Romance de los siete capitales
Tarde abajo, el mayoral de los siete toros negros va sorbiéndose en un triste rojo crepúsculo lento.
Zahones de hipocresía lleva, y por pica el deseo: con azahar de inocencia tienen los estribos hechos.
Los toros con siete lunas van corneando los vientos: jazmines de barba espesa tirando van contra el cielo.
«¿A dónde vas mayoral?» «A tu corazón los llevo».
Prepara tu mariposa de seda y luz para el juego, sácale filo a tu espada con pedernales de miedo ¡Fina viene de pitones la luna de un mal deseo!
¡Brava corrida, la tarde aquella de mi tormento! y seda morada, en medio. Yo con la espada y la duda Contra mí, siete deseos.
Me rozaron en la carne las siete liras de huesos. Geranios de sangre fresca mis alamares prendieron. Me salpicaron de espuma. No me llegaron al cuerpo.
Cuando la tarde sorbía, rojo, el crepúsculo lento, por los prados, ya sin toros luz de aurora en el sombrero sin espuela y sin estribos llegaba el Mayoral Bueno. Vendas de seda traía y aceite de olivos nuevos; arena fresca en las manos para enarenar el ruedo.
«¿A dónde vas, mayoral?» «A tu corazón los llevo».
José María Pemán
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