Un collar de mil estrellas quiero hacerte, madre mía, y un broche para tu pecho con el lucero del día.
En un rincón del alma llevo escondido, aquel suspiro, madre, que tú has perdido.
Cántame una copla, madre, que como tú me la cantas ya no me la canta nadie.
Colgado en mi cabecera cual si del cielo bajara, lo mismo que un relicario, está el humilde rosario con que mi madre rezaba.
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Deja que la rosa llore por no estar en el rosal. Tú estás lejos de tu madre y no paras de llorar.
Si suena la campana del mediodía, diré como mi madre: ¡Ave María!
¡Madre mía, madre mía! ¡qué tristes me son las horas solo, sin tu compañía!
Madre, si la noche aclara, déjame ver las estrellas por si la mía pasara.
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