Cuentos De Sabios:
Siempre Hay Algo Bueno Esperando
Una historia china habla de un anciano labrador, viudo y muy pobre, que trabajaba la tierra duramente con su hijo.
Un día el hijo le dijo: -¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
El caballo había logrado saltar la valla de un brinco y había escapado a las montañas.
La noticia corrió a toda velocidad por la aldea. Vecinos, amigos y curiosos se acercaron para condolerse con él y lamentar su desgracia, a lo que éste replicó: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”
Y no entendieron…
Una semana después, el caballo regresó de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Los llevaba, uno a uno, a ese establo donde sabía que encontraría alimento y agua para todos los suyos. Yeguas jóvenes en edad de procrear, potros de todos los colores, más de cuarenta ejemplares le seguían.
¡Los vecinos no lo podían creer! De repente, el anciano labrador se volvía rico de la manera más inesperada. Su patrimonio crecía por fruto de un azar generoso.
Entonces los vecinos acudieron a felicitar al labrador por su extraordinaria buena suerte. Pero éste, de nuevo les respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Y volvieron a no entender...
Era indudable que tener, de repente y por azar, más de cuarenta caballos en el establo de casa sin pagar un céntimo por ellos, solo podía ser buena suerte.
Al día siguiente, el hijo del labrador intentó domar a uno de los caballos salvajes más imponentes. Pero ese corcel no se andaba con chiquitas, y cuando el joven lo montó con intención de dominarlo, no acostumbrado al jinete el animal se encabritó y lo arrojó al suelo, haciendo que el muchacho se quebrara una pierna.
-¡Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho -. ¡Me he quebrado la pierna!
El padre, después de ayudarlo, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
“¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. Veamos qué trae el tiempo.
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en su cama.
Y los vecinos, ahora sí, pensaron que el anciano no estaba bien de la cabeza. Naturalmente, todo el mundo consideró aquello como una verdadera desgracia.
Unas semanas más tarde, los enviados del rey entraron en el poblado y reclutaron a todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones para servir en la guerra. Pero cuando vieron al hijo del labrador con la pierna entablillada, le dejaron tranquilo y siguieron su camino.
Los vecinos que quedaban en la aldea, padres y abuelos de decenas de jóvenes que partieron ese mismo día a la guerra, fueron a ver al anciano labrador y a su hijo, para expresarles la enorme buena suerte que había tenido el joven al no tener que partir hacia una guerra que, probablemente, acabaría con la vida de muchos de sus amigos.
A lo que el longevo sabio respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”.
Reflexión: Ciertamente, en muchas ocasiones, lo que nos parece bueno para nosotros a la larga no lo es, mientras que maldecimos las pruebas que nos encontramos en la vida y que a veces son lo que nos permite madurar y crecer. Ante tan pocas certezas como tenemos, lo mejor es aceptar con humildad lo que nos ocurre sea bueno o malo y seguir con paciencia y fortaleza hacia adelante.
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