Que tus manos sean siempre generosas y solidarias, y que tus pasos transiten, firmes, el rumbo de la paz.
Que tus oídos permanezcan abiertos a la voz de Dios y al clamor de tus prójimos, y que tu boca sepa pronunciar palabras que animen, que sanen, que perdonen, que denuncien la injusticia y anuncien la vida.
Que tu mirada brille, pura, con la luz de la esperanza y que tu vida entera refleje en cada acto, en cada gesto, en cada sonido y en cada silencio el amor de Dios.
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