Una
cálida noche de este pasado mes de agosto, decidí acercarme al
Guadiana, adonde no iba desde hacía tres años. Aquello estaba desierto,
apenas me crucé con un matrimonio de edad avanzada y con un pequeño
grupo de jóvenes que, hablando entre susurros, hacían botellón
pacíficamente. Sólo un local, convertido en pub, estaba abierto. Tal
vez en otras circunstancias hubiera podido disfrutar de esa calma, de
la luna reflejada en el agua, de la vegetación..., pero no fue así. El
silencio que me embargaba se volvió ensordecedor cuando empecé a ver
los bancos de forja arrancados (bien los respaldos, bien los asientos),
los bombines de varias farolas habían desaparecido, las tablas del
pasadizo de madera del Embarcadero estaban rotas y podridas por la
humedad; la fusca y la maleza invadían parte del Paseo fluvial
hormigonado, impidiendo contemplar el río en algunos tramos.
Comencé,
entonces, a echar de menos la belleza de la que, según me cuentan, el
Guadiana gozó en un pasado no remoto; a echar de menos que, teniendo
Badajoz un privilegio con el paso del río por la ciudad, no se haya
aprovechado como ha ocurrido en Salamanca con el Tormes o en Zaragoza,
donde han acondicionado estupendamente el tramo del Ebro que pasa por
allí, convirtiendo parte del mismo en una piscina natural.
El
Guadiana, oliendo a podrido por el agua estancada con su nata incluida
en algunas zonas, parece reflejar la mala gestión, la ineptitud y el
mal hacer de los políticos responsables de este deterioro. Esta
despreocupación por las cosas que afectan a la imagen de nuestra ciudad
les llevó a comenzar la casa por el tejado con los famosos locales,
cuya apertura esperamos largo tiempo porque el Ayuntamiento y la Junta
no se ponían de acuerdo en cuestiones que sólo, insisto, sólo a ellos
interesaban. Disputas y diatribas inútiles que ya denotaban que ese
afán por revivir el Guadiana se quedaría en agua de borrajas.
En
definitiva, el tiempo ha pasado y estos políticos, irresponsables ya,
siguen en sus despachos; eso sí, sin despachar, sin buscar soluciones
prácticas, con muchos proyectos factibles en el aire y con excusas de
medio pelo para no afrontarlos. El Ayuntamiento se limita a organizar
eventos lúdicos y festivos, como el del próximo domingo, para
recordarnos que el Guadiana pasa por Badajoz y que es muy bonito, con
barquitas que navegan, piraguas chupipiruli y todo eso. Por su parte,
la Confederación convocó hace dos años a las familias para que fueran
al río... ¡a limpiarlo!, que las bolsitas ya las ponía ella. Sobra
decir que este llamamiento no tuvo ningún eco.
Todos
ellos deberían tener muy claro que el Guadiana forma parte de la
intrahistoria de Badajoz. El hermoso vergel que podía constituir con
sus alisos, sauces, fresnos, plantas aromáticas..., se está perdiendo
por la desidia de los encargados de que este ecosistema no se destruya
definitivamente.
En
fin, después de mi triste y desolador paseo me marché de allí. La
mañana siguiente seguía siendo calurosa, así que me fui a dar un baño a
una de las piscinas privadas de Badajoz.
Hoy,
que nadie me pida que mire al Guadiana, que siento rabia y pena. Que lo
miren los directos responsables de su estado, a ver si se les cae la
cara de vergüenza.![http://www.fotolibre.org/albums/userpics/10016/Guadiana.jpg](http://www.fotolibre.org/albums/userpics/10016/Guadiana.jpg)
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