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Lo que queda no dicho al final cuenta más que lo que se dice, según saben Obama y Zapatero, cada uno a su manera. Lo no dicho por Obama: «Primer
ministro Zapatero, usted me necesita. Yo estoy poniendo en circulación
un idioma multilateralista. Mi discurso al mundo árabe en El Cairo no
le habrá pasado desapercibido. Usted ha hablado alguna vez de una
Alianza de Civilizaciones. Yo ya tengo el Nobel de la Paz. Usted y su
gobierno están un poco entre la espada y la pared con Chávez y sus
aliados tan revoltosos; tampoco anda usted sobrado de amigos en Europa.
Según tengo entendido, Asia le interesa más bien poco. Necesitan
inversión extranjera, mejor prensa aquí, en Washington. A mí por ahora
me hace caso todo el mundo. Sarkozy me halaga, no le caigo mal a Angela
Merkel, a Medvedev lo tengo hipnotizado, los chinos se portan, ya se
sabe, y en la América que usted más conoce ya he hecho mi elección. Es
Lula. Me dice el vicepresidente Biden que, en el pasado, usted no ha
sido de lo más acertado con nosotros. Algo me contó de la bandera USA y
un desfile. Yo le digo que si usted quiere, todo eso sería pasado.
Achaquémoslo todo a Bush jr. Al fin y al cabo, me han dado el Nobel de
la Paz —entre otras cosas— precisamente porque no soy George W. Bush».
Rodríguez Zapatero responde: «Exactamente.
Le felicito por proponer un mundo sin bombas atómicas». A su modo, ha
querido dejar expresado el alivio que siente por ser ya miembro del
club Obama aunque se le someta a un período de pruebas. Que cuenten con
él. Que las tropas españolas seguirán en Afganistán hasta el último
momento. Que ya están habilitadas las celdas para los presos de
Guantánamo y que todo lo que el Gobierno de España haya hablado con el
iraní Ajmadinejad es una filfa. Que en Honduras y Cuba, lo que haga
falta. Y que Lula es el único, el grande y el definitivo. Al fin y al
cabo, toda la política es política local. Ya le ha puesto en Washington
el cordón fito-sanitario al PP de Rajoy. Regresa para decir que los
Estados Unidos comprenden España, la España de Zapatero. Lo demás, ya
se irá improvisando.
«¿Quién
serán las nuevas caras de la Unión Europea?», pregunta Obama. Zapatero
se mira la punta de los zapatos, enarca una ceja y deja pasar unos
segundos sin decir nada. Obama comenta: «Ya entiendo». Es un maestro.
El rey del «cool» y del «zen». Pero Zapatero no se siente menos. Ha
surfeado otra ola. Todavía puede darle la vuelta a esas encuestas más
recientes. España se merece mucho más que esa derecha levítica y
podrida que le silba en los desfiles del Día de la Hispanidad.
Provechoso viaje a Washington. Magnífica alcoba en Blair House. Le han
contado que allí pernoctó el Rey Saud. Va comprendiendo por momentos el
carisma de Washington. Se siente contagiado por la fiebre del Potomac.
Al
levantarse del coloquio, destellan unos candelabros que fueron de James
Madison. Mullidas alfombras que pisó Kennedy. Zapatero resiste bien la
tentación de hablar del Barça. Ah, esa gran pecera que es la Casa
Blanca. Ha habido química, muy buena química, piensa Zapatero,
exultante. Al fin y al cabo, un imperio es un imperio. El paso de Obama
es elástico y solemne. Zapatero casi flota como quien acaba de recibir
una transfusión vital. Van a despedirse. Dice Zapatero: «Presidente, de
Washington salgo para el Oriente Medio. ¿Qué puedo hacer allí para
echarle una mano?». Obama le coge del antebrazo y le enseña por la
ventana el césped impecable de la Casa Blanca. Lo no dicho: «Allí no
haga ni diga nada. El mundo se lo agradecerá».
EL ACONTECIMEINTO PLANETARIO DE LEIRE PAJÍN CON SU " PAJA " MENTAL
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