Los escritores han escrito y bien sobre el baile flamenco.
Han destacado su sensualidad, su fuerza casi mágica, su misterio, su llamarada,
su arrebato, su puñalada, su supuesto e idealizado eco oriental, su flor de
candela, su maravillosa seducción. Su fuego purificador, en palabras del poeta
Juan Velasco, entre la imagen de la llama de Rilke y el lenguaje metafórico de
Lorca:
(...)
Inflamada por la danza,
se quemó todo su cuerpo.
Voz y guitarra callaron
oprimidas por el miedo.
Cuando el fuego se apagó
y todo quedó en silencio,
cuatro guitarras de plata
purificaron su cuerpo.
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