Arquitectura asiria
El
arte asirio se apropió de las formas caldaicas, tanto en edificios como
en inscripciones si bien en éstas abandonó la lengua proto-caldea,
usando la asiria y en aquéllos construyó con más solidez, suntuosidad y
perfección en el ornato. Aunque en Asiria no escasean las canteras de
piedra y de los montes próximos de Armenia se extraían buenas calizas y
mármoles, los asirios construían con ladrillos y adobe a imitación de
los caldeos y sólo echaban mano de la piedra para revestimientos de
muros y para la base de los edificios, los cuales fueron principalmente
torres y palacios. Apenas se sabe nada de las tumbas en el imperio
asirio y, no cabe duda que no se preocupaban por ellas cuando no han
dejado muestras relevantes. Las torres o zigurats se componían de siete
plataformas con igual destino y significado que en el arte caldeo. Pero
se diferenciaban de éste en que no tenían escalinata exterior ni rampa
(salvo la que servía para el terraplén inferior) franqueándose el
acceso a las plataformas superiores por escalera interior que partía de
un vestíbulo con su puerta monumental situados al pie del edificio en
una de sus caras. Había, además, otros templos menores para divinidades
secundarias, ya en forma de pequeñas torres, ya como edículos o
templetes con su frontón al modo griego, aunque rudimentario.
Los Palacios de la arquitectura asiria
Los palacios que en la arquitectura asiria
ofrecen extraordinaria importancia, se elevan así mismo sobre grandes
plataformas o terraplenes con planta rectangular prolongada y
orientados como las torres. Encierran en su perímetro grandes patios,
alrededor de los cuales se alzan los cuerpos de edificio divididos en
diferentes salas de extraordinaria longitud cuyas paredes interiores
más ricas y a veces incluso los pavimentos se cubrían hasta cierto
punto con láminas de alabastro, adornadas en los muros con relieves
historiados e inscripciones y más arriba se revestían los muros con
ladrillos esmaltados o azulejos que ostentaban hermosa pintura
policromada. El bronce y el oro abundaban así mismo en estas
decoraciones palatinas. Es lo más probable que no tuvieran los palacios
más que un solo piso y que recibieran la luz por el techo el cual se
hacía plano y se adornaba con madera esculpida. Junto al palacio real
se elevaba la torre-templo.
Aunque
los asirios conocieron la bóveda, tanto falsa como verdadera (de medio
cañón y apuntada) no dieron gran importancia a estos elementos
arquitectónicos pero sí al arco de medio punto y al elíptico para las
puertas monumentales. Tampoco hicieron frecuente el uso de las columnas
a juzgar por los restos hallados y es probable que construyeran éstas
de madera sobre zócalo redondo de piedra. Junto a las puertas
principales de los palacios reales, como para defender la entrada o
simbolizar el poder, había colosales figuras de esfinges aladas, a
veces, de cinco metros de altura, que por lo común tenían cabeza de
hombre (androsfinges) con barba rizada, el cuerpo de toro o de león y
las alas de águila, esfinges que, por otra parte, ya habían empezado a
usarse en el arte caldeo primitivo. Entre los motivos ornamentales se
hallan muy habitualmente las grecas, piñas, palmetas, rosones, las
acciones guerreras y las cacerías.
Las Ruinas de la arquitectura asiria
Las
ruinas de ciudades asirias más exploradas por los arqueólogos son las
de Nínive, Nimrud o Halah (la Chale del Génesis) y Elleasur las cuales
tenían elevados muros, defendidos por numerosas torres y encerraban
magníficos palacios. Los más notables de entre dichos palacios, cuyas
ruinas se han descubierto y estudiado son
- el de Asshurnasirpal (Sardanápalo I) y el de Salmansasar II con su famoso Obelisco negro, ambos en Nimrud, siglo IX a.C.
- el de Assarhadón, en la misma localidad, siglo VII a.C.
- el de Sargón II o Sarkín, en Kórsabad, siglo VIII a. C. Estaba
decorado con veinticuatro pares de toros alados y unas dos mil losas de
piedra esculpidas y colocadas por dentro y por fuera, a lo largo del
muro.
- el de Senaquerib. Era un palacio semejante al de Sargón aunque no tan extenso.
- otro de Assarhaddón, embellecidos éste y el anterior por Sardanápalo II (Asshurbanipal)
El
arte del segundo imperio babilónico no se diferencia del asirio sino en
el uso exclusivo del ladrillo para las construcciones y en que abunda
más la decoración pictórica y de relieve de sus ladrillos esmaltados
para revestimiento, en vez de los de mármol que se usaban en el arte
precedente. Las torres y las tumbas, sin embargo, seguían en la baja
Caldea la forma ya descrita del primer Imperio.
Célebre
ha sido en todos los tiempos la gran ciudad de Babilonia embellecida
sobremanera en este último periodo por Nabucodonosor II el grande (605
a.C. al 562 a.C.). Medía en esa época unos 514 kilómetros cuadrados de
área. Sus gigantescas murallas se elevaban 106 metros de altura y
contaban 26,5 metros de espesor. Su famoso templo de Belo con la torre
abrazaba un perímetro de 1.480 metros, elevándose a 185 metros de
altura. El puente sobre el Eúfrates, río que lo atravesaba
diagonalmente contaba un kilómetro de largo por diez metros de ancho,
siendo también colosal el túnel que pasaba por debajo del mismo río, el
primero que se conoce en el mundo. Los jardines pensiles o construidos
sobre pilastras y arcos, los palacios, las fortalezas y los templos
(que llegaban a los cuarentaytrés), todo era soberbio y colosal según
atestiguan las ruinas que hasta hoy nos han llegado. Entre ellas,
destacan dos zigurats antiguos pero reedificados por Nabucodonosor que
han obtenido fama universal por los recuerdos que van unidos a los
mismos. El mayor es el llamado Bit-Sagatu, en Babil o templo de Belo
que debió elevarse 185 metros (mayor altura que las pirámides egipcias,
aunque hoy mide 40) con otro tantos de base. La otra es Bit-Zida en la
acrópolis Borssipa que alcanzó los ochenta metros de altura y
setecientos de lado en su base. Esta es probablemente en su origen la
torre de Babel.
A
pesar de la grandiosidad y de la fastuosa exornación que distingue a la
arquitectura caldeo-asiria, se halla ésta desprovista de verdadera
elegancia, es pobre o muy sencilla en sus líneas y pesada y monótona en
sus formas. En la forma piramidal de las torres, en el número de sus
cuerpos, en la orientación y otros detalles hay que reconocer gran
simbolismo religioso, como ocurre en la arquitectura egipcia.
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El
monumento principal en Asiria no es el templo sino el palacio. El
monarca es el dominador de pueblos y caudillo de expediciones guerreras
y para su goce y señal de omnipotencia se levanta el palacio. El mejor
conocido es el de Jorsabad, construido por el rey Sargón en el siglo
VIII a.C. Estaba edificado sobre una enorme plataforma con varias
rampas de acceso y se encuentra dentro de un recinto amurallado
reforzado por torres. La muralla tiene varias puertas monumentales
defendidas por gruesos torreones, flanqueadas por gigantescas estatuas
de toros alados de ocho patas. Las dependencias se organizan alrededor
de diversos patios. El principal tiene al fondo el gran salón del
trono. A la izquierda se levantan el zigurat y, dispuestos alrededor de
sendos patios, los tres templos al dios visible. En el lado opuesto y
teniendo también como eje un gran patio se encontrarían las
dependencias administrativas y las habitaciones de la servidumbre.
Sobre la meseta, separado del palacio, se levanta el hilani, pequeño
templete con columnas de influencia hitita. Los relieves que decoran el
palacio hacen referencia a la vida del rey Sargón, destacando las
parejas de toros antropocéfalos alados.