El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, tras reconocer en público la lección que el pueblo acaba de darle en las urnas, ha asumido su responsabilidad, ha tendido la mano a la oposición y ha apelado a la defensa colectiva de la nación, argumentando que los Estados Unidos están por encima de los partidos políticos, del Congreso, de la Presidencia y de la misma política. El mundo entero pudo contemplar ayer a un presidente respetable, que asumía, con dolor y entereza, el varapalo que le ha dado la sociedad americana en las urnas.
En España, donde la crisis es todavía más dura y sus efectos más devastadores que en Estados Unidos, con las calles llenas de desempleados y de nuevos pobres, donde la sociedad, destrozada por el mal gobierno y la imbecilidad de los que mandan, tiene muchas más razones que la de Estados Unidos para dar una severa lección a Zapatero y a su gobierno, sentimos envidia de Obama y del pueblo americano, que al menos cuenta en la crisis con un presidente sensato, que es persona, que tiene humildad y entereza suficiente para asumir sus responsabilidades y rectificar.
La realidad es dura y palpable. Estados Unidos y España están en diferentes escalas de democracia y de grandeza. Allí existe un pueblo capaz de reaccionar y de castigar a un presidente tras haber gobernado mal durante sólo dos años, mientras que en España, después de cuatro años de desastres políticos, de arrogancia, errores y mentiras, el pueblo español, obtuso y envilecido, votó de nuevo en 2008 al mequetrefe y le otorgo, protagonizando un lamentable suicidio colectivo, cuatro años más de poder para que el inútil y nefasto Zapatero culminara la sucia tarea de destruir la prosperidad y la grandeza de una nación.
Todavía hoy, tras haber padecido los seis peores años de gobierno de su historia moderna y haber retrocedido en todos los ámbitos, con cinco millones de parados, millones de pobres y gente triste y desesperada deambulando por las calles, existe una manada de cretinos que siguen apoyando el drama de un gobierno que se sostiene sobre la mentira, que no tiene ideas ni grandeza para hacer frente a la crisis, que sigue esparciendo la ponzoña del optimismo falso, a pesar de que la decadencia y la destrucción avanzan, que continúa comprando votos con dinero público, ocultando información a los ciudadanos, mintiendo, despilfarrando, castigando a los ciudadanos con nuevos impuestos, destruyendo el Estado de Bienestar, proyectando desde el poder público un asqueroso ejemplo de corrupción y demostrando en cada instante que no merece gobernar a su pueblo ni un instante más.
Nadie en España ha escuchado jamás a Zapatero asumir, como ha hecho Obama, sus terribles responsabilidades. Nadie en España ha visto como el presidente, ante la enorme fuerza destructiva de la crisis, tiende la mano a la oposición para, juntos, hacer frente al monstruo. Aquí sólo se percibe arrogancia, apego al poder, amor por la mentira y la trifulca, obsesión por acumular privilegios y tozudez a la hora de despilfarrar y de persistir en los errores. Zapatero, desde su soberbia torpe, con las uñas clavadas en su poltrona, se niega a reconocer que el pueblo le dice, a través de las encuestas, que ya no se fía de él (80 por ciento) y que se marche.
La diferencia entre Estados Unidos y España radica en dos elementos claves: la primera es que allí existe un pueblo soberano y educado en democracia, capaz de castigar los errores y fallos de los poderosos, mientras que aquí las manadas de borregos ciegos, sectarios y fanatizados siguen dominando la pradera; la segunda es que allí existe un presidente que es persona, que respeta las reglas de la democracia y que conserva la sensatez y la sensibilidad política, mientras que aquí únicamente tenemos a un mequetrefe arrogante en el poder.
¡Pobre España!
La diferencia entre Estados Unidos y España radica en dos elementos claves: la primera es que allí existe un pueblo soberano y educado en democracia, capaz de castigar los errores y fallos de los poderosos, mientras que aquí las manadas de borregos ciegos, sectarios y fanatizados siguen dominando la pradera; la segunda es que allí existe un presidente que es persona, que respeta las reglas de la democracia y que conserva la sensatez y la sensibilidad política, mientras que aquí únicamente tenemos a un mequetrefe arrogante en el poder.