Repica el agua en la verde maleza
que ahoga las tumbas de los antepasados:
estelas inclinadas y hundidas en la tierra
llevan grabadas frases que en su vida
los muertos idearon. Sentencias y deseos,
sueños tallados en la piedra.
Y ahora la lluvia toca sus pensamientos
y resuena también, verde y furiosa,
en la maleza que es su única amiga.
Dentro parpadean las lámparas de la mezquita
y se inclinan las sombras de los fieles.
Aquí fuera la lluvia, la lluvia que viene
de ese cielo tan gris, como el polvillo viejo
de los huesos; tan gris como el destino
de ceniza que a todos nos espera.
José Lupiáñez
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