Callada y silenciosa la ciudad espera
complacerse febrilmente del sol que la
ilumina,
y callado y silencioso espero yo
disfrutar de tu esplendida alegría.
Permite que tu aliento
lo guarde en mi bolsillo,
para cuando te ausentes
por siempre estés conmigo.
Permíteme también
que guarde tu mirada,
para cuando no estés
te contemple extasiada.
Permíteme quizás guardarte toda,
para cuando te vayas,
amarte pueda
en los misterios de la nada.
Ciudad de México, 26 de septiembre de 1990