Una de las más lamentables carencias de información que han
padecido los hombres y las mujeres de todas las épocas, se relaciona
con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que
los ángeles no hacen el amor,quizá signifique que no lo hacen de
la misma manera que los mortales.
Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que
si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos ( por la mera razón
de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con
palabras, vale decir, con las adecuadas.
Así, cada vez que ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos
transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse
mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.
Y si ángel, para abrir el fuego dice : "semilla", Ángela, para
atizarlo responde: "surco". Él dice "alud", y ella, tiernamente: "abismo".
Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o
acariciantes como copos.
Ángel dice : "madero". Y Ángela: "caverna".
Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de
la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se
interrumpe, sigue silabeando su amor.
Él dice "manantial". Y ella "cuenca".
Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de
nieve, circulan el aire y su expectativa.
Ángel dice: "estoque", y Ángela, radiante: "herida". Él dice: "tañido", y
ella: "rebato".
Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los
cúmulos, los estratos y los nimbos, se estremecen, tremolan, estallan,
y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.
Mario Benedetti