LA VIRGEN BLANCA . SIGLO XIII - CATEDRAL DE TOLEDO .
Es de admirar la grandiosa imagen marmórea de la Virgen de "Prima", a la
entrada del Coro, llamada popularmente "Virgen Blanca" por su color más
destacado, aunque se nota una discreta policromía. Es de estilo gótico y de origen
francés.
Se trata de una escultura gótica, que supone un cambio evidente respecto a la
escultura románica que hemos visto en la sala anterior.
El tema no varía, porque sigue siendo un tema religioso y volvemos a ver a la Virgen con su hijo en brazos, pero sin
embargo las diferencias entre una forma de entender esta maternidad y aquélla
son completamente distintas.
Algo ha pasado entre un periodo y
otro de esa época medieval para que se produzcan esos cambios. Y es cierto, ha cambiado la sociedad en la que ahora
ha cobrado una importancia que no tenía la clase de artesanos y comerciantes,
que conocemos como burguesía. Ha
cambiado la economía, que ha entrado en una fase mucha más próspera. Y
sobre todo ha cambiado la mentalidad
religiosa de la gente, que ahora prefiere un cristianismo más humano, más
cercano a los creyentes y que resultara menos autoritario que lo era antes.
Como consecuencia de todo ello cambia
también el arte en todos sus
aspectos.
La
Virgen
gótica que vemos representada en la Virgen Blanca es una buena muestra de ese cambio.
Si la Virgen románica era una
imagen de valor simbólico, ésta por el contrario ya pretende reproducir un realismo mucho más natural y humano. Por eso mismo la imagen ya no tiene aquella
rigidez, y por el contrario busca el
movimiento a través de una postura en contraposto
que le da ese movimiento característico que ya hemos visto en otras figuras de
otras salas del museo.
También se ha perdido parte de la
frontalidad y rigidez que tenían. Al moverse la figura, aumenta sus puntos de vista, lo que en este caso en vez de destacar
su expresión distante la acerca a su carácter
más humano. En ese mismo sentido, la propia expresión que nos muestra su rostro, lejos de ser tan seria y severa
como lo era en la talla románica, ahora resulta mucho más natural y cálida, incluida su sonrisa
agradable.
Pero eso no es lo principal, es
precisamente la relación entre la madre
y el hijo lo que marca la mayor diferencia entre la dos. La madre y el niño
se miran y se relacionan y establecen una vinculación familiar y de cariño que
no existía en las vírgenes románicas. Todo lo cual explica que nos parezca tan amable y protectora. También influye en
ello su situación, colocada ahora a
la entrada de las iglesias y a la
altura de la vista de los fieles (que es donde estaba originariamente esta Virgen), lo que igualmente la aproxima a nosotros.
Por lo demás, estas vírgenes
resultan más delicadas, tanto por la
proporción mucho más estilizada ahora, como por el trabajo
de los paños, que de nuevo, como en
otros ejemplos que hemos visto, refuerzan su naturalidad y su elegancia.