancias en busca de
hospitales o centros nutricionales de la organización para que los
provean de alimentos y atención médica. Todo un éxodo.
Personalmente,
me quedé muy impresionada al comprobar, en primera persona, todos los
problemas que, diariamente, debe afrontar y solucionar esta organización
y también otras menos conocidas, pero no por ello menos eficientes en
su labor. A lo largo de los meses, se puede comprobar un sinfín de
situaciones que, por su dureza extrema, prefiero olvidar y no
escribirlas. África es un continente muy, muy duro y para ir allí se
necesita estar preparado psicológicamente y emocionalmente. Ocurren
cosas que para nosotros son inimaginables, niñas menores de 10 años que
sistemáticamente son violadas por hombres de su propia familia, o son
vendidas por la pobreza, personas que se mueren de hambre o de
enfermedades curables en otros países sin que puedas hacer nada, médicos
que se han vuelto inmunes al sufrimiento de sus semejantes.. son muchas
situaciones, demasiadas para que no te influyan.
¿Es
posible que tras tantos años recibiendo ayuda internacional esta zona
todavía siga viviendo en la extrema pobreza? Y también llevandose a cabo
multitud de iniciativas, por ejemplo, el macrofestival benéfico por
África “Live Aid” que promovió Bob Geldof en 1985. Pero ése es el
verdadero mal de África, vivir siempre pendiente de las ayudas
extranjeras en unos países creados artificialmente por los europeos sin
tener en cuenta la realidad social, étnica y cultural de sus pueblos,
muchos de ellos nómadas, sino pensando sólo en los intereses económicos
de los países del primer mundo que expolian su riqueza natural y que,
encima, les “prestan” dinero acrecentando unas deudas externas que jamás
les podrán pagar. Por eso, muchos expertos aseguran que el futuro del
continente pasa por borrar de un plumazo sus deudas y las ayudas, para
que puedan empezar de nuevo con sus propios recursos y hacer prosperar a
sus países xplotando sus propios recursos, que no son pocos. Pero es
tan difícil..
Al reflexionar sobre esta virtud, encontramos que la vida del ser humano
esta llena de oportunidades para servir y hacer un bien al prójimo. Una
persona generosa se distingue por estas virtudes: La disposición
natural e incondicional que tiene para ayudar a los demás sin hacer
distinciones sociales. Resolver las situaciones que afectan a las
personas en la medida de sus posibilidades, o buscar los medios para
lograrlo. La discreción y la sencillez con la que actúa.
Mi motivación al escribir este testimonio es dejar constancia de que,
ahora, muchas oenegés, parroquias, comedores sociales y organizaciones
de cooperación están desbordadas por la gran demanda existente de
alimentos, dinero y, sobre todo, de voluntarios. Es una época difícil
para casi todos y no podemos dejar de ser generosos por el hecho de
tener menos que otros años atrás, cualquier cosa sirve, lo importante es
no resignarse pensando en que no sirve de nada. Lo del granito de
arena, no es sólo una expresión.
Es claro que resulta más fácil hacer un favor a una persona que nos
resulta simpática (un hermano, un amigo) que al que nos cae mal o no
conocemos. Pero esto no es auténtica generosidad, porque no se actúa a
favor del que lo necesita, sino a favor del que me cae bien. Ser
generoso no es dar lo que nos sobra, sino dar lo mejor que tenemos, y
también saber recibir lo mejor que tienen las otras personas.
Yo no puedo vivir tranquilamente imaginando que hay gente pasándolo tan
mal. No tengo mucho que dar, pero sé por experiencia que para ellos
puede serlo todo.