POSESIÓN DE DIOS
Por Fray Santiago Cantera Montenegro, OSB [1]
La
vida monástica me ha hecho penetrar en algo que antes no llegaba a
percibir ni vivir del todo: lo que me atrevería a llamar la «posesión
de Dios». Ciertamente, el término puede resultar un tanto extraño y
hasta atrevido, pero pienso que, bien entendido, expresa con bastante
acierto esta vivencia espiritual.
El
monje, como todo ser humano, es posesión de Dios, sin que por ello
pierda su libertad y su dignidad: al contrario, poniéndose en las manos
de Dios se sabe precisamente más libre y más digno. Cuando el hombre se
entrega de lleno a Dios, con plena confianza y el corazón abierto, se
sabe todo de Dios: todo su día es de Dios, toda su vida es de Dios,
porque todo lo hace por Dios y para Dios; por eso se dice que vive en
Dios. Pero, al mismo tiempo, y esto es lo grandioso, el hombre adquiere
por este medio «posesión de Dios»: por puro amor al hombre que a Él se
entrega, Dios mismo quiere hacerse totalmente de ese hombre y se da a
él de lleno, le permite que le posea en lo más íntimo de su corazón y
de su alma, se hace la Vida del hombre. De este modo, el hombre que a
Dios posee, comprende que nada fuera de Dios podrá saciar la sed de su
alma, que nada podrá colmar su corazón más que Dios. Poseer a Dios,
poseer su Amor, tener a Dios dentro de sí y a la vez saberse todo de
Dios e inmerso en Él: esto es lo único que puede hacer feliz de verdad
al ser humano. Sólo enfocando todas las facetas de la vida desde esta
realidad, podrá realmente alcanzar la felicidad.
El
materialismo imperante en el Occidente actual considera el «tener» como
un valor y mide a las personas en función de tal criterio. Se hace
creer al hombre que sólo ganando dinero para poseer cosas será feliz y
que debe eliminar o reducir todo aquello que le impida el poseer cosas:
más vale, según esta concepción, un buen coche que un hijo. El egoísmo
se instala así como norma de vida. Y sin embargo, a largo y aun a medio
plazo, el ser humano descubre el engaño de esta filosofía y se ve
profundamente insatisfecho en su vida: puede tal vez tener muchas cosas
que el mundo estima como valiosas e importantes, pero halla en su
interior un vacío que le causa tristeza y amargura.
Ese
vacío, por supuesto, sólo puede llenarlo Dios y el enfocar la vida y
toda la realidad desde Dios mismo. El Beato Rafael Arnáiz (1911-38),
que abandonó en plena juventud un brillante porvenir como arquitecto
para ingresar como monje cisterciense en la Trapa de Dueñas (Palencia),
afirmaba con pleno conocimiento de causa: «La verdadera felicidad se
encuentra en Dios y solamente en Él». Por eso, también exclamaba: «¡Qué
grande es la alegría de vivir cuando se tiene a Dios, y sólo a Dios!,
qué pequeños resultan los problemas que la vida nos presenta, problemas
cuya solución está en… sólo Dios». Este sentido de la «posesión de
Dios» queda asimismo perfectamente reflejado en los conocidos versos de
Santa Teresa de Jesús:
Nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.
[1] Fray Santiago Cantera Montenegro, OSB es monje de la Abadía Santa Cruz, del Valle de los Caídos y Doctor en Historia .