LA ESCULTURA DEL SIGLO XIX.
Los
escultores neoclasicistas buscarán en Grecia sus fuentes de
inspiración, sintiéndose atraídos más por la belleza de las formas que
por la expresión espiritual. El gran maestro de este movimiento será Antonio Canova,
quien dará la pauta del Neoclasicismo, interesándose por la mitología
griega que llevará hasta el retrato, como observamos en su obra
maestra, Paolina Borghese como Venus Victrix. El arte frío de Canova tendrá en el danés Berthel Thorvaldsen
su alma gemela. Se interesará por la simetría y la proporción pero sus
trabajos carecen de expresividad y personalidad. El inglés John Flaxman rivaliza con los dos anteriores, como observamos en su Mausoleo de Nelson. Entre los escultores románticos conviene destacar a François Rude, autor de los relieves del
Arco de Triunfo de l#Etoile de París, obra cuya fuerza plástica ha
hecho de ella el más exquisito emblema de la Revolución francesa. La búsqueda de los efectos de luz y sombra será la principal característica de la escultura en la segunda mitad del siglo XIX. En Francia, el escultor del Segundo Imperio es Jean-Baptiste Carpaux. El grupo de Ugolino y sus hijos fue ejecutado bajo la admiración de Miguel Angel, reflejando el dramatismo y la fuerza del personaje de Dante. Pero su obra más famosa es La Danza,
realizada en 1869 para la fachada de la Opera de París, en cuyas
figuras capta el desenfado y la alegría, creando atractivos efectos
lumínicos. El realismo tiene en Constatin Meunier a uno de sus más importante representantes. En sus obras, como observamos en El descargador del puerto de Amberes, se dota de una dimensión heroica al proletariado, enlazando con las pinturas de Millet. Degas intenta aportar a sus esculturas la volumetría de la que carecen sus pinturas, como podemos observar en sus atractivas Bailarinas en diversos pasos de danza, elaboradas con un modelado tremendamente fluido. Adolf von Hildebrandt
será el gran teórico de la escultura decimonónica. Para él, en la obra
de arte deben prevalecer las formas, recuperando la influencia de la
Antigüedad y del Renacimiento, como se manifiesta en su Adolescente, trabajo en el que se refleja la pureza y austeridad preconizadas en sus escritos. El gran genio de esta época será Auguste Rodin, el escultor más importante desde Bernini. En sus obras, como el Pensador o los Ciudadanos de Calais, se aprecia la consolidación del camino hacia la transformación del lenguaje escultórico.
FUENTE : ARTEHISTORIA
http://www.artehistoria.jcyl.es/obrmaestras/videos/903.htm
LA ESCULTURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX.
La
escultura española del siglo XIX participa de la atonía y la banalidad
que este género artístico sufre en toda Europa. No hay en ella ninguna
personalidad sobresaliente, ni ninguna intervención innovadora.
Desaparece casi por completo la escultura religiosa como eficacia
creadora. La estatuaria conmemorativa, por la penuria económica y
reducida vitalidad del Estado y de los municipios, es escasa. Y este
arte se desenvuelve lánguidamente, reducido casi exclusivamente a los
envíos a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes,
creadas en 1856. Ocurre, además, que, desde la segunda mitad de este
siglo, predomina en la predilección del público y de los organismos un
cierto mal gusto, que prefiere en muchos casos a los escultores más
indotados en técnica e inspiración.
FUENTE : ARTEHISTORIA
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