Retorno del Ángel de Sombra
A veces, amor
mío, soy tu ángel de sombra.
Me levanto de no sé qué guaridas,
fulmíneo,
entre los dientes una
espada de filos amargos, una triste
espada que tú
bien, mi pobre amor, conoces.
Son los días oscuros de la furia, las
horas
del despiadado despertar, queriéndote
en medio de las lágrimas
subidas del
más injusto y dulce desconsuelo.
Yo sé, mi amor, de dónde esas
tinieblas
vienen a mí, ciñéndote, apretándome
hasta hacerlas caer sobre
tus hombros
y doblarlos, deshechos como un río.
¿Qué quieres tú, si a
veces, amor mío,
así soy, cuando en las imborrables piedras
pasadas,
ciego, me destrozo y batallo por
romperlas, por verte libre y sola en la luz
mía?
Vencido siempre, aniquilado siempre,
vuelvo a la calma, amor, a la
serena
felicidad, hasta ese oscuro instante
en que de nuevo bajo a mis
guaridas
para erguirme otra vez tu ángel de sombra.
RAFAEL ALBERTI
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