Normalmente a los niños, cuando se les regala algo, les hace mucha ilusión aunque el regalo en sí, no valga nada. Juegan y juegan con él hasta que llega un momento, sin saber ni cómo ni por qué, les deja de gustar, lo apartan, lo arrinconan y se ponen a jugar con otra cosa. Algo parecido le pasa al PSOE con el 11-M.

Con la llegada al poder de Zapatero en 2004, el 11-M se convirtió en un inmenso instrumento de satanización del PP, como anteriormente había sido el Prestige. En ninguno de los casos, el PP era culpable de nada pero el PSOE se encargó maravillosamente de hacer ver lo contrario.

Todos recordamos como cada día, alguien del PSOE hacía alusión a que Aznar había provocado Al-qaeda o que Acebes "habia mentido". Funcionaba tan bien que el PP no lograba reaccionar, se encontraba a la defensiva y no conseguía dar la vuelta a los argumentos falaces de los rubalcaba y cía. Poco ha cambiado la cosa desde entonces…

Luego llegó el famoso juicio del 11-M en el que poco quedó claro, sobre todo, lo fundamental y se evidenciaron gran cantidad de contradicciones a cual más surrealistas:

- la mayoría de los acusados eran confidentes de la policía (qué tipo más raro de terrorista islamista...)
- no se determinó qué fue lo que explotó en los trenes (poco importa eso, se dijo…)
- no sé sabe quien dio la orden de atentado (se absolvió al famoso Egipcio por falta de pruebas…)
- y así podemos seguir… 

Se generó la idea que sostenemos muchos de que la verdad no se sabe aún por mucho que Zapo nos diga que "todo está claro". Se generó la idea de que "alguien más importante tenía que estar detrás del atentado". Se generó la idea de trama, de mafia de altos vuelos, que maniobró para que hubiera un cambio de gobierno. Y lo lograron...

Pero cuando el tiempo pasa y asienta las cosas, por muy abyectas que sean, los beneficiarios del resultado se empiezan a cansar del juguete del que se sirvieron y lo ignoran, como si nunca hubiera ocurrido.