AL EXCMO SR. PRESIDENTE DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS DE LAS CORTES ESPAÑOLAS
Don
Amadeo Martínez Inglés, coronel del Ejército, escritor e historiador
militar, se dirige a VE y a la Cámara que preside con arreglo a lo que
dispone el artículo 77.1 de la Constitución española manifestándole lo
siguiente:
Con
fecha 23 de septiembre de 2005, y con arreglo a cuanto dispone el
artículo 77.1 de la Constitución española, remití al presidente de esa
Cámara en la legislatura anterior, señor Marín, un exhaustivo Informe
(40 páginas) sobre los hechos acaecidos en España en la tarde/noche del
23 de febrero de 1981 (popularmente conocidos como la "intentona
involucionista del 23-F") en el que, después de una larga investigación
de más de veinte años, presentaba toda una serie de indicios racionales
que apuntaban a que el rey Juan Carlos I fue el máximo responsable de
su planificación, coordinación, preparación y ejecución. En
consecuencia le solicitaba la creación de una Comisión de
Investigación, conforme a lo que establece el artículo 76.1 de la Carta
Magna, que, a pesar del tiempo transcurrido y con los máximos poderes,
estudiara, investigara y analizara tan deleznable episodio de la
reciente historia de España y depurara las responsabilidades (políticas
e históricas, preferentemente) en las que pudo incurrir el monarca
español.
En
enero de 2006, cuatro meses después del envío del Informe sobre el 23-F
al presidente del Congreso de los Diputados y visto que éste no parecía
dispuesto a acusar recibo del mismo y, mucho menos, a estudiarlo o
debatirlo en la Cámara que presidía (aunque me consta que dio traslado
del escrito a los diferentes grupos parlamentarios) decidí enviar el
prolijo documento al presidente del Senado, señor Rojo, al del Gobierno
de la nación, señor Rodríguez Zapatero, y a cada uno de los presidentes
de las más altas instituciones del Estado: Consejo General del Poder
Judicial, Tribunal Supremo, Tribunal Constitucional, Consejo de
Estado…etc, etc. Ninguna de las autoridades a las que iba dirigido el,
al parecer, "políticamente incorrecto" escrito (a excepción del
presidente del Senado, quien acusó recibo a través de la Comisión de
Peticiones de la Cámara) contestó al mismo.
Al
no obtener ninguna respuesta, tanto del presidente Marín como de los
presidentes de las más altas instituciones del Estado, año y medio
después, con fecha 23 de febrero de 2007, presenté en el Congreso de
los Diputados el mismo Informe solicitando de nuevo la creación de una
Comisión que investigara el supuesto golpe de Estado del 23-F; visto,
además, lo ocurrido en esa Cámara el día 23 de febrero del año
anterior, fecha en que se cumplía el vigésimo quinto aniversario de tan
desgraciado evento, al rechazar de plano algunos grupos parlamentarios
la nota institucional que pretendía difundir el presidente y que, como
venía siendo costumbre en los últimos años, señalaba al rey Juan Carlos
como supremo y único "salvador de la democracia y las libertades del
pueblo español" puestas en peligro por el golpista Tejero.
Como
consecuencia de todo lo anterior y consciente de que el Congreso de los
Diputados, con su señor presidente al frente, y el resto de autoridades
a las que había dirigido el documento nunca se iban a molestar en
acusar recibo del mismo (si sus señorías no quieren debatir tan
espinoso asunto que lo haga la opinión pública, primero nacional y
después internacional), he decidido publicar todas mis investigaciones
sobre el rey Juan Carlos en forma de libro ("Juan Carlos I, el último
Borbón". Styria. Febrero 2008), un extenso trabajo sobre la vida del
monarca español en el que analizo, después de muchos años de estudio y
dedicación, no sólo el ya comentado asunto del 23-F sino algunas de las
numerosas y graves irregularidades políticas, militares, familiares,
económicas… que ha protagonizado, primero en su juventud y después a lo
largo de sus treinta y dos años de reinado. Muchas de estas
irregularidades son, obviamente, presuntos y graves delitos que no
deben quedar escondidos, de ninguna de las maneras, bajo la alfombra de
la historia. Como los que relaciono a continuación
1º.- Un intento de golpe de Estado, ya
que a estas alturas está fuera de toda duda que, en el otoño de 1980,
dio el visto bueno a sus militares cortesanos (los generales Armada y
Milans) para que planificaran, organizaran, coordinaran y ejecutaran
una ilegal e inconstitucional maniobra político-militar-institucional
(el ya comentado 23-F), de acuerdo con determinadas fuerzas políticas
del arco parlamentario, con el fin de cambiar el Gobierno legítimo de
la nación española y frenar con ello un golpe militar de la extrema
derecha castrense. Maniobra que después sería abandonada por él mismo y
sus compinches políticos ante la estrafalaria entrada del teniente
coronel Tejero en el Congreso de los Diputados, poniendo así en serio
peligro de guerra civil a este país.
2º.- La puesta en actividad, en 1983, de los batallones de la muerte
o grupos de terroristas de Estado denominados GAL (Grupos
Antiterroristas de Liberación) para hacer desaparecer (matar o
secuestrar) miembros de ETA, saltándose a la torera todas las normas y
leyes del Estado de derecho y usando las mismas tácticas y técnicas de
los separatistas vascos. Grupos de asesinos a sueldo del Estado español
que, con el conocimiento y la autorización del Jefe del Estado y
comandante supremo de las FAS españolas, el rey Juan Carlos, serían
organizados y dirigidos por los servicios secretos militares (CESID)
nutriéndose de funcionarios militares y civiles españoles y mercenarios
extranjeros.
3º.- Enriquecerse de una forma exagerada e ilegal
hasta convertir a su familia en una de las más grandes fortunas de
Europa y el mundo, recibiendo sospechosas donaciones y créditos
personales desde el exterior y realizando substanciosos negocios
aprovechándose de su omnímodo poder institucional y su inviolabilidad
ante la ley. Lo que ha propiciado que en treinta años su fortuna se
haya elevado, según prestigiosas publicaciones extranjeras (en España
el mutismo en todo lo referente a la familia real es absoluto), a la
importantísima suma de 1.790 millones de euros (300.000 millones de
pesetas). Cifra ésta nunca desmentida por La Zarzuela.
4º.- Ejercer la corrupción continuada y generalizada,
al recibir y aceptar como rey y jefe del Estado regalos y donaciones
multimillonarias de empresarios y particulares (yates, coches,
petrodólares para apoyar la reconquista de Kuwait…)
5º.- Desviar fondos reservados del Estado
para pagar sus aventuras galantes y los chantajes de alguna de sus
numerosas amantes, como el que tuvo que hacer frente a partir del año
1994 tras su larga relación amorosa de 15 años de duración con una
bella vedette del espectáculo español. Que nos ha costado a los
contribuyentes españoles más de 500 millones de pesetas, pagados con
los fondos reservados del CESID, Presidencia del Gobierno y Ministerio
del Interior.
6.- Un presunto asesinato(el
simple homicidio ya fue aceptado en su día por él mismo y su familia)
cometido en sus años mozos, ya que el 29 de marzo de 1956, con 18 años
de edad y siendo un distinguido cadete de la Academia General Militar
de Zaragoza, con seis meses de instrucción militar intensiva en su
haber y otros seis de instrucción premilitar (experto por lo tanto en
el uso y manejo de toda clase de armas portátiles del Ejército español)
mató, estando sólo con él y en muy extrañas circunstancias que nunca
han sido aclaradas, de un tiro en la cabeza procedente de su propia
arma a su hermano Alfonso, de 14 años, el preferido de su padre, don
Juan de Borbón. Quien, según muchos políticos del entorno de éste, iba
a ser elegido por el conde de Barcelona para sucederle en sus derechos
dinásticos a la corona de España ante el proceder de Juan Carlos que ya
en esas fechas manifestaba una irregular y perruna obediencia a Franco
con vistas a acceder al trono saltándose a su propio padre.
En
relación con este turbio asunto (que ha permanecido cincuenta años en
el más absoluto de los secretos), el citado trabajo de investigación
desmonta una tras otra todas las hipótesis tejidas en su día por la
propia familia de Juan Carlos y el dictador Franco para hacer creer a
los españoles que todo fue un desgraciado accidente. Supuesto accidente
que nunca fue investigado ni por la justicia portuguesa ni por la
española, civil o militar, siendo el homicida en aquellas fechas un
profesional de las Fuerzas Armadas españolas.
De
todos estos presuntos delitos cometidos por el rey Juan Carlos I, que
recoge el ya repetidas veces comentado trabajo de investigación, se
presentan abundantes indicios de culpabilidad. De la mayoría de los
cuales, por otra parte, han tenido constancia en los últimos años las
elites mejor informadas de este país (políticos, periodistas, líderes
sociales…) pero sin atreverse a denunciarlos y, mucho menos, a
perseguirlos. El historiador militar que formula el presente escrito ha
decidido ahora darles publicidad en forma de libro para conocimiento de
todos los españoles. Libro que, por otra parte, pasados ya dos meses
desde su publicación, no ha sido desmentido en ninguno de sus extremos
ni por la propia Casa Real española ni por autoridad alguna. Hasta el
momento también, tanto el Congreso como los demás poderes del Estado
han "callado y otorgado".
En
vista de ello, constituidas ya las nuevas Cortes Generales salidas de
la voluntad popular expresada el 9 de marzo pasado y comenzado con ello
una nueva legislatura, me dirijo a VE como presidente del Congreso de
los Diputados para, en virtud de lo que contempla el ya citado artículo
77.1 de la Carta Magna española, exigir la creación de la ya repetidas
veces solicitada Comisión parlamentaria que proceda de inmediato a
estudiar e investigar las ya muy claras responsabilidades del monarca
español en los hechos comentados con anterioridad y que resumo de nuevo:
1º.-
La llamada durante años "intentona involucionista del 23-F" y que en
realidad no fue tal sino una chapucera maniobra borbónica de altos
vuelos, al margen de la Constitución y de las leyes, para cambiar el
Gobierno legítimo de la nación en provecho de la Corona.
2º.-
La creación y organización de los autoproclamados Grupos
Antiterroristas de Liberación (GAL), compuestos por determinados
estamentos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y del
Ejército (de los que el monarca español tuvo conocimiento antes de que
empezaran a actuar a través de documentos reservados del CESID) y que
cometieron, con métodos expeditivos criminales, por lo menos veintiocho
asesinatos de Estado y un secuestro.
3º.-
El sorprendente y rápido enriquecimiento de su familia (en treinta años
ha pasado de la indigencia más absoluta a disponer de una de las
mayores fortunas de Europa, según informaciones de toda solvencia que
no han sido desmentidas por La Zarzuela).
4º.-
La aceptación continuada de regalos y donaciones por parte de
particulares (yates, coches…) que lógicamente harían los interesados
persiguiendo algo a cambio.
5º.-
Los pagos con fondos reservados de Presidencia del Gobierno y de los
ministerios de Defensa e Interior para enfrentar el chantaje de
determinada vedette del espectáculo español, que disponía de
comprometedores vídeos sexuales con el rey Juan Carlos.
VÉASE :" EL SECRETO DE BÁRBARA REY "
http://foros.vogue.es/viewtopic.php?f=8&t=86016&start=0&sid=f0967be595caf3233f0c57881506516d
BÁRBARA REY.
6º.-
La desgraciada muerte del infante D. Alfonso de Borbón en "Villa
Giralda" (residencia de los condes de Barcelona en Estoril) el 29 de
marzo de 1956 y que al hilo de los análisis incluidos en el trabajo de
referencia dejan bastante claro que el supuesto accidente pudo ser en
realidad un fratricidio premeditado. Mis estudios como militar y como
experto en armas dejan muy pocas dudas al respecto. Como tal hecho
nunca fue investigado por la justicia (ni portuguesa ni española)
exijo, como historiador y ciudadano español, que se abra un proceso
clarificador sobre el mismo, exhumando si es preciso los restos del
infante que reposan en el Monasterio de El Escorial e interesando del
ministerio de Defensa la documentación que pueda obrar sobre aquel
homicidio en los archivos de la Academia General Militar de Zaragoza,
con el fin de que expertos judiciales y técnicos en balística y teoría
del tiro puedan hacer sus evaluaciones y aclarar definitivamente el
misterio que encierra aquél luctuoso suceso de la historia de España. Y
dejando abierto el camino para que los jueces establezcan las
responsabilidades penales a las que todavía debiera enfrentarse Juan
Carlos de Borbón, ya que en aquella época no estaba cubierto
constitucionalmente por ningún manto de inviolabilidad o
irresponsabilidad y sólo era un profesional del Ejército español
(cadete de la Academia General Militar de Zaragoza), sujeto por lo
tanto a las leyes penales castrenses.
Responsabilidades
que podrían ser de carácter penal pero, con toda seguridad, históricas
y políticas pues si se demostrara la culpabilidad del actual rey de
España, habría que reescribir con toda urgencia la historia de este
país.
Hasta
aquí, señor presidente del Congreso de los Diputados, los presuntos
delitos cometidos por el actual rey de España, tanto en su ya largo
reinado como en sus años juveniles de caballero cadete en la Academia
General Militar. Que este modesto historiador militar y coronel del
Ejército no está dispuesto a que queden ocultos entre las bambalinas de
la historia y sin su correspondiente condena, sea esta penal, moral o
histórica. Por ello le reitero una vez más la solicitud de que todos
estos hechos sean estudiados, investigados y analizados en profundidad,
y cuanto antes, por una Comisión parlamentaria (auxiliada por los
correspondientes expertos), ya que sin duda debe ser ese foro
parlamentario, como suprema expresión de la soberanía popular, el que
promueva inicialmente las acciones pertinentes, de tipo judicial o
político, que permitan aclarar tan graves e importantes cuestiones. Que
afectan al país en general y, sobre todo, a su historia pues no deja de
ser un auténtico sarcasmo y una burla al pueblo español que ya figure
en los libros de historia de este país como máximo salvador de la
democracia y de las libertades de sus ciudadanos aquél que fue el
primero en ponerlas en peligro autorizando el golpe de Estado del que,
según la angelical teoría oficial, nos salvó a todos.
Ante
esta Comisión debería comparecer el propio rey Juan Carlos (ya se pidió
su presencia ante el Tribunal Militar de Campamento en el año 1982 para
que contestara a las acusaciones de golpismo vertidas en su contra por
algunos acusados y testigos en el golpe del 23-F) pues una cosa es que
su persona sea, a día de hoy, constitucionalmente inviolable y no
sujeta a responsabilidad y otra muy distinta el que no pueda y deba
comparecer ante los legítimos representantes del pueblo para dar a
conocer su versión sobre unos hechos gravísimos de la reciente historia
de España en los que él ejerció el papel de protagonista absoluto.
Y
por último, señor presidente del Congreso de los Diputados, si tanto
esa Cámara como los demás poderes del Estado optan, una vez más, por
tomarse mis denuncias contra el rey Juan Carlos I a título de
inventario, es decir, como si estuvieran formuladas contra el
históricamente preclaro e insigne Alfonso X el Sabio en lugar de a
menor gloria del, a todas luces, menos docto y ejemplar personaje que
en estos momentos ocupa la Jefatura del Estado español a título de rey
por deseo testicular del dictador Franco, este historiador militar (que
le recuerdo, por si lo ha olvidado, fue encarcelado y separado
abruptamente de su carrera por un ministro de Defensa de su partido, en
1990, por reivindicar, con conocimiento de causa, un Ejército
profesional para España; aspiración que consiguió en 1996) se verá
obligado moralmente a pedir amparo internacional en la instancia
judicial o mediática que estime oportuna y conveniente, incluido si
fuera preciso el Tribunal Penal Internacional. Porque no deja de ser un
contrasentido y un esperpento jurídico que la Audiencia Nacional
española, a través de su "juez estrella" Baltasar Garzón, se dedique a
perseguir jefes de Estado extranjeros, presuntos genocidas, terroristas
y responsables de crímenes de lesa humanidad, y no haya llamado
siquiera a declarar al máximo responsable de los asesinatos de los GAL
(crímenes de Estado que no prescriben ni deben contemplar en su
enjuiciamiento inviolabilidad alguna): el rey Juan Carlos I. Quien
recibió precisa y abundante información reservada del CESID en su
momento (la famosa Acta Fundacional y otros documentos) sobre la
preparación y pronta puesta en ejecución de la llamada "guerra sucia"
contra ETA. Y no hizo nada por evitarla.
Y
espero, señor presidente, que no tome estas mis últimas palabras como
una amenaza (jamás me permitiría semejante libertad contra el máximo
representante del pueblo soberano y tercera autoridad del Estado) sino
como una respetuosa advertencia de un ciudadano español que ha dedicado
toda su vida a la defensa de este país, que sólo ha recibido a cambio
represiones y sinsabores y que, desde luego, como le enseñaron hace ya
muchos años en una Academia Militar, no va a cejar en la lucha por sus
ideales y convicciones.
"España
no puede tener ni un minuto más en la Jefatura del Estado a un hombre
de pésima catadura moral, homicida confeso (que no ha pagado todavía
por su delito), presunto asesino y también, en grado de presunción por
el momento, golpista, malversador de fondos públicos y terrorista de
Estado ".
Le
adjunto, señor presidente del Congreso, copia del Informe remitido en
septiembre de 2005 y febrero de 2007 a su predecesor en el cargo.
Firmo el presente escrito en Alcalá de Henares a 4 de abril de 2008
Amadeo Martínez Inglés
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