Tan metafísico es estar en contra del aborto apelando a que el embrión tiene alma como estar a favor apelando al derecho de propiedad de la mujer sobre su propio cuerpo (como si el cuerpo se contemplase desde un alma de la que el cuerpo es propiedad). Desde el materialismo filosófico, la utilización indiscriminada del aborto como puro método de control de la natalidad, precisamente en sociedades avanzadas en las que el acceso a multitud de métodos anticonceptivos está garantizado, es recaer en el salvajismo (en el infanticidio). Este uso del aborto (uso no terapéutico) sería condenable por el despilfarro económico que supone y, en este sentido, supone una negligencia culpable por parte de las mujeres que lo practican.