¿Dos izquierdas?
Entre la democracia y el populismo, en ciertos países de América Latina no son buenos los augurios para el año 2010
Hay quienes consideran el panorama político latinoamericano
enfrentado al dilema de escoger entre dos izquierdas: una democrática y
otra no.
Dilema que más parece responder a la dificultad de quienes lo han
formulado para explicar la emergencia del fantasma que hoy recorre a
América bajo la forma de un movimiento social-fascista que ha cobrado
auge en amplios sectores de la población del continente; movimiento que
se viste de rojo, aunque le correspondería mejor el pardo. (En Europa
existe la denominación de movimientos “pardo-rojos”, una mezcla que,
por cierto, no es inédita en la historia del siglo XX).
Dejando de lado las cavilaciones de quienes tradicionalmente se han
identificado con las antiguas corrientes de izquierda que intentan hoy,
a toda costa, rescatar algunos de sus valores, lo que se percibe, en
lugar del enfrentamiento derecha/izquierda, es la tensión entre un
sector que ve sus aspiraciones realizarse en el marco de la democracia
y de los principios republicanos, y otro sector que se inclina hacia la
tendencia monárquico-totalitaria de amplia tradición en el continente.
Tendencia aderezada hoy con el plumaje de leninismo y del
social-fascismo, lo que imprime al fenómeno un carácter colectivo, algo
novedoso respecto a las dictaduras del pasado. Nada extraño en un
continente de mestizajes.
Dos acontecimientos políticos demostraron recientemente la presencia de esas tendencias incompatibles.
El 13 de diciembre se celebraron en Chile, sin sobresaltos y sin
tutela internacional, irreprochables elecciones presidenciales. Al no
haber obtenido la mayoría absoluta ninguno de los dos candidatos más
votados, se acudirá a una segunda vuelta el próximo 17 de enero para
escoger entre Frei, el candidato de la Concertación, coalición de
centro-izquierda que desde el retorno a la democracia ha gobernado
Chile, y el candidato de una coalición de derechas que, de ganar, no
modificará el panorama político del país, sino que demostrará que la
alternancia es el ritmo natural de la democracia, en contraste con la
presidencia vitalicia que el castrismo busca imponer a nivel
continental. Sucederá como en España: tras un lapso de gobiernos
socialistas, en 1996 fue elegido el candidato de la derecha, José María
Aznar, quien gobernó durante dos períodos sucesivos y ello no significó
que España sufriera una regresión hacia el totalitarismo franquista.
El 14 de diciembre, al día siguiente de las elecciones chilenas, el
general de ejército Raúl Castro, “presidente de los Consejos de Estado
y de Ministros”, inauguró la Octava Cumbre de la Alianza Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), pronunciando un discurso de
agresivo talante bélico que recordaba la retórica castrista de los 60.
Declaró la guerra no sólo al “imperio americano al cual nos enfrentamos
por razones históricas”, sino también a los gobiernos que en América
Latina y el Caribe practican la democracia. En ellos, según el general
cubano, quien no se tomó la molestia de matizar sus palabras, “se
agudiza el enfrentamiento entre dos fuerzas históricas. De un lado, un
modelo político y económico dependiente, elitista y explotador,
heredero del colonialismo y el neocolonialismo, subordinado a los
intereses del imperio” (léase los regímenes democráticos). “Del lado
opuesto, el avance de las fuerzas políticas revolucionarias y
progresistas, que representan a las clases tradicionalmente desposeídas
y discriminadas; comprometidas con la justicia social, con la verdadera
independencia de los pueblos de la región, y con la aspiración de
distribuir justamente las inmensas riquezas del continente”.
Raúl Castro hace suya la obsesión de su hermano, quien lo vigila en
la distancia, de reconstruir la historia para afianzar la idea de que
Cuba es el centro del mundo de donde emana la verdad y cuya conducta
debe adoptar el resto del planeta.
En Cuba, la escenografía del poder se acompaña de un ceremonial que
se ha ido perfeccionando durante medio siglo de monarquía absoluta. En
las primeras palabras de su discurso, Raúl Castro transmitió a los
presentes el saludo del “Jefe de la Revolución Cubana, compañero Fidel
Castro Ruz”, quien, atendiendo a su nuevo estatus de monarca de cuerpo
ausente, dios invisible pero omnividente y omnipresente, “está
siguiendo atentamente nuestra reunión”. Siguiendo el libreto del
ceremonial, el general apuntó que la inauguración coincidía –no por
casualidad– con el decimoquinto aniversario de la primera visita a Cuba
del “líder de la Revolución Bolivariana” y con el quinto aniversario de
la Declaración Conjunta entre Venezuela y Cuba, firmada en el año 2004
por los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro, que marcó el nacimiento
oficial del ALBA, llamada entonces Alternativa Bolivariana para las
Américas. Palabras que le imprimían a esa Octava cumbre el carácter de
un ritual a la gloria de Hugo Chávez, alimento narcisista que el
venezolano salda con miles de millones de dólares. Se debe recordar que
los festejos del “décimo aniversario de la amistad del comandante en
jefe con el teniente coronel venezolano” se celebró en Cuba con
carácter de fiesta nacional.
La presencia de personal estadounidense en siete bases en Colombia
sirvió de pretexto al general de ejército para lanzar sus diatribas
bélicas, clausurando el amago de distensión que el propio Raúl Castro
había propuesto en sus primeras declaraciones tras acceder a la
presidencia formal de Cuba. En contraste, Barack Obama ha demostrado
con medidas concretas su deseo de normalizar las relaciones entre ambos
países.
Si nos atenemos a la reactivación de las alianzas de Cuba con Rusia
y China, y a las muy privilegiadas que mantiene con Irán, se comprende
mejor la retórica guerrera del hermano de Fidel Castro. Según Challenges to Security in the Hemisphere Task Force, un
detallado ensayo del analista cubanoamericano Jaime Suchlicki, director
del Instituto de Estudios Cubanoamericanos de la Universidad de Miami,
podemos inferir que el regreso de Raúl Castro al discurso agresivo
tiene su origen en los acuerdos suscritos últimamente entre La Habana y
Moscú, dada la voluntad de Putin de “de restablecer la posición de
Moscú en Cuba y en otros países” --cuyo ejemplo más significativo es la
transferencia de tecnología para desarrollar un centro espacial en la
Isla y, seguramente, reactivar el centro de espionaje electrónico
construido por los rusos en la localidad de Lourdes--. Los chinos han
montado recientemente un centro similar en la zona de Bejucal. La
adquisición de material militar y de varios aviones IL (saldados por
Venezuela, desde luego) ha reactivado el carácter de Rusia como
proveedor de armas a la Isla. La compra masiva de material bélico ruso
por Venezuela podría ser un paso previo hacia la unificación de los
ejércitos de ambos países.
En cuanto a la relación de Cuba con Irán, Suchlicki provee datos
importantes que explican la relación privilegiada que Hugo Chávez ha
establecido con ese país. La alianza de Cuba con Irán data de 1979,
cuando Fidel Castro fue unos de los primeros en reconocer a la
República Islámica, expresándole en su mensaje al Ayatolah Jomeini que
no “había contradicción entre revolución y religión”. Desde entonces,
la cooperación entre la Isla e Irán ha ido en ascenso, en particular,
en materia de biotecnología y de ingeniería genética. Desde hace años
persisten rumores acerca de la capacidad cubana para fabricar bombas
bacteriológicas. Cuba es el país más favorecido por la cooperación
iraní, con varios miles millones de dólares en créditos acordados. A
cambio, Cuba provee a Irán de servicios y personal científico, y
entrenamiento en la Isla de personal iraní, lo que ha permitido a los
persas, según especialistas en la materia, poseer la más moderna planta
de producción biotecnológica del Medio Oriente. Igualmente, Irán puede
interceptar desde Cuba señales y telecomunicaciones provenientes de
Estados Unidos.
Desde el descubrimiento de América, Cuba ha mantenido un contacto
privilegiado con los imperios gracias a su posición geoestratégica: su
mejor mercancía de exportación y su fuente de abastecimiento.
Cuba y Venezuela pueden establecer acuerdos militares con países
como Rusia, Irán, China, Brasil o Francia, sin que ningún gobierno
latinoamericano lo objete. Al presidente de Colombia, en lucha contra
la narcoguerrilla y las fuerzas insurgentes, le está negado, sin
embargo, suscribir un acuerdo de cooperación militar con Estados
Unidos, el único país que se ha brindado a hacerlo. Raúl Castro
considera que “el establecimiento de bases militares en la región es
una expresión de la ofensiva hegemónica que despliega el gobierno
norteamericano y constituye un acto de agresión contra toda América
Latina y el Caribe. Resulta evidente la intención de concretar su
doctrina político-militar de ocupar y dominar a cualquier precio el
territorio que siempre ha considerado como su traspatio natural". Ni
Cuba ni Venezuela están amenazados por peligro alguno; sin embargo,
están enfrascados en una carrera armamentista. Estados Unidos no
invadirá nunca un país arruinado que tendría que mantener. Y tampoco
invadirá a Venezuela, pues no lo necesita.
Y en cuanto a que América Latina será el segundo Vietnam de Estados
Unidos, declaración reiterativa en boca del líder boliviano, está tan
fuera de lugar que se presta a la sonrisa condescendiente. ¿Podremos
imaginar alguna vez a los “revolucionarios” latinoamericanos, que no
creen sino en los billetes verdes, aguantando los bombardeos en
refugios subterráneos, como lo hacía el vietcong? Es poco factible.
Raúl Castro anunció la presencia de 2.000 médicos en la Escuela
Latinoamericana de Medicina y hoy se forman 6.653 estudiantes bajo el
“Nuevo Programa de Formación de Médicos con conceptos de integralidad,
internacionalismo y humanismo”. Para el castrismo, los pueblos se
dividen en médicos y enfermos, una fórmula de manipulación que tiene la
ventaja para el totalitarismo de mantener a la población en estado de
letargo.
El clímax del ceremonial de clausura de la cumbre fue el mensaje que
le envió Fidel Castro al presidente venezolano. En él alude al
“levantamiento contra el gobierno pro yanki de Venezuela”, término que
exime a Hugo Chávez del golpe de Estado contra el Presidente Carlos
Andrés Pérez, con el que, por cierto, Fidel Castro mantuvo excelentes
relaciones, e incluso asistió como invitado especial a su toma de
posesión en 1989. Al referirse a Honduras, en cambio, habla de “golpe
de Estado”. Fidel Castro compara las trayectorias de ambos países y
recuerda que su adopción de Hugo Chávez no se debe a vulgares razones
de interés económico, porque “cuando lo conoció aún no era presidente y
el petróleo sólo valía 10$ el barril”.
Luego se extiende en una diatriba contra Barack Obama y el peligro
que representa pues “si de nuevo se apodera de los cuantiosos recursos
petroleros y gasíferos de la patria de Bolívar, los países del Caribe
anglófono y otros de Centroamérica perderán las generosas condiciones
de suministro que hoy le ofrece la Venezuela revolucionaria”. Es un
mensaje directo a las islas del Caribe que hoy se benefician de los
acuerdos petroleros suscritos con Venezuela. La búsqueda de alianzas
basadas en intereses petroleros con los países del Caribe no es una
mera alusión.
Los argumentos de estos guerreros son infantiles, pero los objetivos
y el entorno en el que se mueven son extremadamente peligrosos. El
dilema es entre democracia y totalitarismo. La idea de resumir el
panorama político del continente a dos protagonistas significa ignorar
la existencia de otras corrientes democráticas y negarse a admitir que
no existe dilema sino un enfrentamiento entre democracia y
antidemocracia.
En ciertos países de América Latina no son buenos los augurios para el año 2010.