En la playa de Miramar, frecuentada mayoritariamente por judios sucedió un verano
que una gran ola cubrió gran parte de la playa y se llevó a un chico que estaba
en la orilla jugando con una palita. Su padre, Samuel,
desesperado, corre hacia la orilla, mira al cielo y se dirige a Dios:
-Dios mio soy yo, Samuel, no puedes hacerme esto a mi, no puedes llevarte al nene,
yo siempre he sido un buen judío, observante, ayuno, cumplo todo lo que dice la
religión al pie de la letra....no puedes hacerme esto Dios,
te pido por favor, devuelveme a mi hijo, traelo de nuevo junto a mi!!.
En ese momento un rayo rompe el cielo miramarense,
un estruendo silencia a los veraneantes,
sin duda es una señal de Dios para Samuel. Una nueva ola llega desde el mar y regresa
al niño a la orilla. Samuel es testigo del milagro, su hijo amado ha vuelto!!!.
Entonces, con lágrimas en los ojos, Samuel
vuelve a la orilla, vuelve a mirar al cielo y a comunicarse con el supremo: